La posguerra de Irak y los fantasmas de Guant¨¢namo
La guerra de Irak ha terminado con la ca¨ªda de la dictadura y la desaparici¨®n misteriosa de sus principales protagonistas. Esta evanescencia f¨ªsica, nos recuerda que todav¨ªa permanecen, en situaci¨®n semejante, metaf¨®ricamente hablando, los detenidos de Al Qaeda, despu¨¦s del 11 de Septiembre y del derrocamiento del r¨¦gimen de los talibanes afganos.
Desde hace tiempo, venimos asistiendo a mutaciones asombrosas en el mundo del Derecho, que inevitablemente tienen que ser contempladas, con una sensaci¨®n de perplejidad y, sobre todo, de preocupaci¨®n.
Cuando cre¨ªamos superadas todas las aberraciones jur¨ªdicas que estamos soportando, en nombre de una seguridad que no admite trabas ni limitaciones legales, nos encontramos con una sentencia de un Tribunal Federal de Washington, cuyo texto completo no conozco, que nos deja desconcertados y casi sin capacidad de reacci¨®n.
Se ha decidido, en nombre de la ley, que los habitantes de las jaulas de Guant¨¢namo, carecen de derechos legales en Estados Unidos. No conozco, a ciencia cierta y con el rigor que nos debe caracterizar a los juristas, cu¨¢l ha sido la extra?a y fant¨¢stica pirueta jur¨ªdica realizada por mis colegas de la capital estadounidense para llegar a una conclusi¨®n tan asombrosa, que hace a?icos siglos de cultura jur¨ªdica y de respeto a las libertades, retrocediendo en el tiempo, a situaciones que ya solo contempl¨¢bamos en los libros de texto o en las producciones cinematogr¨¢ficas.
Hasta el momento presente cre¨ªamos, seg¨²n proclamaron, hace mas de doscientos a?os, los ciudadanos del buen pueblo de Virginia, que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos. El ser humano, seg¨²n todos los textos que vertebran el mundo civilizado, tiene una doble personalidad, jur¨ªdica y moral y nadie puede privarles de ellas, sin violar las normas esenciales de la convivencia.
Los jueces que han dictado esta resoluci¨®n han alumbrado una tercera naturaleza de personas vivientes. El derecho s¨®lo distingu¨ªa entre nacionales y extranjeros y ahora proclama, sin rubor, que los prisioneros que deambulan por la base americana de Guant¨¢namo son una especie de seres fantasmales que no est¨¢n sobre la faz de la tierra, ya que no tienen un solar en el que se les reconozca su existencia legal. Las leyes norteamericanas no les alcanzan y ninguna otra ley o convenio internacional, puede salir a recogerlos y ampararlos, frente al vac¨ªo jur¨ªdico en que se encuentran.
Parece que la tecnolog¨ªa punta de la Agencia Espacial Norteamericana les hubiera colocado en el espacio sideral, convirti¨¦ndoles en aut¨¦nticos extraterrestres que flotan en un espacio sin ley, donde ni siquiera produce sus efectos la ley de la gravedad. Han desaparecido de la faz legal de la tierra y carecen de un espacio para expresar su protesta o acabar definitivamente con su dolor.
Las preguntas que nos asaltan son variadas: si no tienen derechos legales, ?cu¨¢l ha sido la ley que permite mantenerlos en este estado? Si son torturados e incluso si fallecen ?tendr¨¢n una l¨¢pida que permita a su familiares recobrar su cuerpo y sus derechos? Si alguno de estos seres, en un descuido de sus guardianes, decide suicidarse ?engrosar¨¢ la estad¨ªstica de los desesperados o permanecer¨¢ en la nada en la que han sido colocados?
En tiempos pret¨¦ritos, el sistema represivo, dogm¨¢tico y cruel, manejaba indistintamente la muerte f¨ªsica de los extra?os a la sociedad, e incluso, hasta tiempos relativamente cercanos, se conserv¨®, como opci¨®n intermedia, la muerte civil que privaba al condenado de todos sus derechos innatos e incluso de personalidad jur¨ªdica. Superada la Inquisici¨®n y sus suced¨¢neos posteriores, cre¨ªamos que el sistema, aunque fuese de manera imperfecta, hab¨ªa establecido unas reglas m¨ªnimas, que permitieran conciliar la represi¨®n de los hechos delictivos, con el reconocimiento de unos derechos inalienables, de los que no dudaban los fundadores de Estados Unidos y que constituyeron un ejemplo para el resto del mundo.
Cuando las dictaduras argentina y chilena escogieron como m¨¦todo de represi¨®n de los disidentes la desaparici¨®n forzada de personas y la ejecuci¨®n extrajudicial de los enemigos, la comunidad de naciones libres no dud¨® en calificar esas conductas como cr¨ªmenes contra la humanidad, que provocaron el repudio de todos los seres civilizados y el castigo de algunos de los culpables.
La perseverancia de los familiares de los desaparecidos ha permitido mantener vivo el desprecio a los asesinos. Nadie puede relegar al olvido este comportamiento degradante para la dignidad de los que lo practicaban y causa de un sufrimiento infinito a sus v¨ªctimas y familiares. Me parece oportuno citar un texto de Julio Cort¨¢zar que figura en el libro El rechazo del olvido que es el producto de los trabajos de una reuni¨®n celebrada en Par¨ªs, en el a?o 1981, para denunciar y condenar la pol¨ªtica de desaparici¨®n forzada de personas: "Si es verdad que toda muerte humana entra?a una irrevocable ausencia, qu¨¦ decir de esta ausencia que se impone como una presencia abstracta, como la negaci¨®n obstinada de la ausencia final. Por encima de las consideraciones jur¨ªdicas y de la b¨²squeda de normas de derecho interno e internacional, es un pueblo de sombras el que nos habla".
No escuchamos f¨ªsicamente los gritos de los fantasmag¨®ricos habitantes de las jaulas de Guant¨¢namo, pero no podemos aceptar en silencio este comportamiento inhumano, cruel y vengativo sin que nos martillee nuestra conciencia de ciudadanos de un mundo que cre¨ªamos que hab¨ªa superado estos horrores.
Pero no perdamos del todo la esperanza. Sabemos con certeza que los desaparecidos de las dictaduras suramericanas est¨¢n muertos. Los fantasmas de Guant¨¢namo pueden tomar cuerpo y resucitar, en el momento en que la Administraci¨®n norteamericana recupere la cordura, restaure el orden jur¨ªdico y respete sus propios valores constitucionales. Afortunadamente parece que se observan signos de una leve evoluci¨®n, hacia espacios jur¨ªdicos m¨¢s compatibles con un Estado democr¨¢tico.
Hace unos d¨ªas se public¨® que "algunos" de los detenidos ser¨¢n finalmente enjuiciados por tribunales militares y asistidos por defensores castrenses. Todo ello a pesar de que no son considerados prisioneros de guerra sino "combatientes ilegales". El resto permanecer¨¢, de momento, en el mundo de la inseguridad jur¨ªdica, carentes de toda posibilidad de ejercitar sus derechos.
El juicio a los "fantasmas" ser¨¢, sin duda una experiencia apasionante y digna de ser contemplada, pero no creo que contribuya al progreso de la historia de la civilizaci¨®n, uno de cuyos hitos es el proceso penal garantista al que tanto ha contribuido la cultura democr¨¢tica de la mayor¨ªa de la sociedad norteamericana.
Si no somos capaces de invertir este sesgo perverso del Derecho, que nadie conciba esperanzas sobre la posibilidad de que, despu¨¦s de la guerra, vivamos en paz y bienestar y con la conciencia tranquila.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado del Tribunal Supremo.
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