Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az...
Llegu¨¦ a conocer personalmente a Don Pedro Go..., nombre con el que identific¨¢bamos a Don Pedro G¨®mez Aparicio buena parte de los radioyentes del diario hablado de Radio Nacional. Lo tuve de profesor de Historia del Periodismo en el tercer curso de la Escuela Oficial, obligatorio entonces seguirlo en Madrid, y gracias a ello pude recibir docencia o claridades de algunos miembros de la plana mayor intelectual del R¨¦gimen. Por ejemplo, Adolfo Mu?oz Alonso, franquista agustiniano, y Don Pedro Go..., de la democracia cristiana colaboracionista. La abreviatura del nombre se deb¨ªa a que, comentarista de fondo del diario hablado de Radio Nacional, bastaba que el locutor anunciara... a continuaci¨®n el comentario de Don Pedro Go... para que muchos radioyentes se precipitaran hacia el aparato y lo desconectaran, porque el diario hablado de Radio Nacional fue obligatorio para todas las emisoras durante la mayor parte de la largu¨ªsima posguerra. El recuerdo de Don Pedro Go..., enf¨¢tico apologeta del R¨¦gimen y lento e irrelevante profesor que se limitaba a repetir en clase, a?o tras a?o, su libro de texto, sali¨® del desv¨¢n de mi postadolescencia al advertir que Don Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar est¨¢ provocando reacciones similares y nada m¨¢s aparecer en pantalla o en las ondas sonoras, las gentes cambian de canal o de emisora de radio. A continuaci¨®n, el jefe del Gobierno, Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... No s¨®lo desconectan de Don Jos¨¦ Mar¨ªa sus antagonistas pol¨ªticos naturales o profesionales, sino tambi¨¦n muchos, much¨ªsimos peatones de la Historia que lo consideran sonoramente insoportable, argumentalmente torpe, gestualmente insuficiente y adem¨¢s armador de guerras santas, armador de guerras santas en las que no pega un tiro, a lo sumo se limita a enviar la Legi¨®n para el desfile de la victoria. Sospechoso Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... de graves deficiencias por el mero hecho de ser apreciado por George Bush y sospechoso tambi¨¦n de extra?as connivencias dado que un hermano de Bush, casi tan inteligente como el emperador, declar¨® que el apoyo de Aznar a la guerra de Irak representar¨ªa muchos beneficios para los espa?oles. Estremecedor que Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... no tuviera ni una palabra sobre los muertos que iba a provocar la guerra santa, hasta que se puso aritm¨¦tico el hombre y lleg¨® a la conclusi¨®n de que Sadam Husein hab¨ªa matado a m¨¢s iraqu¨ªes que los que pudieran liquidar Bush, Blair y ¨¦l juntos. Hay que reconocer que no lleg¨® a la l¨ªnea Maginot argumental de un alto cargo o alta carga del PP, experto o experta en muertes comparadas, por ejemplo las que causan los accidentes de tr¨¢fico en Espa?a, y las que han conseguido los misiles inteligentes en Irak. El tr¨¢fico es mucho m¨¢s mort¨ªfero que los misiles inteligentes.
A otros tampoco les gusta que Don Jos¨¦ Mar¨ªa bautizara el aquelarre de las Azores como Eje Atl¨¢ntico, porque deseuropeiza el futuro e incluye a Espa?a otra vez en el Eje, en el pasado formado por la Alemania nazi, la Italia de Mussolini y el Jap¨®n de Hiro Hito. Otros recuerdan que se escondi¨® en una torre gallega para no pisar chapapote o que conserva en su despacho una foto conmemorativa de la conquista de la isla Perejil o que tuvo que envainarse el decretazo sobre la reforma laboral tras padecer una huelga general o que quiere trasvasar r¨ªos a pesar de que no le salen los trenes de alta velocidad: los trenes de alta velocidad de Don Jos¨¦ Mar¨ªa no s¨®lo resultan de baja velocidad, sino que adem¨¢s no llegan a su destino, engullidos por los alevosos socavones que le ponen los socialistas bajo los ra¨ªles.
Atra¨ªdo por la posibilidad de escribir un libro sobre la aznarizaci¨®n de Espa?a o simplemente una epopeya titulable La Aznaridad, hace meses que he recuperado cuanto he escrito durante m¨¢s de diez a?os sobre el todav¨ªa jefe de Gobierno espa?ol, desde sus tiempos de joven con cara de p¨¦same, presentado en sociedad como nieto de Don Manuel Aznar, polif¨®nico personaje que dirigi¨® El Sol de Ortega y Gasset y contribuy¨® a la creaci¨®n del mito de Franco durante la guerra de ?frica. La polifon¨ªa final de Don Manuel tal vez se debiera a que a riesgo de morir a manos de los incontrolados de la Rep¨²blica, se refugi¨® en Salamanca, capital del franquismo, y all¨ª estuvieran a punto de liquidarle los del Movimiento, hasta que Franco le ech¨® naturalmente un capote. Curioso que aquel periodista criado intelectualmente a los pechos de la Espa?a liberal m¨¢s avanzada fuera incluso bi¨®grafo canonizador del Caudillo, fugaz embajador del R¨¦gimen y director de La Vanguardia, que por entonces era el diario Pravda del franquismo moderado editado en Barcelona. El mito de Franco como genial guerrero durante la guerra de ?frica fue elaborado entre Manuel Aznar y otro abuelo de brillante pol¨ªtico del PP hoy en ejercicio, el periodista Ruiz-Gallard¨®n, Tebib Arrumi (as¨ª firmaba en Abc las glosas de la irresistible ascensi¨®n de Franquito a Franco, Franco, Franco, el abuelo del hoy aspirante a la alcald¨ªa de Madrid).
La irresistible ascensi¨®n de Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... a la presidencia del PP fue consecuencia de los problemas de representatividad pol¨ªtica de la derecha espa?ola. C¨®mplice en la Guerra Civil y en el uso y abuso de la victoria, la derecha social y econ¨®mica no se despeg¨® del R¨¦gimen y lleg¨® a la Transici¨®n sin l¨ªderes ni aparatos presentables en el mercado democr¨¢tico. El simple recuerdo de aquel frente compuesto por Fraga Iribarne, Silva Mu?oz, Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora, Laureano L¨®pez Rod¨® inspira terror y de fracaso en fracaso las derechas incluso promocionaron a un joven encantador que hab¨ªa cantado rock y se sab¨ªa las canciones de Conchita Piquer, Hern¨¢ndez Mancha, y a continuaci¨®n pasaron por encima del cad¨¢ver de su pol¨ªtico mejor preparado, Rodr¨ªguez de Mi?¨®n. La larga complicidad con el franquismo ten¨ªa aquel precio, nada menos que elegir a un joven inspector de Hacienda que dirig¨ªa la comunidad aut¨®noma de Castilla-Le¨®n con cierto sentido del marketing personal, pero sin resultados gestores apreciables, aunque supo crearse la imagen de pol¨ªtico austero, reductor de consejer¨ªas, del uso de las tarjetas de cr¨¦dito por parte de altos funcionarios y vigilante disuasor de las croquetas que se com¨ªan los periodistas cuando llegaba la inevitable copa de vino espa?ol.
Solo, fan¨¦ y descangayado ha quedado Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... tras el desdichado Via Crucis de su mayor¨ªa absoluta llena de fracasos pol¨ªticos como el fallido intento de destruir a ETA por el procedimiento de convertir al PNV en un exceso perif¨¦rico del Imperio del Mal o de respaldar con usura y mala sombra, con mucha usura, con mucha mala sombra, el gobierno auton¨®mico de Pujol en Catalu?a o de tratar de despegar como un l¨ªder absoluto a la medida de su mayor¨ªa absoluta. Ni siquiera consigui¨® quedar en la consideraci¨®n popular suficientemente por encima de Rodr¨ªguez Zapatero, un reci¨¦n llegado al star system y a la vista del carrer¨®n internacional que est¨¢ cumpliendo durante el curso 2002- 2003 parece como si la ¨²ltima esperanza de promoci¨®n globalizada sea que Bush le nombre Secretario General de la ONU, previa ocupaci¨®n militar de la sede de las Naciones Unidas. Tal vez le quede el recurso de encabezar simb¨®licamente el Eje Atl¨¢ntico, si pilla a Blair distra¨ªdo, siempre y cuando Bush y todo lo que representa vuelva a ganar las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
Hagi¨®grafos pr¨®ximos insin¨²an que cuando deje de ser jefe del Gobierno espa?ol, Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... incluso podr¨ªa dedicarse a la poes¨ªa, m¨¢s en la l¨ªnea veneciana que en la de la nueva sentimentalidad. Siempre es una salida prestigiosa, habida cuenta de que su carrera pol¨ªtica europea parece no imposible pero dif¨ªcil, a no ser que Europa sea ocupada, militar y preventivamente desde luego, por el ej¨¦rcito de Estados Unidos. Menos mal que casi todos los presuntos delfines de Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... han procurado quemarse m¨ªnimamente en la guerra de anexi¨®n de Irak, aunque a veces recurriendo en exceso a la palabra humanitaria hasta provocar n¨¢useas y mareos sem¨¢nticos casi imposibles de paliar. Partidarios de la paz, los santones del PP respaldaban la guerra siempre que fuera humanitaria, naturalmente. Los errores de estrategia personal cometidos por Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... en la pel¨ªcula que ha cointerpretado con George Bush y sus mariachis, alarman incluso a sus aparentemente m¨¢s incondicionales seguidores y le restan apoyos como el de Pastor Ridruejo, uno de los inventores en 1990 de Aznar como gran esperanza blanca de una derecha espa?ola entonces todav¨ªa entre el caqui y el infinito pasando por el azul, aquel azul de la camisa de trabajo glosada por los te¨®ricos de la Falange en los libros de Formaci¨®n del Esp¨ªritu Nacional.
Aunque por su edad, Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... pod¨ªa haber extra?ado la cultura de Por el Imperio hacia Dios o de Espa?a, como unidad de destino en lo universal, se siente atra¨ªdo por ella, como las aguas se sienten atra¨ªdas por los sumideros. Para el futuro del PP, Don Jos¨¦ Mar¨ªa Az... representa la tozuda quinta columna de un proyecto nacionalcat¨®lico malencarado, pretendidamente adaptado a la estrategia de la globalizaci¨®n vista por la extrema derecha norteamericana, personalista, cejijunto, servido por una voz llena de gallos. Adem¨¢s, sus correligionarios corren el riesgo de que, empecinado como s¨®lo consiguen serlo los caudillos civiles, pretenda reinar despu¨¦s de morir, sobre todo despu¨¦s de su decisiva vivencia de h¨¦roe de haza?as b¨¦licas: la conquista de Bagdad.
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