Bush lanza su campa?a a la reelecci¨®n con la bandera de la guerra permanente
El presidente pedir¨¢ el voto con referencias constantes al 11-S y gastar¨¢ 200 millones de d¨®lares
George W. Bush parece vivir bajo la sombra de un ca?¨®n. All¨ª donde se fotograf¨ªa hay cazabombarderos, tanques o portaaviones. Su larga campa?a hacia la reelecci¨®n, en noviembre de 2004, ya est¨¢ planificada y en marcha, y se basa en el concepto de la guerra permanente. El presidente quiere conseguir que los estadounidenses dejen de votar pensando en el empleo o las pensiones y acudan a las urnas en busca de seguridad. Por eso se envuelve en la bandera, se rodea de soldados y fomenta el miedo colectivo con alarmas antiterroristas y referencias a reg¨ªmenes supuestamente hostiles.
Bush busca el voto del miedo. Si de ¨¦l depende, Estados Unidos no dejar¨¢ de pensar ni un solo d¨ªa en las atrocidades del 11 de septiembre de 2001.
Los sondeos que maneja Karl Rove, el gur¨² electoral de la Casa Blanca, trazan claramente el camino a seguir. El 47% de los ciudadanos desaprueba la gesti¨®n econ¨®mica de Bush, lo cual no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que el desempleo ha alcanzado el 6%, el nivel m¨¢s alto en ocho a?os; que los super¨¢vits acumulados por Bill Clinton se han convertido en un galopante d¨¦ficit presupuestario; que las bolsas no remontan; y que los servicios p¨²blicos empeoran debido a la crisis fiscal de los Estados, la m¨¢s grave desde los a?os setenta. El 64%, sin embargo, aprueba la pol¨ªtica exterior presidencial. Y 7 de cada 10 opinan que Bush hace un buen trabajo debido a su empe?o en combatir el terrorismo.
Como en las elecciones parlamentarias de noviembre pasado, la campa?a presidencial de Bush ser¨¢ extremadamente simple: guerra y rebajas de impuestos. El segundo paquete de reducci¨®n de impuestos sobre las rentas m¨¢s altas, inicialmente de 726.000 millones de d¨®lares, ha sido recortado hasta 550.000 millones por la C¨¢mara de Representantes y hasta 350.000 por el Senado. La mayor¨ªa de los parlamentarios, tanto republicanos como dem¨®cratas, considera econ¨®micamente suicida seguir renunciando a ingresos fiscales si a la vez no se recorta el gasto p¨²blico. George Voinovich, uno de los senadores republicanos que rechaza una nueva rebaja de impuestos, utiliza una expresi¨®n muy gr¨¢fica: "Estamos gastando como marineros borrachos".
?La reacci¨®n de Bush? Ha rebautizado su propuesta como Paquete de medidas para el crecimiento y el
empleo, y acusa de antipatri¨®ticos y timoratos a quienes se oponen a ella. La Casa Blanca sopesa incluso la opci¨®n de pedir una tercera rebaja en oto?o, a sabiendas de que no ser¨¢ aprobada: si no se puede reactivar la econom¨ªa, hay que simular al menos que se trabaja en ello. "Con cada nuevo indicador econ¨®mico se hace m¨¢s evidente la necesidad de que el Congreso apruebe mi plan", dijo Bush el viernes. Lo importante, seg¨²n ¨¦l, es la guerra, esa campa?a antiterrorista de la que Irak ha sido s¨®lo "una batalla".
No le har¨¢ falta, por otra parte, esforzarse mucho para mantener el ambiente b¨¦lico. En noviembre de 2004 Irak seguir¨¢ ocupado, y las cosas all¨ª pueden ir tan mal como en Afganist¨¢n, o peor. Rove cree que las dificultades no perjudicar¨¢n a su jefe, sino al contrario: la gente no se atrever¨¢ a apostar por el cambio. En v¨ªsperas de las elecciones, Bush pedir¨¢ apoyo para conseguir una victoria definitiva contra el mal y culpar¨¢ al Congreso (aunque sea de mayor¨ªa republicana) cuando alguien le pida cuentas por la escasez de crecimiento y por el desempleo.
?l, en ese momento, seguir¨¢ envuelto en la bandera. Ha elegido Nueva York como sede de la convenci¨®n republicana que, por aclamaci¨®n, le elegir¨¢ candidato. Y, sabedor de que no tendr¨¢ rivales en el partido, ha retrasado al m¨¢ximo la fecha para que coincida con el tercer aniversario del 11-S.
Su presupuesto de campa?a ser¨¢, adem¨¢s, el mayor de todos los tiempos. No tendr¨¢ que enfrentarse, como su padre, a un rival republicano en las primarias (en 1992 fue Pat Buchanan) ni a un tercer candidato independiente que le robe votos, como Ross Perot. Podr¨¢ guardarlo todo para la recta final, y Karl Rove calcula que en las arcas electorales habr¨¢ m¨¢s de 200 millones de d¨®lares. Cuando Bush se enfrent¨® a Al Gore en 2000, cont¨® con 120 millones, una suma nunca vista hasta entonces. Desarrollar pol¨ªticas favorables a las grandes corporaciones y a los ciudadanos m¨¢s ricos ofrece ventajas a la hora de recaudar donaciones.
El rival dem¨®crata habr¨¢ gastado, por el contrario, un dineral en las primarias, y no se acercar¨¢ ni de lejos al presupuesto de Bush. Hay nueve precandidatos, de los que al menos cuatro tienen opciones de victoria en las primarias: los senadores John Kerry y Joe Lieberman, el gobernador John Edwards y el representante Dick Gephardt. Este fin de semana celebran su primer debate televisado como apertura de una marat¨®n de casi un a?o, plagada de dificultades. La previsible sucesi¨®n de tormentas en las primarias dem¨®cratas puede acabar generando un candidato popular y curtido. Eso ocurri¨®, al fin y al cabo, en 1992. Cuando Bill Clinton empez¨® a pedir votos en New Hampshire era un oscuro gobernador del sur, del que s¨®lo se conoc¨ªan, si acaso, la labia y la afici¨®n por peluqueras y secretarias. Cuando lleg¨® a California se hab¨ªa convertido en una esperanza de cambio. No es imposible que se repita el fen¨®meno. Pero esta vez no habr¨¢ un tercer candidato que robe votos a Bush, sino una evocaci¨®n continua del 11-S. Y el presidente estar¨¢ rodeado de banderas y ca?ones.
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