Seguridad, libertades y humor
Una cosa preocupa cada d¨ªa m¨¢s en el mundo de hoy, el sacrificio de las libertades en beneficio de una concepci¨®n de la seguridad r¨ªgida y estricta, que roza y traspasa en no pocas ocasiones lo que no puede llamarse m¨¢s que totalitarismo. No cabe la menor duda de que se trata de un proceso inseparable de la obsesi¨®n post-septembrina que recorre el mundo y que potencia la actual concepci¨®n monopolar, hegem¨®nica hoy en las relaciones internacionales. Se dir¨ªa que el mundo ha entrado en una fase de estado virtual de excepci¨®n en la que toda manifestaci¨®n de discrepancia puede ser considerada como una amenaza a la seguridad colectiva.
Sufren ese sacrificio tanto aquellos pa¨ªses en los que el pro-americanismo de sus gobernantes es m¨¢s patente, bien por su dependencia manifiesta por razones geoestrat¨¦gicas o econ¨®micas como podr¨ªa ser el caso de Marruecos, o bien por el oportunismo de sentirse en el equipo de los ganadores en el caso de Espa?a, como aquellos que se alinean en las ant¨ªpodas, el caso de Cuba o Siria, que encuentran en este r¨ªo revuelto excelente ocasi¨®n para enfilar y castigar a su disidencia.
Pero no olvidemos que esta ola de ataques a las libertades tiene en Guant¨¢namo su imagen m¨¢s gr¨¢fica. La gran paradoja es que las guerras norteamericanas de reordenaci¨®n del mundo en Afganist¨¢n e Irak, que se dicen en nombre de la libertad, no s¨®lo hayan servido de veh¨ªculo para el recorte de las libertades en no pocos rincones del globo, sino para llegar a aberraciones jur¨ªdicas que cre¨ªamos haber superado hace decenios.
El caso de Marruecos es paradigma de este clima de excepcionalidad en el que se ha entrado. La guerra de Irak ha servido de buen pretexto para congelar no pocos debates abiertos en el pa¨ªs, entre ellos el decisivo acerca del futuro del S¨¢hara. Marruecos no logra estabilizarse democr¨¢ticamente, incapaz de pasar p¨¢gina del pasado de sus "a?os de plomo" en los que la violaci¨®n de los derechos humanos era la norma. No es que el Marruecos de hoy retorne a los horrores que significaron los ba?os de Tazmamart, o Dar el Moqri, las llamadas prisiones de la muerte. Por suerte est¨¢ bien lejos de aquello y se conserva la esperanza -aunque a cuentagotas- del cambio. Pero el pa¨ªs no ha sabido protegerse contra lo arbitrario y se puede afirmar que tiene f¨¢cil el recurso a la involuci¨®n, aprovechando la coyuntura del rebrote de totalitarismo que recorre el mundo. Sin contar que la ¨²nica alternativa posible, a las puertas en las pr¨®ximas elecciones municipales, es el islamismo retr¨®grado del PJD, que puede llevar a otra forma de totalitarismo si no se marcan y establecen los l¨ªmites de protecci¨®n de la democracia.
Una prueba de que esos l¨ªmites contra la arbitrariedad no est¨¢n puestos, de que la independencia del poder judicial no es todav¨ªa un hecho, es el proceso incoado al periodista Al¨ª Lmrabet, director de dos semanarios sat¨ªricos (Demain, magazine en franc¨¦s, y Duman, en ¨¢rabe), muy en la l¨ªnea del Hermano Lobo de la transici¨®n espa?ola. Se le acusa de cargos tan duros como "ultraje a la persona del rey", "atentado al r¨¦gimen mon¨¢rquico y a la integridad territorial", que podr¨ªan costarle de tres a cinco a?os de prisi¨®n, por la publicaci¨®n de art¨ªculos humor¨ªsticos y caricaturas, as¨ª como la transcripci¨®n de los presupuestos del Estado en lo que concierne a la dotaci¨®n de la casa real, tomados estos ¨²ltimos del diario de sesiones del Parlamento.
No puede construirse una democracia sin transparencia. Si el presupuesto asignado al monarca s¨®lo pueden conocerlo, como si fuera un secreto de Estado, los diputados, es que algo marcha mal en el pa¨ªs, y faltan los consensos necesarios para que el pa¨ªs camine. Pero tampoco se puede construir la democracia sin la distancia que implica el derecho al humor. El jurista tunecino Yadh Ben Achur recuerda que "la democracia no es solamente el reino de la libertad filos¨®fica y religiosa. Es igualmente el del humor, de la s¨¢tira y de la risa simple y jubilosa, que estalla a la luz del d¨ªa en la calle, en la escena del teatro, en el peri¨®dico sat¨ªrico. La democracia es el r¨¦gimen donde se puede re¨ªr libremente sin preocuparse de qui¨¦n mira o escucha".
Lo que preocupa del juicio de Al¨ª Lmrabet -hoy, 7 de mayo- es que es un s¨ªntoma de la deriva obsesiva por la seguridad que vive Marruecos, en paralelo a lo que ocurre en el mundo. Una muestra del peso que siguen teniendo en su pa¨ªs los que se oponen a la disidencia, a la cr¨ªtica, al cambio en suma. El proyecto de ley antiterrorista que el jefe de los servicios secretos marroqu¨ªes (DST), Hamido Laanigri, quiere hacer votar por el Parlamento va en esa direcci¨®n y sectores importantes de la sociedad civil han denunciado el recorte de libertades que puede suponer (duraci¨®n ilimitada de la detenci¨®n preventiva, cuasi legalizaci¨®n de las escuchas telef¨®nicas...), dando carta blanca a la DST para implantar un reino de lo arbitrario con el pretexto de la lucha contra el terrorismo que tanto halaga a Washington, principal valedor del pa¨ªs en temas tan sensibles como el S¨¢hara.
No es ¨¦ste, el Marruecos del b¨²nker, el que se va a convertir en amigo de Espa?a, sino el que sac¨® partido de la tensi¨®n de los dos ¨²ltimos a?os entre los dos pa¨ªses. Es el Marruecos del pasado, encarnado por los que encabezan la lista de los 45 responsables de las atrocidades de los "a?os de plomo" establecida por la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos. El general Laanigri ocupa precisamente el n¨²mero dos de dicha lista. No habr¨¢ un Marruecos democr¨¢tico mientras no desaparezcan de la escena p¨²blica estos hombres del pasado. S¨®lo entonces el nuevo r¨¦gimen dejar¨¢ de ser reh¨¦n de este b¨²nker que hoy apuesta por el reforzamiento de la seguridad en detrimento del desarrollo de la democracia.
La transici¨®n espa?ola demostr¨® que existen f¨®rmulas para apagar el protagonismo pol¨ªtico de toda una generaci¨®n vinculada a lo m¨¢s negro del pasado inmediato del pa¨ªs. Y, todo hay que decirlo, sin tocar un ¨¢pice a la fortuna o a los privilegios de esas personas. Eso s¨ª, deben renunciar a estar en el escaparate de los que deciden el futuro colectivo del pa¨ªs. Pero en nuestra transici¨®n no falt¨® el coraje pol¨ªtico de quienes llevaron las riendas del pa¨ªs y el consenso de todas las fuerzas democr¨¢ticas, que no se encontraban, como en el caso de Marruecos, demasiado preocupadas por conservar sus, aunque ping¨¹es, privilegios. Hoy har¨ªa falta, adem¨¢s, un clima pol¨ªtico internacional diferente, en el que "democracia" y "libertad" fueran de verdad valores en boga y no vocablos que se invocan para justificar el dominio o la humillaci¨®n de otros pueblos.
Espa?a, los diferentes gobiernos de Espa?a tras la transici¨®n, han sido demasiado pragm¨¢ticos en su relaci¨®n con los pa¨ªses del Magreb. La democratizaci¨®n de nuestros vecinos del sur ha sido un asunto que ha preocupado poco a nuestra pol¨ªtica exterior para no interferir intereses comerciales o pol¨ªticos. Se ha sido permisivo con Argelia incluso en tiempos de desgarro civil. Elusivo con T¨²nez, a pesar de la involuci¨®n manifiesta de su r¨¦gimen en los noventa. Se ha sido tambi¨¦n demasiado cauto y temeroso con Marruecos para que no salten los contenciosos de la caja de Pandora. La promoci¨®n de la democracia figura en los acuerdos de amistad con esos pa¨ªses, pero esta cl¨¢usula democr¨¢tica nunca pas¨® de pura ret¨®rica. Y hoy, sin embargo, nos atrevemos a ir a miles de kil¨®metros a "ense?ar" la democracia, a dar lecciones sobre nuestra transici¨®n e incluso a asumir carteras viceministeriales en el Gobierno pro-americano en Irak. No deja de ser chocante.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam Contempor¨¢neo en la UAM.
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