Luminosas leyes de la comedia
Comedia viva y de contagiosa gracia. Bien abierta, yendo al grano sin paja ni dilaciones; mejor desarrollada, a trav¨¦s de una peripecia bien vertebrada y de circunloquios no arbitrarios, sino muy funcionales, y magn¨ªficamente cerrada, por un par de inventos argumentales cruzados con gran soltura, veloces e inesperados, Mi mujer es una actriz lleva dentro un trabajo jugoso y experto, aparentemente liviano -pero en realidad, concienzudo y lleno de buenos c¨¢lculos invisibles- del todoterreno, actor, guionista y director franc¨¦s Yvan Attal.
Es Mi mujer es una actriz una comedia libre, airosa, bien hecha, de las que se ajustan a las -incombustibles y siempre sutiles, enrevesadas, llenas de recovecos y engrasadas con buena malicia- viejas leyes de este g¨¦nero, que no s¨¦ qu¨¦ incorregibles miopes siguen considerando un g¨¦nero menor, cuando es, con mucho, el m¨¢s escurridizo y dif¨ªcil de dominar de todos los patrones de cine gen¨¦rico.
MI MUJER ES UNA ACTRIZ
Direcci¨®n y gui¨®n: Yvan Attal. Int¨¦rpretes: Charlotte Gainsbourg, Yvan Attal, Terence Stamp, No¨¦mi Lvovski, Laurent Bateau, Ludivine Sagnier, Lionel Abelanski, Keith Allen. G¨¦nero: comedia. Francia, 2003. Duraci¨®n: 93 minutos.
Bien sabe esto Woody Allen, que en el tramo final de su obra ha desembocado, desde trabajos previos m¨¢s autorales, en el inefable territorio de la pura comedia cl¨¢sica y que, dentro de este territorio, est¨¢ dando lo m¨¢s suyo de s¨ª mismo. Y lo sabe tambi¨¦n Attal, al que se le ve en Mi mujer es una actriz respirar la manera en que Allen est¨¢ abriendo caminos de hoy en este viejo territorio, tan recorrido y, sin embargo, tan por recorrer.
Sabe Attal, como guionista y director, atenerse a estos antiguos modelos formales sin caer nunca en la arqueolog¨ªa, y, como Allen, deja que se deslice el bonito -no nuevo, pero tratado por ¨¦l de manera que crea la impresi¨®n de serlo, por seguir una de las leyes formales de toda verdadera comedia: la primac¨ªa del c¨®mo sobre el qu¨¦- hallazgo que alimenta la trama y sus enredos y los lleva a lugares de todos, pero no comunes; codificados, pero no sabidos; previsibles, pero no decepcionantes.
Escenas como las del desnudamiento colectivo en el plat¨® de rodaje; las dos de peleas de Attal con el jud¨ªo impertinente; las varias escenas que dejan ver consumado conocimiento de los escondrijos mentales de la vida privada de los actores; el rescate de la paradoja molieresca -empleada por el gran Ernst Lubitsch en Ser o no ser- del actor que finge estar fingiendo; estos y otros rizos e inventos nos ponen dentro de la paradoja de un mecanismo de relojer¨ªa lleno de azares, la conversi¨®n del azar en necesidad, ley medular de la comedia, que Attal emplea con sabidur¨ªa, dejando que su estrella, Charlotte Gainsbourg, vuelva a demostrar que es lo mejor que ha hecho su c¨¦lebre mam¨¢, Jane Birkin.
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