'Entente cordiale'
El futuro de Europa depende de que el Reino Unido y Francia se entiendan
El Reino Unido y Francia son los polos magn¨¦ticos de una Europa dividida. Por eso deben unir sus esfuerzos para reflexionar. Necesitamos una nueva entente cordiale. Y deber¨ªa firmarse el 8 de abril de 2004, cuando se cumpla el centenario de la anterior.
Si pensamos en lo que ha ocurrido desde que empez¨® el a?o, puede parecer una propuesta rid¨ªcula. El martes, por ejemplo, Jacques Chirac intentaba construir el n¨²cleo de una uni¨®n militar europea en uni¨®n de Alemania, B¨¦lgica y Luxemburgo, mientras Tony Blair estaba en Mosc¨² con la esperanza de apartar a Vlad¨ªmir Putin del eje eurasi¨¢tico en el que est¨¢ con Francia y Alemania. El neogaullismo de Chirac y el neoatlantismo de Blair chocan a cada instante. Francia y el Reino Unido son los polos magn¨¦ticos de una Europa cada vez m¨¢s dividida.
Las discrepancias entre el Reino Unido y Francia hacen que la brecha entre los EE UU de Bush y Europa sea una grieta que atraviesa el coraz¨®n europeo
Francia y el Reino Unido son como Walter Matthau y Jack Lemmon en el filme 'Dos viejos gru?ones': un par de viejos rid¨ªculos que se gastan bromas est¨²pidas
El Reino Unido cree que hay que construir una Europa fuerte para que sea socia de EE UU; Francia sabe que no se puede hacer nada en contra de EE UU
Sin embargo, ¨¦sa es precisamente la raz¨®n por la que necesitamos una nueva entente cordiale. Mucha gente piensa que Francia y el Reino Unido tuvieron una entente cordiale a principios del siglo pasado porque se llevaban muy bien; la verdad es que fue porque se llevaban muy mal. Cinco a?os antes, sus tropas hab¨ªan llegado casi al enfrentamiento en Fashoda, Sud¨¢n. La Declaraci¨®n franco-brit¨¢nica del 8 de abril de 1904 fue consecuencia de una reconciliaci¨®n diplom¨¢tica lograda tras duras negociaciones. No conten¨ªa ninguna florida proclamaci¨®n de amistad eterna. El lenguaje de los art¨ªculos que se hicieron p¨²blicos, y a¨²n m¨¢s el de los secretos, indicaba exactamente lo que era: un duro acuerdo entre las dos grandes potencias imperiales de Europa. "Acordamos", se lee en el art¨ªculo 1, "que el puesto de Director General de Antig¨¹edades en Egipto seguir¨¢ confi¨¢ndose, como en el pasado, a un sabio franc¨¦s". A diferencia del ej¨¦rcito estadounidense en Irak, los viejos imperialistas europeos cre¨ªan que las antig¨¹edades eran importantes. El art¨ªculo 2, secreto, acordaba dar trozos de "territorio moro" a Espa?a, "cuando el sult¨¢n deje de ejercer autoridad sobre ¨¦l".
Por supuesto, no estoy sugiriendo que debamos tener hoy una entente cordiale imperialista. Pero s¨ª necesitamos un compromiso serio y realista entre las concepciones francesa y brit¨¢nica del futuro de Europa. En la actualidad, las discrepancias entre los dos pa¨ªses hacen que la brecha entre los EE UU de Bush y Europa se haya convertido en una grieta que atraviesa el coraz¨®n europeo. Esto, a su vez, anima al Gobierno de Bush a utilizar la divisi¨®n para gobernar. Hace poco, un alto cargo de Washington calific¨® su pol¨ªtica en relaci¨®n con Europa como una pol¨ªtica de "desagregaci¨®n". EE UU tiene la tentaci¨®n de comportarse respecto a Europa como hizo el Reino Unido durante la mayor parte de nuestro periodo como isla imperial: enfrentando a unas potencias europeas contra otras.
Donald Rumsfeld, como es sabido, defini¨® la divisi¨®n como una brecha entre la "vieja Europa" (que incluye Francia, Alemania, B¨¦lgica, Luxemburgo) y la "nueva Europa" (Reino Unido, Espa?a, Italia, Polonia y los dem¨¢s Estados del centro y el este de Europa). La verdad es que estamos retrocediento todos hacia la vieja Europa: un continente de alianzas cambiantes, con Estados que llevaban a cabo una diplomacia, tanto p¨²blica como secreta, en contra de otros Estados, que el historiador A. J. P. Taylor llam¨® The Struggle for Mastery in Europe (La lucha por el dominio en Europa). Es decir, el mundo de 1903, m¨¢s que el de 1983. Exist¨ªa el peligro de que cay¨¦ramos en esto desde que el final de la URSS hizo que desapareciera el enemigo com¨²n que nos manten¨ªa unidos. Un historiador pod¨ªa preverlo. Ahora bien, el sentido de esa nueva Europa que se supone que estamos construyendo los viejos europeos es, precisamente, hacer algo nuevo.
Esgrima verbal
Las diferencias actuales entre franceses y brit¨¢nicos no se plasman en un tenso enfrentamiento entre los soldados del general Kitchener y el capit¨¢n Marchand en Fashoda, sino en interminables asaltos de esgrima verbal a puerta cerrada, en Bruselas y otras capitales de Europa. A veces, la rivalidad produce resultados curiosos. En una reciente conferencia organizada por el Departamento de Estudios Europeos de Oxford, un miembro de la Convenci¨®n sobre el Futuro de Europa, procedente de un pa¨ªs peque?o, ofreci¨® un conciso an¨¢lisis de la lucha existente dentro de la convenci¨®n. Lo que les aguarda a la mayor¨ªa de los pa¨ªses peque?os en Europa, dijo, es una "alianza nefasta" entre Francia y el Reino Unido para inclinar la balanza del poder hacia los Estados grandes, en una UE controlada por una especie de politbur¨® que obedecer¨¢ las ¨®rdenes de un nuevo presidente del Consejo Europeo intergubernamental. Sin embargo, explic¨®, los dos pa¨ªses lo hacen por distintos motivos. Francia quiere contribuir a que Europa sea un polo alternativo a EE UU; el Reino Unido desea la misma estructura, pero para impedirlo. Tal vez se mostraba un poco paranoico, pero los hechos fundamentales est¨¢n ah¨ª. Incluso cuando Francia y el Reino Unido colaboran estrechamente en la trastienda, lo hacen desde una perspectiva estrat¨¦gica muy diferente.
A estas alturas resulta rid¨ªculo. Francia y el Reino Unido son como Walter Matthau y Jack Lemmon en la pel¨ªcula Dos viejos gru?ones, dos ancianos rid¨ªculos y truculentos que se intercambian insultos infantiles y se gastan bromas est¨²pidas. ?No es hora ya de que maduremos? Existe una diferencia profunda de concepci¨®n estrat¨¦gica, que Tony Blair y Jacques Chirac han expresado ya con mucha claridad. Chirac quiere que Europa sea un polo alternativo a EE UU; a eso se refiere cuando habla de un "mundo multipolar". Blair opina que Europa debe mantener una estrecha relaci¨®n con los estadounidenses. En algunos momentos, incluso en la labor diplom¨¢tica anterior a la guerra de Irak, parec¨ªa que se trataba de una mera divisi¨®n del trabajo: el poli malo y el poli bueno. Pero no era as¨ª, porque los dos polis no hab¨ªan quedado antes en un bar irland¨¦s para tomarse una cerveza y ponerse de acuerdo.
Las diferencias entre Francia y el Reino Unido no son enormes, pero s¨ª profundas. El Reino Unido reconoce que hay que construir una Europa fuerte para que sea socia de EE UU; Francia sabe que no se puede hacer gran cosa en el mundo de hoy en contra de los norteamericanos. La brecha no tiene probablemente m¨¢s que un par de metros de ancho, pero tiene 600 a?os de profundidad. Lo bueno, en cambio, es que la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos -incluida Alemania, con su importancia decisiva para el equilibrio de poder en la UE- se encuentran a mitad de camino entre las posiciones francesa y brit¨¢nica. En la reuni¨®n informal de los responsables europeos de Exteriores que se celebr¨® ayer s¨¢bado para debatir las relaciones transatl¨¢nticas, los ministros, si tienen sentido com¨²n, habr¨¢n instado a Jack Straw y Dominique de Villepin a buscar juntos una soluci¨®n.
Seg¨²n A. J. P. Taylor, hicieron falta nueve meses para llegar a un acuerdo sobre la primera entente cordiale, de julio de 1903 a abril de 1904. As¨ª que hay que comenzar ahora. El compromiso que se logre, si es que se logra, no satisfar¨¢ ni al esp¨ªritu de Descartes ni al de Locke. Pero el futuro de una nueva Europa depende de ¨¦l.
Traducci¨®n: Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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