Una tormenta esperada
Resulta muy interesante leer ahora esta novela publicada por su autor en 1935. Transcurre en un d¨ªa y una noche de 1917, en una ciudad provinciana y con el escenario de fondo de la Primera Guerra Mundial. Lo primero que llama la atenci¨®n es la escritura sin complejos, descarada incluso, y coloquial que, como otras muchas obras de su ¨¦poca, recuerda el lenguaje de un C¨¦line que hab¨ªa publicado su Viaje al fin de la noche tres a?os antes. El abanico de personajes se nutre sobre todo de la peque?a y mediana burgues¨ªa de la provincia bretona donde est¨¢ situada y, si bien ninguno de ellos responde al tipo del Bardamu de C¨¦line, la escritura y el habla s¨ª participan del desenfado estimulante y renovador del maestro franc¨¦s y, desde otro punto de vista, ata?e tambi¨¦n al ambiente s¨®rdido y sombr¨ªo que atraviesa la vida de su protagonista.
LA SANGRE NEGRA
Louis Guilloux
Traducci¨®n de Ram¨®n Buenaventura
El Aleph. Barcelona, 2003
544 p¨¢ginas. 19,90 euros
El otro atractivo de la novela es un hermoso y esforzado entramado que a primera vista parece el retrato social de los representantes estamentarios de la ciudad provinciana -un retrato espl¨¦ndido, variado, que revela atenci¨®n, muy buen ojo para mirar y recursos estil¨ªsticos bien asimilados-, pero que, a medida que la novela avanza y los personajes y sus relaciones se despliegan, va dejando entrar poco a poco, col¨¢ndose por entre los intersticios de la acci¨®n, la realidad de la guerra atroz que se libra en el frente. Esa guerra se cuela y fluye e impregna finalmente todo el libro. Es un trabajo excelente, minucioso, bien trabado, atento a la importancia del detalle, sin concesiones a la faciloner¨ªa a pesar de que su humor bien pudiera haberle facilitado la tentaci¨®n de hacerlo y, en suma, muy competente.
La novela podr¨ªa dividirse en dos partes; una, la que despliega el conjunto de los personajes alrededor de la entrega de una condecoraci¨®n a una dama de la localidad; la segunda, el asunto del duelo absurdo entre Cr¨ªpura, el personaje m¨¢s sobresaliente e hilo conductor del relato, y un colega de alma mezquina y adulador profesional. Tanto el primer motivo como el segundo no dejan de tener un tono de farsa, que es por donde asoma el humor en el libro; pero hay una historia a la vez dram¨¢tica y pat¨¦tica resonando como un mar de fondo que, en contadas y precisas ocasiones, se arroja contra el relato empap¨¢ndolo y dej¨¢ndolo helado al retirarse: la historia de Marchandeau intentando llegar a Par¨ªs, donde est¨¢ detenido su hijo, para no dejarlo solo ante el pelot¨®n de fusilamiento. Y es por los hijos por donde la guerra penetra en la realidad, que no en las conciencias, salvo las de sus padres. Pero hay que se?alar que a la guerra y al horror de la guerra jam¨¢s le vemos la cara; por el contrario, lo que le vemos es -perd¨®n por la expresi¨®n- el culo, pues la vida burguesa est¨¢ llena de toda esa fauna de retaguardia que combina la estupidez con la malevolencia y la frivolidad con la ceguera para alejarse piadosamente de todo lo que no quieren ver ni reconocer.
La figura de ese profesor de Liceo -Liceo en torno al cual gira buena parte de la acci¨®n- estramb¨®tico, patoso, perdido en su poquedad, pero tambi¨¦n en su lucidez, es el punto de referencia. Hay una escena en que Cr¨ªpura habla consigo mismo acerca de su amor perdido, Toinette, que es realmente magn¨ªfica y audaz. En realidad, el camino de Cr¨ªpura hacia su fin va progresando sobre las almas de sus convecinos del mismo modo que la sombra de la guerra oscurece poco a poco la novela. El absurdo del duelo y el absurdo de la guerra acaban corriendo en paralelo hacia el fin de Cr¨ªpura y tambi¨¦n de esa grotesca imitaci¨®n de la vida que es la de la burgues¨ªa provinciana profunda y confiadamente embutida en su propia mezquindad.
El tiempo transcurrido sobre esta novela se nota. No afecta para nada al ambiente, a los personajes, a las situaciones o al sentido mismo de la novela, que se mantienen vivos y reconocibles, pero s¨ª que pesa un poco la morosidad del relato, el exceso de descripci¨®n de las escenas, la minuciosa reproducci¨®n costumbrista de un mundo que, a pesar de la variedad de personajes que lo representan, se hace a veces pesado. Sin embargo, no deber¨ªa ser esto motivo para no adentrarse en el libro, porque lo cierto es que es muy divertido en muchas ocasiones y la carga de sordidez y dolor que lleva consigo -una guerra atroz recibida desde la seguridad, la ignorancia y la distancia- se levanta con la contundencia de una tormenta largamente esperada.
"La guerra, verdad", dice el viejo Cr¨ªpura en una ocasi¨®n, "vista desde aqu¨ª, no es m¨¢s que un cuento. Un cuento lleno de sangre, pero sangre al fin". El joven Lucien, un notable personaje, piensa que "hab¨ªa algo deprimente en la locura de todos estos peque?os se?ores, algo que no dejaba espacio para lo c¨®mico, s¨®lo para la c¨®lera". La suma de estas dos frases encierra el sentido de esta excelente novela.
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