La necesaria reforma de la PAC
El autor cree que las subvenciones a la agricultura suponen una transferencia de renta que produce perjuicios a la econom¨ªa.
Las propuestas del comisario Fischler para la reforma de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC) han tenido el previsible efecto de poner en pie de guerra al sector -y quiz¨¢ a una parte de la opini¨®n p¨²blica- frente a un proyecto cuyos resultados ser¨¢n -se dice- la ruina de la agricultura espa?ola, la despoblaci¨®n y desertizaci¨®n del campo, la p¨¦rdida de cuantiosas subvenciones comunitarias y, como resultado de todo ello, un grave perjuicio para nuestra econom¨ªa.
Esas cr¨ªticas airadas se han hecho extensivas a las escasas voces que, como la del C¨ªrculo de Empresarios, han osado contemplar la propuesta de Fischler con mirada desapasionada y cuestionar la racionalidad de las subvenciones agrarias tal y como actualmente se conceden.
No se produce seg¨²n las necesidades del mercado, sino para obtener subvenciones
Recordemos ante todo en qu¨¦ consiste la propuesta Fischler: no en suprimir las subvenciones, sino en sustituir un sistema que subvenciona la producci¨®n por otro que subvenciona a las explotaciones; modular estas subvenciones a lo largo del tiempo (y recordemos que la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea hace inviable el nivel actual de las ayudas, nos guste o no); en condicionarlas a ciertas exigencias (medioambientales, de calidad alimentaria, etc.) de dif¨ªcil recusaci¨®n, y en canalizar los ahorros as¨ª producidos hacia el desarrollo rural, de forma que el campo no se vea privado de tales recursos. Nada, por tanto, de dejar a los agricultores desamparados.
El actual sistema de subvenciones agrarias no es, en ¨²ltimo extremo, sino un gigantesco mecanismo de transferencia de rentas de los contribuyentes a los agricultores, en base a una serie de argumentos que, se dice, justifican la racionalidad y necesidad de dicha transferencia.
En definitiva, se trata de una opci¨®n pol¨ªtica. Si los gobernantes piensan que a los agricultores se les debe subvencionar, y los votantes contribuyentes lo aceptan, poco se puede alegar, por m¨¢s injustificado que parezca. Pero el problema es que, para instrumentar esta transferencia de rentas se ha montado un mecanismo -la PAC- que produce trastornos y perjuicios adicionales a la econom¨ªa. Al concederse las subvenciones en funci¨®n de la producci¨®n, se est¨¢ fomentando la producci¨®n por la producci¨®n, haciendo caso omiso del mercado. Los agricultores no producen seg¨²n las necesidades de ¨¦ste, a precios competitivos, sino que producen con el objetivo de obtener las subvenciones. Producen cuanto m¨¢s mejor, puesto que recibir¨¢n tanta m¨¢s subvenci¨®n cuanto m¨¢s produzcan, y ello aunque no tenga salida en el mercado por su calidad, por su precio o por su insuficiencia de demanda. Y la consecuencia es el descuido de la calidad, el encarecimiento de los precios al consumidor y la aparici¨®n de excedentes que se deben almacenar y/o exportar con restituciones (otra subvenci¨®n) en perjuicio de los pa¨ªses del Tercer Mundo, que ven cerrado el mercado europeo a sus productos, e incluso sufren esta competencia desleal en terceros mercados.
La defensa cerrada de la PAC en su actual configuraci¨®n, y el consiguiente rechazo visceral de la propuesta Fischler, se fundamentan habitualmente en algunas falacias que ser¨ªa bueno refutar. Son las siguientes:
1. La PAC beneficia a Espa?a, y ser¨ªa irracional oponerse a un mecanismo por el que Espa?a recibe fondos. Es cierto que Espa?a es receptora neta de fondos de la PAC, pero eso no significa, como parecer¨ªa a primera vista, que la PAC sea beneficiosa para Espa?a. Que lo sea o no depender¨¢ de que la utilidad de lo que se recibe sea superior a la utilidad de lo que se da. La PAC se financia b¨¢sicamente de la recaudaci¨®n por el IVA, y en ella participan tambi¨¦n los contribuyentes espa?oles (no s¨®lo los alemanes ni el resto de la UE), que de esa forma est¨¢n financiando la PAC. Y los fondos recibidos van a parar a una parte de la agricultura espa?ola (no toda). ?Contribuye ello positivamente al PIB espa?ol? El documento recientemente publicado por el C¨ªrculo de Empresarios indica que no. Si al valor final de la producci¨®n agraria le restamos las subvenciones de la PAC m¨¢s otras subvenciones poco conocidas (la subvenci¨®n al agua para usos agr¨ªcolas, la subvenci¨®n a la Seguridad Social Agraria y la menor fiscalidad del gas¨®leo B) vemos que dicho valor final neto es inferior al valor de los insumos utilizados en la producci¨®n agraria. Por tanto, la contribuci¨®n de esa agricultura al PIB es negativa. No suma puntos, sino que los resta.
Y cuando se producen bienes cuyo valor es inferior al coste (y precisamente por eso hay que subvencionarlos), parece claro que estamos ante una mala asignaci¨®n de recursos. No puede, por tanto, afirmarse que la PAC beneficie a la econom¨ªa espa?ola. M¨¢s bien la perjudica.
2. La PAC permite el sostenimiento de los peque?os agricultores. Es cierto que muchos peque?os agricultores se benefician de las subvenciones agrarias, pero los principales beneficiarios no son ellos, sino las grandes explotaciones. Actualmente, en Espa?a el 50% de los perceptores reciben menos de 1.000 euros al a?o, y s¨®lo el 0,3% de los perceptores reciben m¨¢s de 100.000 euros. Y a nivel comunitario sucede igual: el 80% de los perceptores reciben el 20% del total de ayudas, y el 20% de los perceptores reciben el 80% de las mismas.
3. Sin la PAC la agricultura espa?ola desaparecer¨ªa. Conviene recordar que la parte m¨¢s din¨¢mica de la agricultura espa?ola no recibe subvenciones (las frutas, las verduras, toda la pujante agricultura de invernadero). Son las explotaciones que ni necesitan ni necesitaron la PAC porque son eficientes y producen para el mercado. Las que s¨ª desaparecer¨ªan o tendr¨ªan que reconvertirse ser¨ªan las explotaciones ineficientes, las que producen simplemente para beneficiarse de las subvenciones, creando excedentes que el mercado no quiere a ese precio y hay que exportar a p¨¦rdida (con m¨¢s subvenciones). Las que, por ejemplo, producen lino que luego, una vez cobrada la subvenci¨®n, hay que quemar porque nadie lo quiere.
4. Sin la PAC los agricultores abandonar¨ªan el campo, y ¨¦ste se despoblar¨ªa y desertizar¨ªa. He aqu¨ª una visi¨®n falsa que identifica agricultura con naturaleza. Que yo sepa, antes de la aparici¨®n del hombre Espa?a no era un desierto. Exist¨ªan bosques y prados. Y si las tierras marginales e ineficientes se abandonan, hay alternativas de desarrollo forestal, caza, turismo rural.... A?adiendo que tales tierras, abandonada la estrategia de producir para cobrar subvenciones, se utilizar¨¢n, parte de ellas en todo caso, para otros tipos de producci¨®n que demanda el mercado. Lo que no tiene sentido es empecinarse en producir aquello en lo que no somos eficientes. Si los finlandeses no se empe?an en producir naranjas a toda costa, ?tiene sentido que los espa?oles insistamos en producir aquello para lo que no tenemos ventajas comparativas frente a otros productores? ?No ser¨ªa m¨¢s sensato comprar cereales y carne a otros, como Argentina o Brasil, y dedicar nuestros recursos a otros productos que nos resulten m¨¢s rentables?
Y respecto al despoblamiento del campo, quiz¨¢ s¨ª se produzca un paulatino descenso de la poblaci¨®n agraria (no necesariamente de la poblaci¨®n rural), pero ese proceso se ha producido, se sigue produciendo, y posiblemente se seguir¨¢ produciendo como consecuencia del aumento de la productividad en la agricultura. En 1955 hab¨ªa en Espa?a 5,4 millones de agricultores. Hoy hay 1,14 millones. Y ese trasvase proporcion¨® el capital humano para la industria y los servicios que nutri¨® el desarrollo econ¨®mico espa?ol. ?Deber¨ªamos haber luchado para que en Espa?a siguiera habiendo 5,5 millones de agricultores?
Veamos ahora las ventajas de la nueva PAC:
1. Si la ayuda que se concede a las explotaciones ya no se vincula a la producci¨®n, los agricultores ya no se ver¨¢n animados a producir simplemente para beneficiarse de tales ayudas, sino que podr¨¢n optar por no producir (en el caso de las tierras marginales) o producir lo que el mercado demanda, en condiciones de eficiencia, precio y calidad.
En el primer caso, aunque parezca absurdo, siempre ser¨¢ preferible no producir a producir lo que nadie quiere a ese precio, con la consecuencia de almacenamientos costosos que se deben exportar a p¨¦rdidas o destruir (como pas¨® con el lino, y antes, con el alcohol). Y en el segundo, el agricultor saldr¨ªa incluso beneficiado, pues a la subvenci¨®n a?adir¨ªa los beneficios de sus nuevas producciones.
2. Si los agricultores se deciden a producir lo que el mercado demanda, a precios competitivos (con los internacionales, se entiende), los consumidores ver¨¢n reducirse el coste de la cesta de la compra. La prestigiosa The Economist Intelligence Unit estim¨® que la cesta de la compra de una familia media brit¨¢nica se reducir¨ªa, en ausencia de la PAC, en un 25%. Si ello es extrapolable a la familia media espa?ola, ¨¦ste ser¨ªa el ahorro para el consumidor, y sin duda ello contribuir¨ªa a reducir las tensiones inflacionistas.
3. Por ¨²ltimo, la reforma del actual sistema de subvenciones, en la l¨ªnea de lo que el comisario Fischler propone, contribuir¨ªa al desarrollo del Tercer Mundo, cuyos productos agrarios ven hoy cerrados nuestros mercados -y otros- debidon a una producci¨®n europea subvencionada. Mucho m¨¢s eficaz que tantos planes de ayuda al desarrollo ser¨ªa que les permiti¨¦ramos trabajar, producir y vender los frutos de su trabajo.
Y a¨²n cabr¨ªa hablar de la irracionalidad e ineficiencia de un sistema como la actual PAC, que tiene nada menos que 31 mecanismos e instrumentos distintos, que lo hacen caro, dif¨ªcil de gestionar y extremadamente vulnerable a presiones y fraudes. Por no citar los mecanismos de subvenci¨®n propios de cada pa¨ªs: en Espa?a tenemos nada menos que ?668! instrumentos nacionales de ayuda a la agricultura. Pero ¨¦sa es otra historia.
Fernando Eguidazu es presidente del Comit¨¦ de Pol¨ªtica Econ¨®mica del C¨ªrculo de Empresarios.
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