"El gran poder de la novela es darle al mundo lo que le falta"
Es el escritor m¨¢s mexicano. Desde su ya m¨ªtica novela, La regi¨®n m¨¢s transparente, escrita en 1958, hasta La Silla del ?guila, su ¨²ltima creaci¨®n literaria, la voz narrativa de Carlos Fuentes ha seguido explorando en la identidad cultural de su pa¨ªs. De ese M¨¦xico que le ha hecho barroco, hondo, experimental y, pese a su modernidad innegable, el m¨¢s fiel seguidor de su tradici¨®n cultural. La mezcla en Fuentes es explosiva. A partir del mito y la tradici¨®n, y sin abandonar su dimensi¨®n cr¨ªtica, el narrador ha edificado una est¨¦tica vanguardista que confiere a sus novelas una enorme potencia expresiva que, adem¨¢s, siempre ha estado en ¨¦l al servicio de la imaginaci¨®n. "El alambique y el cohete", dijo de su lenguaje Octavio Paz; "un lenguaje minado", a?adir¨ªa a su vez el cubano Severo Sarduy, y es que la finura intelectual y estil¨ªstica del autor de Aura corren parejas a su capacidad de fabulaci¨®n y a esa valent¨ªa pol¨ªtica que ha hecho de Fuentes un escritor comprometido. La Silla del ?guila, una tensa trama protagonizada por pol¨ªticos corruptos, carentes de principios y devastados por su propia ambici¨®n, nos devuelve a un autor cuya obra es una de las m¨¢s importantes de la narrativa en espa?ol.
"La conciencia c¨ªvica durante la guerra de Irak le da a Espa?a un momento de gloria que se tiene que traducir en t¨¦rminos pol¨ªticos"
"Si en Am¨¦rica Latina supi¨¦ramos trasladar a la pol¨ªtica las virtudes de nuestra literatura, estar¨ªamos entre los principales pa¨ªses del mundo"
PREGUNTA. A pesar de su cosmopolitismo y versatilidad, M¨¦xico sigue siendo el referente absoluto en su obra. ?Por qu¨¦?
RESPUESTA. Quiz¨¢ porque fui un ni?o que creci¨® fuera de M¨¦xico. Mi padre era diplom¨¢tico, y viv¨ª en Washington, en Buenos Aires, en R¨ªo de Janeiro... Pero pasaba los veranos con mis abuelos en M¨¦xico, y las abuelas son las mejores fabuladoras del mundo. He estado muy obsesionado por esta necesidad de explicarme un pa¨ªs tan barroco, un pa¨ªs cuya ense?a podr¨ªa ser: para qu¨¦ hacer las cosas simples si las podemos hacer complicadas.
P. ?Realmente es tan complejo?
R. S¨ª, desde los aztecas. En M¨¦xico no hay posibilidad de simplificar y por eso siempre represent¨® un enigma para m¨ª. Me parec¨ªa que hab¨ªa all¨ª una monta?a de oro para la narrativa. Pens¨¦ que en cuanto a espacio geogr¨¢fico e hist¨®rico, ¨¦se era el que me correspond¨ªa. Ahora bien, en cuanto a espacio est¨¦tico no, no estoy limitado a algo que ser¨ªa una est¨¦tica mexicanista. La novela es un fen¨®meno mundial y no conoce fronteras. ?Qui¨¦n puede escribir una novela sin haber asimilado a Joyce, a Faulkner, a Hermann Broch y a todos los maestros que le¨ª desde muy joven? Yo no ten¨ªa una f¨®rmula para hablar de M¨¦xico tal como la hab¨ªa en el siglo pasado, que hab¨ªa que ser naturalista o realista. Ya Rulfo rompi¨® eso. Se dijo: "?sta es una novela de la revoluci¨®n mexicana, pero yo la voy a escribir como una historia de fantasmas, como un sue?o y como un mito". Yo creo que los parteaguas de la novela mexicana son Rulfo, con Pedro P¨¢ramo, y Agust¨ªn Y¨¢?ez, con El filo del agua. Ambos comprendieron que todos los modelos e influencias de la novela moderna, de su cultura del tiempo y del espacio, de la circularidad, le conven¨ªan a una historia que ocurriese en M¨¦xico. De acuerdo con esas normas escrib¨ª La regi¨®n m¨¢s transparente y La muerte de Artemio Cruz.
P. Y de aquella regi¨®n tan transparente y del recorrido de la revoluci¨®n en
La muerte de Artemio Cruz, llegamos a La Silla del ?guila, una desesperanzada trama de ambici¨®n y corrupci¨®n pol¨ªticas. ?El tiempo es el gran destructor?
R. El tiempo crea y recrea, pero no es solamente un destructor, es, sobre todo, el presente. Creo que el tiempo absoluto es el del presente, en ¨¦l recordamos el pasado, y es en el presente donde deseamos. De manera que siempre estamos en el presente, pero lo que no podemos hacer es perder la memoria o el deseo. Ahora, los grados de presencia del pasado y del futuro, de la memoria y del deseo, pueden variar de acuerdo con la novela. En La Silla del ?guila me he ido a los s¨®tanos de la pol¨ªtica. Supongamos que la pol¨ªtica es un edificio de diez pisos. En el mirador m¨¢s alto puede haber grandes estadistas -que los hay y los respeto mucho-, luego estar¨ªan, como en el piso quinto, los operadores intermedios, y luego est¨¢n los s¨®tanos. Toda pol¨ªtica -americana, mexicana, argentina, espa?ola, francesa o inglesa- tiene su s¨®tano, y es ah¨ª donde me he situado. Uno sabe que esos s¨®tanos existen y tambi¨¦n que la pol¨ªtica se manipula a esos niveles de intriga, de zancadillas y de mentiras. Esto es parte del quehacer pol¨ªtico a su nivel m¨¢s bajo. ?Quisi¨¦ramos que la pol¨ªtica fuese siempre la gran idea de la polis aristot¨¦lica! Pero no lo es, y en esta novela estoy en ese nivel. Y situado en un sistema que ya no es el del PRI, porque esta novela la ten¨ªa pensada desde hac¨ªa veinte a?os.
P. ?Por qu¨¦ decide finalmente escribirla?
R. El presidente Clinton me dio la clave. Cuando empec¨¦ la novela la imagin¨¦ como una novela pol¨ªtica centrada en los a?os del PRI, con los problemas de la sucesi¨®n presidencial, el dedazo, el encapuchado y todo eso. Pero de repente hubo un cambio en M¨¦xico: se produjo una alternancia democr¨¢tica, y entonces ?en qu¨¦ se convert¨ªa mi pobre novela? Clinton me pregunt¨® una vez que por qu¨¦ no hay vicepresidente en M¨¦xico, y le dije: "Porque cuando lo hubo, en el siglo XIX, el vicepresidente se dedicaba a darle golpes de Estado al presidente de turno. Entonces se elimin¨® la figura". Y ¨¦l me dijo: "?Y entonces qu¨¦ pasa si un presidente de M¨¦xico muere en ejercicio?". Y me di cuenta que ah¨ª estaba el tema.
P. Le¨ªda su novela con el trasfondo de la guerra de Irak casi perd¨ªa su dimensi¨®n de ficci¨®n, hasta el apag¨®n y el boicot a las comunicaciones que imagina en
La Silla del ?guila ocurrieron en Bagdad.
R. Y m¨¢s a¨²n. La novela empieza con un voto de M¨¦xico contrario a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, y en consecuencia iba a haber represalias. ?De d¨®nde me iba yo a imaginar que as¨ª iba a ser!
P. ?Qu¨¦ le parece la posici¨®n de M¨¦xico en esta guerra?
R. Me parece excelente, creo que el presidente Fox ha tenido un gran acierto. Todos en M¨¦xico sabemos que los principios y los beneficios son lo mismo. Mucha gente dice que no nos conviene pelearnos con Estados Unidos porque ello es contrario a los intereses del pa¨ªs. Pero el presidente entendi¨® que los intereses y los principios eran gemelos. Una cosa es nuestra relaci¨®n bilateral con Estados Unidos, que es muy complicada, y otra nuestra posici¨®n multilateral ante la comunidad internacional. Mire, hemos votado contra los americanos en Guatemala, Cuba, Nicaragua, Chile, Panam¨¢, Granada..., nunca nos ha pasado nada. Y no nos ha pasado nada porque la interdependencia de los pa¨ªses es tal que si los americanos le hacen algo a M¨¦xico crean una inestabilidad de tal calibre que Sadam Husein se convierte en Alicia en el pa¨ªs de las maravillas. ?Cu¨¢l amenaza? Amenaza puede ser el sur de la frontera, pero una frontera sur insegura o una frontera norte insegura es algo que canadienses y mexicanos nos sabemos de memoria. Nosotros podemos actuar internacionalmente con independencia, porque Estados Unidos no nos puede hacer nada, absolutamente nada.
P. Por oposici¨®n, ?qu¨¦ opina de la postura de Espa?a?
R. Espa?a ha estado espl¨¦ndida en las calles. Que tanto la informaci¨®n como las manifestaciones p¨²blicas hayan dado este espect¨¢culo de conciencia ciudadana ha sido extraordinario y nos ha llenado de admiraci¨®n a todos. No voy a hablar del Gobierno, pero quiero subrayar el hecho formidable de que ha habido informaciones en Espa?a que no han aparecido en Estados Unidos. La combinaci¨®n extraordinaria de buena informaci¨®n y conciencia c¨ªvica le dan a Espa?a un momento de gloria que se va a tener que traducir en t¨¦rminos pol¨ªticos tarde o temprano.
P. ?Por qu¨¦ ha situado la novela en 2020? ?Hablar del presente desde el futuro le facilita las cosas?
R. Claro, porque si la sit¨²o en 1980 o 1990 estoy sujeto a la realidad pol¨ªtica del momento, a la presidencia de Salinas, por ejemplo, estoy metido ah¨ª y no puedo escaparme, y si la sit¨²o ahora estoy sujeto a las peculiaridades del Gobierno de Vicente Fox. En cambio, en 2020, la imaginaci¨®n puede jugar con m¨¢s libertad. Muchos han tratado de identificar a los personajes de La Silla del ?guila y no lo logran porque no estoy retratando a nadie de la pol¨ªtica actual.
P. ?Y por qu¨¦ ha elegido a una mujer como catalizador de todos esos personajes pol¨ªticos?
R. En primer lugar, porque, como sabe, siempre ha habido un machismo rampante en M¨¦xico. Me criticaban mucho Artemio Cruz porque dec¨ªan que era una novela machista. Y s¨ª, lo era, porque M¨¦xico es un pa¨ªs machista, Artemio Cruz ten¨ªa que ser el jefe, el se?or condomero, como dec¨ªa Pancho Villa, el que hace lo que le sale de los huevos. Pero ha habido un cambio enorme en la vida mexicana que es el ascenso de la mujer a puestos p¨²blicos y profesionales. Est¨¢n en la educaci¨®n, en las disciplinas cient¨ªficas, en el periodismo... Y pens¨¦ que si quer¨ªa darle a la novela un sentido de futuro creativo y probable, el personaje ten¨ªa que ser una mujer. Mar¨ªa del Rosario Galv¨¢n es la que manipula, la que lleva, la que trae, la que concede, la que impide, la que...
P. Y la que realmente tiene esa visi¨®n del futuro, ?no?
R. La visi¨®n del futuro y, al fin y al cabo, la vida interna m¨¢s rica. Eso se ve al final de la novela, no antes, pero hay un fondo humano en Mar¨ªa del Rosario Galv¨¢n, una historia familiar, un hijo, una serie de cosas que ella misma est¨¢ escondiendo. Cuando al principio le dice a Nicol¨¢s Valdivia: "Todo es pol¨ªtica, el sexo tambi¨¦n es pol¨ªtica...". Dice tambi¨¦n una cosa muy reveladora: "La pol¨ªtica es la actuaci¨®n p¨²blica de pasiones privadas". Y ¨¦ste es su caso. Tiene una pasi¨®n privada que vamos descubriendo, una pasi¨®n que no la pod¨ªa entregar de principio. Yo quer¨ªa que el lector fuese descubriendo conmigo la humanidad de ese personaje central, que adem¨¢s tiene muchos antecedentes literarios. Alguien me preguntaba hace unos d¨ªas si era mi Madame de Merteuil de Las relaciones peligrosas, y lo es un poco, como tambi¨¦n es mi Sanseverina de La Cartuja de Parma y la Julia de Los Idus de Marzo, de Thornton Wilder, estas mujeres que juegan un papel m¨¢s o menos visible pero central en la vida pol¨ªtica.
P. ?Cree realmente que la pol¨ªtica es la proyecci¨®n de las pasiones privadas en lo p¨²blico?
R. Esto lo vio Maquiavelo con una claridad meridiana. Cuando ¨¦l habla de necesidad, de virtud, o de fortuna -que son los tres pilares de su teor¨ªa pol¨ªtica- est¨¢ hablando de pasiones privadas que se elevan al nivel p¨²blico. Pero finalmente hay un factor personal que puede coadyuvar o puede arruinar el edificio que sustentan esas tres columnas y que puede desbordarse por el ego¨ªsmo, el crimen o la concupiscencia. La virtud puede negarse a trav¨¦s de la hipocres¨ªa, de la mentira o la fortuna, que puede ser, dice el muy mis¨®gino de Maquiavelo, igual que una mujer, desleal y s¨®lo digna de que se le azote.
P. Hay pasajes muy er¨®ticos. ?Qu¨¦ papel juega el erotismo en la novela?
R. Un papel muy grande. Yo participo de la idea de Bataille de que una cosa es el sexo y otra es el erotismo. El sexo es la relaci¨®n carnal de dos seres vivos. El erotismo, para Bataille, es algo que s¨®lo existe en la muerte, es la nostalgia del sexo cuando se ha perdido a la pareja. ?l pone como ejemplo las Cumbres borrascosas de Emily Bront?. Tenemos un gran ejemplo mexicano: Pedro P¨¢ramo y su relaci¨®n con Susana Sanju¨¢n. En el erotismo hay una ausencia. Puede que esa ausencia sea en vida y puede que, en esta novela, el erotismo que existe sea por el distanciamiento que hay a veces entre los personajes, por la negativa de Mar¨ªa del Rosario a tener una relaci¨®n sexual. Es erotismo en el sentido de que ella est¨¢ jugando a la muerte en vida, en cuanto a relaci¨®n sexual se refiere. No hay realmente la cercan¨ªa carnal que el sexo exige, hay la distancia que el erotismo demanda.
P. Por momentos, cuando le¨ªa la novela ten¨ªa la impresi¨®n de que el narrador se identifica con Mar¨ªa del Rosario. ?Es as¨ª?
R. S¨ª, yo quiero mucho a Mar¨ªa del Rosario. ?Sabe lo que me pasa en M¨¦xico? Se me acercan muchas mujeres y me dicen: "Qu¨¦ antip¨¢tico personaje, qu¨¦ mujer cruel, manipuladora, nos has humillado con ese personaje". Los hombres me dicen: "Oye, ?cu¨¢ndo me la presentas?".
P. Mar¨ªa del Rosario es el personaje m¨¢s humano de la novela. Est¨¢ ese cap¨ªtulo final en el que la lluvia sobre la ciudad de M¨¦xico parece que le devuelve la pureza a ella y la transparencia a la ciudad.
R. Hay algo que valoro sobre todo en la vida: la atenci¨®n que debemos prestar a los dem¨¢s. Yo creo que uno de nuestros grandes pecados es haber dejado pasar el momento de tomar la mano de alguien, de haber prestado atenci¨®n a quien nos la estaba pidiendo. Y en esta novela abunda la gente que s¨®lo se presta atenci¨®n a s¨ª misma porque son pol¨ªticos en busca del poder. Y hay un momento en que Mar¨ªa del Rosario, a trav¨¦s de la ciudad, del Valle de M¨¦xico, del pasado del pa¨ªs, de su propia memoria, presta esa atenci¨®n, y por eso ese pasaje redime al personaje.
P. ?Y qu¨¦ simboliza ese pobre ni?o del cap¨ªtulo final?
R. El drama humano. Ese ni?o simboliza la atenci¨®n que le debemos a los dem¨¢s, la necesidad que clama por ser atendida, toda la gente que nos est¨¢ diciendo dame la mano, m¨ªrame, no nos evites con la mirada. Hemos visto a este ni?o sin brazos que ha perdido a toda su familia en Irak, y es su imagen la que ha quedado como la imagen de esta guerra. Igual que esa ni?a incendiada por el napalm qued¨® como la imagen de la del Vietnam. Son s¨ªmbolos extremos de una de las peores cosas de la vida, que es el ser sordos ante el clamor de los otros. Estamos evitando con la mirada lo que no nos gusta. Y yo quer¨ªa que en esta novela hubiera ese llamado final a trav¨¦s de ese ni?o con las manos amarradas atr¨¢s, pidiendo atenci¨®n: "?Por qu¨¦ me tienen aqu¨ª, por qu¨¦ no me dejan desarrollarme, por qu¨¦ no me dejan ser yo?".
P. Una vez m¨¢s es el gesto individual el que prima sobre cualquier situaci¨®n pol¨ªtica, el que hace que volvamos a sentirnos humanos.
R. S¨ª, es ese gesto individual que nos devuelve la humanidad. Yo creo que una novela es la creaci¨®n de una realidad supletoria que suple las faltas de nuestra individualidad y de nuestra sociedad. La novela nos est¨¢ se?alando lo que no est¨¢ all¨ª, lo que no existe en la realidad, pero en el momento en que lo expresa la novela, ya est¨¢ en cierto modo en la realidad. ?ste es el gran poder de la novela: darle al mundo lo que le falta. A?adir al mundo lo que no estaba en el mundo, por lo que estaba clamando y no sab¨ªa c¨®mo encontrarlo.
P. ?Qu¨¦ le ha proporcionado el g¨¦nero epistolar en esta trama?
R. La posibilidad de darle una objetividad a los eventos sin implicar la voz del narrador. Las distintas voces que hablan te pueden enga?ar, enmascararse, pero, definitivamente, ninguno de estos personajes tiene la voz del novelista. Y eso que aparece en todas las novelas, la voz del novelista, aqu¨ª no la oyes.
P. "No hay racionalidad que logre imponerse en M¨¦xico", dice S¨¦neca, uno de los personajes m¨¢s interesantes de la novela. ?Es una afirmaci¨®n pesimista?
R. M¨¦xico ha estado afanoso por conquistar la racionalidad europea, y hay toda una cultura en busca de esa racionalidad. Por eso fuimos primero seguidores de la Ilustraci¨®n francesa, luego positivistas y despu¨¦s seguidores de las filosof¨ªas pragm¨¢ticas norteamericanas. Siempre hemos buscado una filosof¨ªa que apoye el af¨¢n de racionalidad de un pa¨ªs que sabe que tiene un trasfondo m¨ªtico, irracional, m¨¢gico, inexplicable, lo que es, por otra parte, su gran atractivo, aunque para muchos mexicanos sea su gran lastre. No podemos ser un pa¨ªs moderno porque venimos arrastrando toda esta carga mitol¨®gica desde el origen de los siglos. M¨¦xico tiene una cultura con tres mil a?os de existencia, y esa cultura no naci¨® del racionalismo, no naci¨® de un tiempo lineal, como les gustar¨ªa a los racionalistas mexicanos, naci¨® de un tiempo circular que se muerde la cola como la serpiente emplumada, de un tiempo que asciende en espirales. M¨¦xico es la sede de muchos tiempos, de muchas civilizaciones, de muchas maneras de ser y no se puede reducir a la simple racionalidad. Adem¨¢s, hemos vivido un siglo en el que en nombre de la raz¨®n se han cometido los peores cr¨ªmenes. ?Qui¨¦n iba a decir que en la patria de Kant, de Goethe, iba a nacer el nacionalsocialismo, la irracionalidad criminal m¨¢s brutal? M¨¢s vale tener un grado m¨ªtico e irracional, una diversificaci¨®n de sentido del tiempo y de la l¨®gica, para tener una cultura m¨¢s equilibrada.
P.?Cree que se puede conseguir ese equilibrio?
R. M¨¦xico lo puede conseguir. No lo hemos alcanzado por nuestro enamoramiento de una raz¨®n que no es nuestra finalmente, que es imitativa y derivativa. Pero tampoco podemos caer en un mundo puramente mitol¨®gico. Entonces, ?d¨®nde encontramos el equilibrio? Yo creo que lo encontramos sobre todo en la literatura. La poes¨ªa mexicana en gran medida lo logra. Hay poemas de Octavio Paz que tienen ese equilibrio. Tambi¨¦n lo logran Pacheco y Juan Rulfo y Alfonso Reyes y Vasconcelos, con toda su locura. Creo que los nuevos novelistas tambi¨¦n lo est¨¢n consiguiendo. Si lee la novela de Xavier Velasco, Diablo Guardi¨¢n, el reciente Premio Alfaguara, ver¨¢ que all¨ª hay un elemento de locura, de irracionalidad mexicana muy palpable, muy interesante. ?l no est¨¢ pretendiendo ser un fil¨®sofo de la Ilustraci¨®n francesa ni del positivismo, sino un mexicano que le da apertura a todo ese mundo de sensaciones avasallantes, diversas, que constituyen M¨¦xico. ?C¨®mo no aprovecharlas, c¨®mo no enriquecernos con todo esto en vez de tratar de someternos a una sola l¨ªnea, a una l¨®gica, positivista, que es lo que quisieran muchos mexicanos para sentirse realmente seres racionales europeos? No lo somos, tenemos otras influencias m¨¢gicas.
P. Los viejos fantasmas siguen materializ¨¢ndose. Pero, ?c¨®mo actuar frente a lo concreto del imperialismo o frente a la dependencia de su pa¨ªs respecto a Estados Unidos?
R. Estamos pasando por un momento de grave crisis porque, pr¨¢cticamente en todos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, hay reg¨ªmenes democr¨¢ticos, pero la gente se dice: "Tenemos la democracia, pero ?d¨®nde est¨¢ el trabajo, la salud, d¨®nde est¨¢ una cultura que surja de nosotros y no nos sea impuesta?". Poder equiparar la democracia como evento electoral con beneficios sociales concretos es la gran urgencia, porque corremos el riesgo de que si la democracia no entrega sus beneficios, la gente diga: "Ah, entonces m¨¢s vale regresar a las dictaduras. El autoritarismo era m¨¢s eficaz", y ser¨ªa un drama espantoso. Se trata de reforzar la democracia con actos concretos. ?Y a partir de d¨®nde? A partir de lo m¨¢s valioso que tiene Am¨¦rica Latina: su capital humano. Vivimos en un continente de capital humano subempleado, dependemos de inversiones de capital, de pr¨¦stamos del Fondo Monetario Internacional... Pero no le damos confianza a nuestra gente, no decimos: "A partir de la aldea se puede crear un gran pa¨ªs a trav¨¦s de infraestructuras, salud, educaci¨®n, desde abajo hacia arriba". Esto implicar¨ªa una cultura de la legalidad que a¨²n no tenemos en M¨¦xico. ?Por qu¨¦ se van a Estados Unidos los trabajadores? No por falta de trabajo, sino porque est¨¢n sujetos al mundo de la ilegalidad, del cacique corruptor, de los explotadores, y tienen que largarse. Mientras haya una cultura de la ilegalidad no habr¨¢ una cultura de la democracia.
P. ?Y d¨®nde cabe su principio de esperanza?
R. La esperanza cabe en gran medida porque hay literatura, porque pueden existir todos los problemas que se quiera, pero hay una literatura potente. Puede haber graves fracturas, grandes desastres en la econom¨ªa y en la pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina, pero donde no hay ninguna fractura es en la continuidad cultural, en eso nunca hemos fallado, siempre hemos tenido una gran literatura, una gran pintura; ahora, un gran cine, una gran arquitectura. La pol¨ªtica es fragmentaria y fragmentada, pero la cultura no lo es. Si fu¨¦ramos capaces de trasladar las virtudes de nuestra cultura a la vida pol¨ªtica y econ¨®mica de nuestros pa¨ªses, estar¨ªamos entre los principales del mundo, porque tenemos todo para serlo.
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