Jefes sin l¨¢tigo
Del Bosque e Irureta defienden la diplomacia frente a la mano dura para sofocar los conflictos en sus plantillas
Los dos han tenido que soportar destempladas quejas y ostentosos gestos de desaire de jugadores. Uno de ellos, Javier Irureta, hasta estuvo a punto de ser agredido en p¨²blico por un futbolista. El otro, Vicente del Bosque, maneja la m¨¢s grande concentraci¨®n de egos futbol¨ªsticos del planeta. Pero ambos se han separado del modelo marcial que suele exigirse a los entrenadores. Donde muchos sacan el l¨¢tigo y fustigan al rebelde con castigos ejemplares, los t¨¦cnicos de Madrid y Depor prefieren zanjar los conflictos por v¨ªa diplom¨¢tica. Los resultados avalan su m¨¦todo.
Hasta un chico como Portillo, con 20 a?os y nula trayectoria en el f¨²tbol de ¨¦lite, se atreve a reclamarse titular en el Madrid. Antes fueron Guti o Ronaldo, molesto por sus sustituciones, o Morientes, que se neg¨® a saltar a jugar un partido porque ya s¨®lo quedaban tres minutos. Una experiencia as¨ª tambi¨¦n le ha tocado vivir a Irureta estos d¨ªas con Donato, que se neg¨® a acudir a un viaje. Pero ninguna maniobra sediciosa ha derribado hasta ahora la flema del t¨¦cnico madridista. Como Irureta, Del Bosque ha reaccionado a cada desaf¨ªo de la misma forma: con mucha mano izquierda y ninguna estridencia.
"Los que piden castigos para los jugadores me recuerdan a cuando se pon¨ªa a los ni?os en el colegio de rodillas contra la pared con las manos en cruz", dice el t¨¦cnico madridista. "Esa ¨¦poca, gracias a Dios, ya ha pasado". Del Bosque es de los que cree que la autoridad no se impone a golpe de fusta. El entrenador, en su opini¨®n, se gana el respeto o bien por su inteligencia y sus conocimientos o bien por su car¨¢cter recto y por la justicia de sus decisiones. "Cuando hay un acto de indisciplina, el que se retrata es el jugador", subraya. "Lo ¨²nico importante es que no se cuestione qui¨¦n toma las decisiones. Todo depende del car¨¢cter de cada entrenador. Y a m¨ª no me sale de otra manera".
En eso coincide Irureta. "Son formas de ser", conviene el t¨¦cnico del Deportivo. "Yo, por ejemplo, nunca fui expulsado como jugador". La lista de futbolistas que le han lanzado desaf¨ªos p¨²blicos o con los que ha mantenido fuertes discusiones es casi interminable: Djalminha -que le propin¨® un leve cabezazo en un entrenamiento-, V¨ªctor, Trist¨¢n, Makaay, Donato, H¨¦ctor, Luque, Duscher... Y a pesar de todo, insiste: "?ste no es el peor vestuario que he tenido. Aqu¨ª tambi¨¦n hay calidad humana".
De todos los conflictos que ha sufrido Irureta, s¨®lo uno, el reciente plante de Donato, parece que va a acabar con una sanci¨®n econ¨®mica. Ni siquiera Djalminha fue castigado, aunque acabase abandonando el equipo para ir cedido al Austria de Viena. "Cuando ocurri¨® aquello, faltaban dos partidos para acabar la Liga y nos jug¨¢bamos mucho", recuerda el t¨¦cnico. "Yo me pod¨ªa haber puesto duro, pero s¨®lo hubiese logrado m¨¢s titulares de prensa y seguramente hubiese enrarecido el ambiente de la plantilla". Seg¨²n Irureta, como en todos los grupos hay afinidades personales, el castigo a uno de sus componentes acarrea cierto malestar colectivo. Y el t¨¦cnico echa mano de un viejo principio: "Lo fundamental, es resolver las cosas dentro del vestuario, con di¨¢logo y comprensi¨®n. A veces hay que entender las reacciones espont¨¢neas de los jugadores. Yo he actuado as¨ª, con el apoyo del presidente Lendoiro, y creo que los resultados no son malos. El l¨¢tigo, a la larga, s¨®lo conduce a la incomunicaci¨®n. Y lo s¨¦ por mi experiencia de jugador". Otra cosa son las indisciplinas pertinaces. En esos casos, apunta, "lo mejor es tomar decisiones al final de la temporada".
Cuando habla de di¨¢logo, Irureta establece sus l¨ªmites y admite que sus ideas al respecto han cambiado con los a?os. "Al principio, trataba de explicar todas mis decisiones", confiesa. Pero ya durante sus inicios en el banquillo del Logro?¨¦s empez¨® a comprobar que se estaba metiendo en un charco. En un partido contra el Madrid, se sinti¨® obligado a justificar la suplencia de un jugador coment¨¢ndole que quer¨ªa establecer una vigilancia especial sobre Schuster. La respuesta del futbolista fue increparle delante de toda la plantilla. Al primer entrenamiento tras el partido, Irureta lo llam¨® aparte y le pidi¨® explicaciones sobre su actitud. "Me qued¨¦ perplejo", relata. "Me respondi¨® que era la primera vez que televisaban un partido del Logro?¨¦s y que todo su pueblo estaba pendiente de verlo". Poco despu¨¦s, un buen amigo, el actual seleccionador, I?aki S¨¢ez, acab¨® de convencerlo: "Jabo, no todos los jugadores est¨¢n preparados para que les des explicaciones".
Actitudes como las de Irureta y Del Bosque tienen un coste personal: las salidas de tono de los jugadores dan munici¨®n a los titulares de prensa y retratan a ojos del p¨²blico la figura de un jefe cuestionado. Pero a ellos no les interesa esa clase de duelos medi¨¢ticos. "Muchas veces", precisa Del Bosque, "los castigos son s¨®lo una forma vald¨ªa de demostrar aqu¨ª quien manda soy yo cuando uno se siente desairado".
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