Verg¨¹enza nacional
Si alguien ten¨ªa alguna duda, ayer qued¨® claro y evidente que esta fiesta la han convertido en una verg¨¹enza nacional, en un enga?o sin precedentes, en un fraude sin l¨ªmites. Los taurinos se han empe?ado en acabar con el espect¨¢culo y lo van a conseguir antes de la jubilaci¨®n.
Han acabado con el toro, han ense?ado a los toreros una falsa tauromaquia y se burlan del p¨²blico con una desfachatez de juzgado de guardia. Pero la mentira es tan burda que el p¨²blico, paciente y bendito, ya se est¨¢ cansando de tanta estafa.
La corrida fue una ruina. Toros tullidos, borrachos o enfermos, muertos en vida, de los que presumen ganaderos de post¨ªn que cr¨ªan fama y se echan a dormir. Es dif¨ªcil entender que un toro salga de chiqueros con la fuerza aparente de un tren y a los veinte segundos ruede por el albero como una pelota. Pero si eso no ocurre ni con un perro, ni con un gato, ni siquiera con una gallina, ?qui¨¦n puede explicar que ocurra con un animal poderoso y agresivo? Alguien est¨¢ mintiendo como un bellaco.
Torrestrella / Rivera, Ferrera, D¨¢vila
Toros de Torrestrella -dos fueron rechazados en el reconocimiento, y 4? y 5?, devueltos por inv¨¢lidos-, bien presentados, flojos y nobles; el primer sobrero, del mismo hierro, flojo y noble; el 2?, de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, devuelto por inv¨¢lido, y el que sali¨® en su lugar, tambi¨¦n de Boh¨®rquez, manso y peligroso. Rivera Ord¨®?ez: silencio en los dos. Antonio Ferrera: silencio en ambos. D¨¢vila Miura: aviso y vuelta; oreja. Plaza de la Maestranza, 29 de abril. 10? corrida de feria. Lleno.
Mienten los ganaderos y la empresa, pero tambi¨¦n mienten los toreros. ?Qui¨¦n ha ense?ado a torear a estas llamadas figuras? ?C¨®mo se puede venir a la Maestranza con la lecci¨®n aprendida del toreo cuajado de precauciones, sin amor propio, fuera de cacho, sin cruzarse nunca, sin cargar la suerte y sin ligar los pases? Eso es una pantomima, pero no es el toreo.
Hasta el p¨²blico, cansado despu¨¦s de tres horas de hast¨ªo insoportable, enga?¨® a D¨¢vila Miura concedi¨¦ndole una oreja de un toro noble y de largas embestidas, que llevaba los trofeos colgando, y el sevillano se limit¨® a acompa?ar el viaje sin orden ni concierto, a excepci¨®n de tres naturales que dibuj¨® su oponente. Mal sin paliativos D¨¢vila, en ¨¦se y en el anterior, sin ideas, embarullado, desconfiado y nervioso.
Aprendi¨®, sin duda, de su compa?ero Rivera, sopor¨ªfero, como un pegapases cualquiera. A Ferrera le toc¨® bailar con el lote m¨¢s feo y puso bien dos pares de banderillas: uno, al quiebro, y otro, de poder a poder. Ah, y suyas fueron unas ver¨®nicas templad¨ªsimas y dos medias de cartel a su primero, que con tanto fiasco se olvidaba lo mejor.
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