La educaci¨®n, los sabios y la prisi¨®n
Numerosas son las reformas legislativas en el ¨¢mbito penal que, anunciadas por el Gobierno, est¨¢n a la espera de su aprobaci¨®n por las Cortes Generales. Se refieren tanto a la Ley de Enjuiciamiento Criminal como al C¨®digo Penal aprobado en 1995 por los grupos parlamentarios socialista, de Izquierda Unida y nacionalistas vasco y catal¨¢n, sobrepasando ya el n¨²mero de doscientos los art¨ªculos afectados durante los ¨²ltimos seis a?os, lo que no es nada desde?able.
Siendo lo aconsejable un mayor sosiego a la hora de reformar materias tan importantes, algunas de las cuales supusieron una conquista al ser desarrolladas de acuerdo con los valores consagrados en la Constituci¨®n, centremos nuestra atenci¨®n en una de ellas, la que se refiere a la prisi¨®n provisional, ante la imposibilidad de abordarlas todas y s¨®lo en parte y no en su totalidad por id¨¦ntica raz¨®n. En concreto, la que afecta a la peque?a delincuencia.
El anuncio de la reforma se hizo como respuesta al comprobar el aumento de la criminalidad durante los ¨²ltimos a?os en nuestro pa¨ªs, bajo el lema: "Hay que barrer las calles de peque?os delincuentes". La reforma, por tanto, d¨ªcese as¨ª, contribuir¨¢ a garantizar la seguridad ciudadana. Nada ha de objetarse al hecho de que una sociedad persiga como noble objetivo librarse de delincuentes, mas no ¨²nicamente, as¨ª hemos de entenderlo al menos, de los peque?os, sino tambi¨¦n de los grandes, que son mucho m¨¢s peligrosos; aquellos que llegan a almorzar a un restaurante de lujo tras haber estafado a millares de personas que invierten sus ahorros al confiar en las entidades por ellos presididas o quienes se dedican al narcotr¨¢fico o al blanqueo de dinero defraudando al fisco. Que los primeros son m¨¢s inc¨®modos es casi seguro, pero que los segundos son m¨¢s peligrosos socialmente es indudable.
La cuesti¨®n est¨¢ en saber si el endurecimiento de los requisitos para poder acordar la prisi¨®n provisional contribuir¨¢ o no a garantizar la seguridad ciudadana, por ejemplo en el caso de quien, cometiendo un delito no de gran gravedad, tenga antecedentes penales no cancelados o que pudieran serlo por un delito por el que el reproche social no ha sido muy grande. Si se tiene en cuenta adem¨¢s que la prisi¨®n provisional podr¨¢ decretarse para evitar el riesgo posible de fuga, valor¨¢ndose la situaci¨®n familiar, laboral y econ¨®mica, as¨ª como la inminente celebraci¨®n en su caso del juicio r¨¢pido, parece ello excesivo.
Resulta l¨®gico pensar que para reforzar la seguridad ciudadana ha de saberse en primer lugar si se dispone del n¨²mero de agentes suficientes para conseguir la tranquilidad de los ciudadanos. Y debe responderse a la denuncia formulada desde algunos sectores de si es o no verdad que en la actualidad hay varios miles de polic¨ªas menos que hace unos a?os. Y si, pensando en los pr¨®ximos, se desea aumentar la plantilla en n¨²mero de diecis¨¦is mil, loable objetivo aunque nada f¨¢cil de cumplir, pues no salen polic¨ªas debajo de las piedras, es o no cierto que se jubilar¨¢n unos catorce mil. Conviene aclarar tales extremos a la hora de formarse la idea de uno de los puntos clave en la persecuci¨®n de la delincuencia.
Al final de la d¨¦cada de los setenta del pasado siglo se afirmaba con frecuencia: "Entran por una puerta y salen por otra". Vuelve a o¨ªrse ahora la misma cantinela. Pero as¨ª como en aquellos a?os el sector progresista de la judicatura y ministerio fiscal respond¨ªa ante tal acusaci¨®n que ello era cierto, ya que muchos detenidos sal¨ªan no por otra puerta, sino por la misma, y que nunca por ella deb¨ªan haber entrado, hoy en d¨ªa la situaci¨®n ha cambiado, los polic¨ªas funcionan mejor, y los jueces, tambi¨¦n, desde el momento que el n¨²mero de la poblaci¨®n penitenciaria sobrepasa ya los cincuenta mil, cifra preocupante y que nos lleva a la siguiente reflexi¨®n.
La primera consecuencia que se derivar¨¢ del proyecto, si en ley se convierte, ser¨¢ que aumentar¨¢ el n¨²mero de detenidos y las prisiones espa?olas se ver¨¢n saturadas y no parece que su situaci¨®n actual sea ¨®ptima para recibir a tanto hu¨¦sped. Despu¨¦s de la Constituci¨®n se hizo un gran esfuerzo para mejorar la red penitenciaria, esfuerzo que ha continuado hasta nuestros d¨ªas, aunque en grado menor en los ¨²ltimos tiempos.
Pues bien. Ante el aumento de la poblaci¨®n penitenciaria, se anuncia por el Gobierno la construcci¨®n de cuatro nuevas prisiones, dado que el n¨²mero de internos sobrepasa la exigencia legal de uno por celda. La masificaci¨®n es siempre un nido de conflictos. Pero ante el aumento que se vaticina ser¨¢ necesaria la construcci¨®n de nuevos establecimientos si hemos de velar por la dignidad de quienes en ellos residan. Y eso supone en euros el equivalente a varios miles de millones en su construcci¨®n, manutenci¨®n, aumento en varios millares de funcionarios, gasto fort¨ªsimo de luz y calefacci¨®n, mantenimiento en general, etc. Una aut¨¦ntica fortuna. Y mientras ese momento llega existir¨¢ una masificaci¨®n nada deseable por la raz¨®n apuntada.
Llegado es el momento de enfocar la cuesti¨®n desde otro punto de vista. No teniendo la culpa del aumento de la delincuencia ni polic¨ªas ni jueces -si as¨ª fuera habr¨ªa que decir apaga y v¨¢monos-, ni tampoco la vigente ley, y no dudando de la buena intenci¨®n de quien tiene la iniciativa legislativa, hora es de plantearse en serio cu¨¢l es la aut¨¦ntica raz¨®n de ese aumento
No ha de jugarse a la demagogia y afirmar que quien delinque, me refiero s¨®lo al peque?o delincuente -el grande cosa diferente es- es porque no puede hacer otra cosa, pero para evitar que muchos de nuestros j¨®venes delincan es necesario hacer cierto tipo de inversiones, no las que antes se expon¨ªan, para evitar que se conviertan en habituales, y en ocasiones peligrosos, como alternativa a la prisi¨®n provisional primero y despu¨¦s a la definitiva.
Cierto es que los trabajos en beneficio de la comunidad y los arrestos de fin de semana para los ya condenados no est¨¢n desarroll¨¢ndose satisfactoriamente, pero no se nos explica qu¨¦ cantidades se invierten para que la satisfacci¨®n sea aceptable. Ha de concluirse que muy escasas. ?sa es una alternativa y la otra es la educaci¨®n, educaci¨®n, educaci¨®n, para evitar el camino hacia la delincuencia.
Hoy en d¨ªa el analfabetismo es escaso en Espa?a en comparaci¨®n con un pasado todav¨ªa no muy lejano. La ense?anza b¨¢sica es obligatoria. Pero ello no es suficiente. Hay que completar, mejorar y perfeccionar la educaci¨®n de nuestros j¨®venes. Conquistar la aut¨¦ntica educaci¨®n. Ense?ar a quien lo necesita un oficio, facilitarles puestos de trabajo sobre todo en entidades p¨²blicas, fomentar las becas en n¨²mero considerable y la ense?anza p¨²blica para que todos tengan las mismas oportunidades y no haya discriminaci¨®n alguna entre la juventud. Interesante ser¨ªa conocer el dato que revele cu¨¢ntos delincuentes hay con estudios superiores y cu¨¢ntos carecen de ellos, cu¨¢ntos pertenecen a familias acomodadas y cu¨¢ntos al mundo de la marginaci¨®n, que existe guste o no.
Dec¨ªa sobre este particular un ministro de gran sabidur¨ªa como Confucio, nada menos que quinientos a?os antes de Cristo y mucho antes que los grandes partidos de izquierda: "Donde hay educaci¨®n no hay distinci¨®n de clases". Antiguo es el problema, siendo todo cuesti¨®n de sensibilidad.
Y es que la educaci¨®n, ha de reiterarse, es la base para disminuir la delincuencia y su aumento en forma preocupante. Quien descubriera la octava musical, nos leg¨® adem¨¢s seiscientos a?os antes de la era cristiana su famoso teorema seg¨²n el cual "la suma de los cuadrados de los catetos en el tri¨¢ngulo rect¨¢ngulo es igual al cuadrado de la hipotenusa", pero siendo Pit¨¢goras hombre de gran sensibilidad, afirmaba tambi¨¦n dirigi¨¦ndose a los gobernantes: "Educad a los ni?os y no ser¨¢ necesario castigar a los hombres", lo que no deja de ser toda una filosof¨ªa.
Ya en una ¨¦poca m¨¢s cercana a la nuestra, consciente quien tan bien describiera a los miserables de la importancia de la educaci¨®n, afirmaba: "Abrid escuelas para cerrar prisiones". As¨ª pensaba V¨ªctor Hugo.
Necesario es, por tanto, exigir para todos los ciudadanos la igualdad de oportunidades e invertir, y mucho, en educaci¨®n, la aut¨¦ntica educaci¨®n. As¨ª lo entend¨ªa y mucho mejor el m¨¢s grande cient¨ªfico de nuestros tiempos, Albert Einstein, cuando dec¨ªa que "s¨®lo extendiendo la educaci¨®n a todo nuestro pueblo podremos aproximarnos a los ideales de la democracia".
Si bien es cierto que la cultura ha sido uno de los grandes problemas de Espa?a, tal dec¨ªa Ram¨®n y Cajal, no lo es menos que el paso previo a ella es la educaci¨®n. S¨®lo a trav¨¦s de la educaci¨®n se llega a la cultura. S¨®lo la educaci¨®n nos hace aut¨¦nticamente libres.
H¨¢gase un esfuerzo para que nunca en Espa?a, a diferencia de otros pa¨ªses, exista cada vez m¨¢s una mejora para los dos tercios de la poblaci¨®n en deterioro del otro tercio. ?se es el inicio del camino al que ha de seguir la educaci¨®n en la forma expuesta.
Concluyo con la esperanza de que algunas de las ideas aqu¨ª vertidas sean tenidas en cuenta por nuestros gobernantes y legisladores, sin distinci¨®n de color pol¨ªtico alguno. Y que lo hagan siempre en la l¨ªnea del progreso iniciado a partir de 1978 sin volver la vista atr¨¢s; pero, de hacerlo, h¨¢ganlo teniendo siempre en cuenta la senda que nunca se ha de volver a pisar, conforme a la concepci¨®n machadiana.
Juan Jos¨¦ Mart¨ªnez Zato es fiscal de Sala del Tribunal Supremo y jefe de la Inspecci¨®n de la Fiscal¨ªa General del Estado.
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