Las tres embajadas de Cuba en Madrid
La emigraci¨®n que busca un futuro en Espa?a tiene una voz distinta a la del exilio pol¨ªtico y a la oficial del r¨¦gimen
Se podr¨ªa decir que hay dos embajadas de Cuba en Madrid. La primera es la oficial y est¨¢ al final del paseo de La Habana, en un edificio que permanece d¨ªa y noche con las persianas bajadas. Si no fuera por la bandera que ondea en el m¨¢stil, dar¨ªa la impresi¨®n de una casa abandonada. La segunda, la no oficial, est¨¢ en el centro de la ciudad, y su aspecto tambi¨¦n tiene algo de met¨¢fora. Al final de una escalera cien veces remendada, una mujer que se fue de La Habana nada m¨¢s llegar Fidel guarda pese al tiempo y al destierro su belleza y su acento, como una ciudad -la suya- que agoniza sin perder el encanto. Mar¨ªa Corella huy¨® de Cuba en 1961 y desde hace a?os se dedica, como vicepresidenta del Centro Cubano en Madrid, a socorrer a sus compatriotas que llegan a Espa?a huyendo de la dictadura, la pobreza, o las dos cosas a la vez.
"La culpa de que no haya pan la tiene la pol¨ªtica..., el embargo, pero tambi¨¦n Fidel"
Son ellos los que, se podr¨ªa decir, forman la tercera embajada cubana en Madrid. Si la primera es la oficial -15 diplom¨¢ticos de confianza pagados por el r¨¦gimen comunista- y la segunda habita por completo en la nostalgia -Mar¨ªa y sus paisanos cuentan el exilio por d¨¦cadas-, esta tercera tiene un perfil diferente.
El perfil de Ulises, por ejemplo.
Ulises lleg¨® a Madrid el viernes de madrugada, despu¨¦s de volar de La Habana a Viena y luego a Madrid. Tra¨ªa en el bolsillo la esperanza de unas se?as equivocadas, unos cuantos d¨®lares y una mochila con ropa. Nada m¨¢s. Como al resto que llega en sus condiciones, Mar¨ªa le regal¨® cinco noches en una pensi¨®n del centro y un bono para viajar 10 veces en el autob¨²s o en el metro. "Lo ¨²nico que tengo claro", dec¨ªa Ulises, panadero de profesi¨®n, "es que yo me quedo aqu¨ª. Ya s¨¦ que no es f¨¢cil salir adelante, conseguir los papeles, un trabajo... pero a m¨ª ya no me botan para Cuba".
-?Y por qu¨¦ se decidi¨® a huir de Cuba, fueron motivos pol¨ªticos o econ¨®micos?
-Ay, amigo, all¨ª eso ya no se puede separar. La culpa de que no haya pan la tiene la pol¨ªtica. El embargo y todo eso, s¨ª, pero tambi¨¦n Fidel.
Es l¨®gico que Isabel Allende, la embajadora de Cuba en Espa?a, no est¨¦ de acuerdo. Suele recibir a los periodistas en una sala de la embajada. Como las persianas est¨¢n bajadas y las cortinas corridas, una luz blanca ilumina la estancia. Un funcionario coloca una c¨¢mara de v¨ªdeo en una esquina y la embajadora lo explica: "Grabo todas mis entrevistas con la prensa. Espero que no se moleste. Lo de las persianas cerradas es por seguridad". Allende es una persona amable. Y tiene en com¨²n con sus compatriotas -ya sean castristas o contrarrevolucionarios- esa manera tan luminosa de contar las cosas, manejando palabras muy precisas que los espa?oles debieron dejarse olvidadas al otro lado del Atl¨¢ntico. "S¨®lo hay un exilio cubano", sostiene la representante de Cuba en Espa?a, "y es el que sali¨® de la isla cuando cay¨® Batista, en el 59, en el 60 o en el 61... Lo dem¨¢s, lo que tiene ahora Cuba, es emigraci¨®n econ¨®mica, como la tienen todos los pa¨ªses del tercer mundo, como la tuvo Espa?a en un momento determinado de su historia. No todos los espa?oles que cogieron la maleta entonces hu¨ªan del franquismo, sobre todo iban a buscar una mejora econ¨®mica. Yo me atengo a lo que dice Cu¨¦ntame . El emigrante aqu¨¦l que dec¨ªa que en Francia le iba muy bien... Pues a nosotros nos pasa lo mismo: el emigrante que se retrata frente al refrigerador cuando llega a Miami para convencerse de que le va muy bien".
Mar¨ªa Corella piensa justo lo contrario. "No se debe separar", dice, "falta comida porque falta libertad". A su lado, Fernando Fern¨¢ndez Pall¨¢ dice con la cabeza que s¨ª. Enciclopedia andante, se sabe de memoria los ingenios azucareros que funcionaban en Cuba cuando lleg¨® el comandante y mand¨® parar, lo que cobraba un obrero y las cajas de vino de Jerez que sal¨ªan en los a?os 50 de las bodegas de Domecq para satisfacer el gaznate de los cubanos pudientes. Pero Fernando se fue de su pa¨ªs con 33 a?os y ahora tiene 71. "Si alg¨²n d¨ªa regreso y quiero saludar a las amistades", bromea, "ya no me quedar¨¢ m¨¢s remedio que ir al cementerio y decir: aqu¨ª estoy". La Cuba de Fernando ya no existe. Y ¨¦l lo sabe, pero sostiene que la de sus recuerdos es mucho mejor que la de hoy. "Fidel, el Ch¨¦...", hace recuento, "aquello fue un mito, un enga?o. Y Espa?a hace mucho tiempo que deber¨ªa haber roto relaciones con Cuba, pero no lo hace por dinero: el 90% de las inversiones en la isla pertenece a empresas espa?olas".
Hubo un tiempo en que el Centro Cubano en Madrid tuvo m¨¢s de 1.300 socios. Ahora apenas son 400. Unos se murieron y otros se cansaron de esperar a que se muriera Fidel. S¨®lo queda el n¨²cleo duro, nada que ver con los aproximadamente 60.000 cubanos que ahora viven en Espa?a. La mayor¨ªa de ellos no responde al fervor revolucionario de Allende ni a la fobia antigua, necesariamente cargada de resentimiento, que representan Mar¨ªa o Fernando. Muchos de ellos, como Silvio, un m¨¦dico que acaba de llegar a Madrid despu¨¦s de cinco a?os en Sur¨¢frica, se encuentran de pronto con toda su vida por hacer: "Lo que yo he sufrido en mi vida, nadie se lo puede imaginar. Desde peque?o, comenc¨¦ a notar la discordancia entre la realidad y lo que se me contaba. Hasta que logr¨¦ irme de Cuba, viv¨ª en la doble moral de decir lo que no piensas".
Se le pregunta a Silvio por la pol¨ªtica y habla de sus dos hijos peque?os, de su t¨ªtulo de m¨¦dico que no sabe si le convalidar¨¢n para ejercer aqu¨ª, de una familia en Cuba que puede sufrir si ¨¦l habla m¨¢s de la cuenta... "Pero si insiste", dice por fin con media sonrisa, "yo le hablo de pol¨ªtica...".
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