Maquiavelo en M¨¦xico
"Qu¨¦ es la soberan¨ªa, cu¨¢ntas especies hay, y c¨®mo se adquiere, se conserva o se pierde". Investigar sobre semejantes cosas era el prop¨®sito que hace ya casi quinientos a?os anim¨® a Nicol¨¢s de Maquiavelo a escribir El pr¨ªncipe, cuya vigencia de cinco siglos habla por s¨ª sola de las cualidades de la obra. Seg¨²n contaba a su amigo Vettori en una famosa carta, redact¨® el libro en la vigilia de su soledad, durante el crep¨²sculo de unos d¨ªas inciertos cuyas horas mataba conversando con gentes del pueblo y leyendo poes¨ªa. Encerrado consigo mismo en su estudio, se dedicaba luego durante horas a un di¨¢logo provechoso con las ense?anzas de la historia, de las que naci¨® el op¨²sculo de referencia.
LA SILLA DEL ?GUILA
Carlos Fuentes
Alfaguara
Madrid, 2003
352 p¨¢ginas. 16,50 euros
La ¨²ltima novela de Carlos Fuentes, La Silla del ?guila, trata de responder a las mismas interrogantes que las del florentino: ?qu¨¦ es el poder, c¨®mo se obtiene, se mantiene o se destruye? Y al igual que Maquiavelo, tambi¨¦n Fuentes bucea en la historia -en este caso, la de M¨¦xico-, se inspira en su presente y se recrea en su futuro para entretejer un relato del que resultan menos interesantes las an¨¦cdotas improbables -o quiz¨¢ no tanto- que imagina, que las irrefutables categor¨ªas en las que se complace: "La realpolitik es el culo por el que se expele lo que se come" o "el poder es una terrible suma de deseos y represiones, de ofensas y defensas" son frases que pueden servir de ejemplo respecto a muchas otras sentencias parecidas de las que est¨¢ plagado el libro, ora puestas en la boca de un sabio local, ora en la sugerente lengua de una cortesana de lujo, de un general golpista o de un leguleyo ambicioso. Fuentes ha elaborado la narraci¨®n con habilidad de maestro, hilvanando di¨¢logos y situaciones a trav¨¦s de m¨²ltiples cartas que se entrecruzan los protagonistas. La acci¨®n se sit¨²a en el a?o 2020, los americanos han invadido Colombia y boicoteado los sistemas inform¨¢ticos de M¨¦xico, de modo que el pa¨ªs se queda sin comunicaciones y los protagonistas de la historia se ven forzados a utilizar el g¨¦nero epistolar. El ingenioso rompecabezas de misivas y recados, del que es posible encontrar precedente en una deliciosa novela policiaca de Max Aub, acaba por convertirse en alucinante pasatiempo. El lector se ve inducido, casi sin propon¨¦rselo, a participar en un crucigrama de pasiones que los personajes van entrelazando, hasta quedar convertido as¨ª en otro protagonista de la novela. ?sta, por lo dem¨¢s, se desarrolla a los compases de un aut¨¦ntico mariachi de conspiraciones grandes y peque?as, en cuya urdimbre Fuentes no renuncia a ninguna de las artes del oficio que tan bien maneja: la farsa, el esperpento, la iron¨ªa, el humor, la reflexi¨®n, la historia, el an¨¢lisis, la guasa, el sexo, el amor, todo se ve mezclado, entrelazado, enrevesado, en un texto que a la postre s¨®lo nos habla del poder, del poder pol¨ªtico en su estado puro, de su persecuci¨®n y de su miseria, y del destino de las gentes que est¨¢n dispuestas a morir y a matar por ¨¦l.
La Silla del ?guila ha ocupa
do durante semanas el primer puesto de los libros m¨¢s vendidos en el mercado mexicano. No son pocos los comentaristas que creen ver en ¨¦l una cr¨ªtica de la actual situaci¨®n del pa¨ªs, una negra premonici¨®n sobre el futuro que le aguarda y un sarc¨¢stico an¨¢lisis de la clase pol¨ªtica que lo gobierna. Sin duda, todos esos elementos est¨¢n ah¨ª, y una primera lectura por parte de quien conozca los entresijos y las comidillas en que anda enredada aquella comunidad puede hacer suponer que nos hallamos ante una parodia pertinente de personas y cosas que todo el mundo conoce en el Distrito Federal. Pero pasado el fuego de artificio, que deslumbrar¨¢ menos a los que no conozcan M¨¦xico y sus circunstancias, despojados los personajes de sus folcl¨®ricos atav¨ªos, entre los que descuella una multitud de nombres y apodos cuya riqueza expresiva justificar¨ªa por s¨ª sola el leer esta novela -recordemos, por ejemplo, a Tom¨¢s Moctezuma Moro-, queda la reflexi¨®n duradera y amarga sobre las cuestiones que dieron origen a la interrogaci¨®n de Maquiavelo, la reiterada confusi¨®n entre la raz¨®n de Estado y los intereses particulares, la vivencia del amor y el sexo como admin¨ªculos uncidos al ejercicio del poder, y la amarga reflexi¨®n sobre las miserias que ¨¦ste comporta, independientemente de su legitimidad de origen o ejercicio.
Fuentes es un escritor proteico, descomunal, uno de los grandes de la actual literatura castellana y, sin duda alguna, el m¨¢s influyente de los intelectuales mexicanos de esta hora. Se puso a escribir La Silla del ?guila despu¨¦s de una conversaci¨®n con el presidente Clinton que se preguntaba sobre c¨®mo resolver el problema de la sucesi¨®n presidencial, caso de muerte o incapacidad del primer mandatario, en un pa¨ªs sin la instituci¨®n de la vicepresidencia. El escritor explic¨® al pol¨ªtico que la ausencia de un vicepresidente en la lista del protocolo mexicano evitaba las permanentes conspiraciones tendentes a acabar con la vida del m¨¢s alto magistrado para ocupar su puesto. Luego, se puso a escribir este relato de tintes modernistas en cuya redacci¨®n ha debido disfrutar mucho, tanto o m¨¢s que quienes se zambullen en su lectura. La obra revela un gran conocimiento del derecho constitucional y de la historia del pa¨ªs por parte de su autor, y est¨¢ trufada de gui?os, de insinuaciones, de bromas, de modo que el lector viaja por ella como en un carrusel, continuamente embaucado por los giros inesperados del argumento y el espect¨¢culo de luz y sonido que lo envuelven. S¨®lo al final, en el ¨²ltimo cap¨ªtulo, se abre un par¨¦ntesis misterioso y tierno en el que el escritor c¨¢ustico, el articulista mordaz y el implacable cr¨ªtico de corrupciones y apa?os que es Fuentes, da rienda suelta a la nostalgia y angustia que emanan de un pa¨ªs que pudo ser pero al que no le dejan.
Maquiavelo termi n¨® su pron
tuario sobre las obligaciones y responsabilidades del pr¨ªncipe con unos versos de Petrarca en los que apelaba al valor patri¨®tico de los italianos; Carlos Fuentes encabeza su epistolario sobre la presidencia mexicana con una ranchera popular que todos hemos cantado miles de veces a uno y otro lado del Atl¨¢ntico, pero las ra¨ªces populares de su relato en nada desdicen de la complicaci¨®n de la pol¨ªtica florentina. Porque de lo que nos hablan ambos es de la autonom¨ªa de la pol¨ªtica frente a las convicciones ¨¦ticas: el primero para defenderla, el segundo para describirla. Al fin y al cabo, no hacen sino recordarnos, cada uno a su manera, que en todo pa¨ªs y tiempo el ¨¢guila ha de pedir permiso antes de subirse al nopal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.