La clase dirigente afronta el desaf¨ªo de superar una hist¨®rica fragmentaci¨®n pol¨ªtica
Los partidos, los sindicatos y las organizaciones de parados no logran zanjar sus diferencias
sLa atomizaci¨®n es la nota predominante en la Argentina que le tocar¨¢ gobernar al pr¨®ximo presidente. La hist¨®rica rivalidad pol¨ªtica ha llegado a su punto culminante al fracturar los dos partidos (peronistas y radicales) que protagonizaron la vida pol¨ªtica de los ¨²ltimos 50 a?os. La divisi¨®n de la clase dirigente ha tenido un efecto cascada en el conjunto de la sociedad, hu¨¦rfana como nunca de un proyecto integrador de pa¨ªs. Convencer a los argentinos de que la verdadera uni¨®n es su fuerza ser¨¢ el mayor desaf¨ªo que deber¨¢ afrontar el ganador de las elecciones.
La fractura ha provocado un hecho sin precedentes. Por primera vez, el Partido Justicialista (PJ o peronista), referente de la pol¨ªtica argentina, acude a unas elecciones con tres candidaturas, ante la incapacidad de elegir a un ¨²nico candidato. Lo impidi¨® la lucha por el poder entre los dos principales caudillos del peronismo, Carlos Menem y Eduardo Duhalde. La pelea fue de tal calibre que lleg¨® hasta la Justicia, la que acab¨® prohibiendo a los tres candidatos peronistas el uso de siglas y s¨ªmbolos del partido, ante la falta de acuerdo. Todo un ejemplo de tolerancia y convivencia para el electorado. Hay que recordar que el enfrentamiento en las filas del justicialismo viene de lejos, y que en el pasado las diferencias se dirimieron a balazos, como en los a?os que precedieron el golpe militar de 1976.
El otro gran partido argentino, la Uni¨®n C¨ªvica Radical (UCR o radicalismo) ha quedado agujereado como un queso gruyere despu¨¦s del fracaso de la primera tentativa integradora del Gobierno de la Alianza que presidi¨® durante dos a?os Fernando de la R¨²a. Ya antes de la crisis de diciembre del 2001 dos nombres destacados del radicalismo abandonaron las filas del partido: el ex ministro Ricardo L¨®pez Murphy y la diputada Elisa Carri¨®, que fundaron sendas fuerzas pol¨ªticas que debutaron en los comicios de ayer. La UCR celebr¨® elecciones internas para designar un candidato, cuyo resultado tard¨® en darse a conocer por las mutuas acusaciones de fraude entre los dos aspirantes, Rodolfo Terragno y Leopoldo Moreau. Este ¨²ltimo fue el elegido, con el apoyo del aparato del veterano Ra¨²l Alfons¨ªn.
Tres peronistas y tres pol¨ªticos de pasado radical ilustran la divisi¨®n en estas elecciones. En las otras opciones, la situaci¨®n no es mejor. La izquierda minoritaria present¨® cuatro candidatos y hasta la ultraderecha acudi¨® fraccionada con tres candidaturas testimoniales encabezadas por antiguos militares golpistas. As¨ª hasta sumar un total de 18 aspirantes a la presidencia.
El futuro presidente tendr¨¢ que lidiar con un Congreso muy atomizado que no se renovar¨¢ hasta dentro de seis meses. El PJ tiene mayor¨ªa en el Senado y una amplia representaci¨®n en la C¨¢mara de Diputados (119 esca?os), pero dividido en tres facciones que responden a los candidatos presidenciales. Distintos c¨¢lculos atribuyen 70 diputados al candidato oficialista N¨¦stor Kirchner, una treintena a Carlos Menem y no m¨¢s de ocho a Adolfo Rodr¨ªguez Sa¨¢. L¨®pez Murphy y Elisa Carri¨® no tendr¨¢n m¨¢s opci¨®n que buscar el respaldo parlamentario en los desperdigados legisladores radicales o en algunos diputados de partidos provinciales que en ning¨²n caso conforman mayor¨ªa. Concientes de que enfrentar¨¢n un Parlamento dif¨ªcil de disciplinar, los candidatos advirtieron durante la campa?a su predisposici¨®n a gobernar por decreto o a convocar consultas populares.
Fuera de la pol¨ªtica, la atomizaci¨®n se traslada a los sindicatos, donde la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT), la CGT disidente y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), todas ellas surgidas del peronismo, compiten por la representaci¨®n de los trabajadores.
La divisi¨®n de los parados
En un escal¨®n m¨¢s abajo, los miles de desocupados pusieron en pie en los ¨²ltimos a?os las llamadas organizaciones piqueteras, que han adquirido notoriedad por su constante presencia en acciones callejeras y por el corte de carreteras como principal forma de protesta. Tambi¨¦n en este sector la divisi¨®n es moneda com¨²n entre los grupos conectados a partidos y sindicatos y los m¨¢s radicales sin v¨ªnculos con las instituciones.
En los primeros meses del Gobierno de transici¨®n de Eduardo Duhalde, la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica y la oficina de las Naciones Unidas en Buenos Aires patrocinaron el Di¨¢logo Argentino, una ambiciosa iniciativa que logr¨® sentar en una misma mesa a representantes de los m¨¢s diversos sectores pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales. Fueron numerosas las reuniones de los grupos de trabajo que se crearon con el objetivo de sentar las bases de un consenso nacional sobre las grandes cuestiones pendientes en Argentina.
Este di¨¢logo, que algunos llegaron a comparar con los Pactos de la Moncloa, qued¨® finalmente en una declaraci¨®n p¨²blica respaldada por el presidente y un extenso trabajo escrito de todo lo que se discuti¨® aquellos meses. El gran pacto nacional para iniciar la ansiada reformapol¨ªtica qued¨® para m¨¢s adelante. Qui¨¦n sabe cuando. En la campa?a electoral nadie habl¨® de estas cuestiones.
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