No m¨¢s Falugas
Estados Unidos tiene suficientes dificultades en el Irak conquistado como para crearse otras con el mantenimiento del orden p¨²blico. Y eso es lo que est¨¢ sucediendo con la repetici¨®n de incidentes en los que iraqu¨ªes desarmados caen bajo las balas de soldados norteamericanos, que confunden sus intenciones o temen ser v¨ªctimas de una a?agaza. Pocas cosas excitan m¨¢s las emociones que la muerte de inocentes a manos de un ej¨¦rcito extranjero, y en este sentido la matanza de Faluga va a actuar como gasolina sobre el sentimiento antiestadounidense que prevalece en Irak.
En Faluga, cerca de Bagdad, han muerto 13 personas y m¨¢s de 70 han resultado heridas de bala. Las versiones iniciales son contradictorias y confusas. Los iraqu¨ªes afirman que los centenares de manifestantes que se dirig¨ªan al anochecer hacia una escuela local utilizada como cuartel por las tropas de EE UU iban desarmados. El mando estadounidense en Qatar asegura que sus soldados respondieron a un ataque de al menos dos individuos con fusiles de asalto. La explicaci¨®n americana es lo suficientemente parca en detalles como para resultar poco cre¨ªble. Lo m¨¢s veros¨ªmil ha sido sintetizado esperp¨¦nticamente por uno de sus oficiales al se?alar la imposibilidad de distinguir entre qui¨¦n va a arrojar una piedra o una granada.
Washington debe investigar hasta el final para aclarar lo ocurrido y evitar su repetici¨®n, a lo que por otra parte le obligan las convenciones internacionales como potencia ocupante. Pero un pelda?o m¨¢s all¨¢ de esa exigencia est¨¢ la tremenda dificultad de mantener el orden p¨²blico con tropas de combate. Se ha visto hasta la saciedad en los Balcanes, Afganist¨¢n, Panam¨¢ o Hait¨ª. La guerra de Irak ha acabado con cualquier vestigio policial del r¨¦gimen derrocado y nada operativo lo ha sustituido. Los soldados, y m¨¢s a¨²n las unidades de ¨¦lite, ignoran los m¨¦todos y carecen de los medios para amedrentar sin matar. Por a?adidura, en Irak, miles de personas de toda laya permanecen armadas en el caos posterior a la guerra devastadora.
Lejos de simplificaciones, la tragedia de Faluga pone de relieve el hecho crucial de que los ej¨¦rcitos vencedores han de transformarse forzosamente durante un tiempo en polic¨ªas y pacificadores. Es un camino complejo que exige nuevas reglas, el buen juicio militar y una combinaci¨®n acertada de cometidos y fuerzas capaces de desempe?arlos, y m¨¢s dif¨ªcil de hacer si se ignora casi todo sobre los conquistados, desde su lengua a sus costumbres. Pero es un camino que Washington, con un pedigr¨ª nulo en este terreno, habr¨¢ de recorrer muy r¨¢pidamente si pretende un aceptable desenlace pol¨ªtico de su aplastante victoria militar.
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