El carro de Arjuna
Interesa recordar con Sorman que el fil¨®sofo Karl Popper propuso llamar democracia, no a los reg¨ªmenes que seleccionan a sus dirigentes mediante el sufragio, sino a aquellos que se los sacan de encima sin violencia, lo cual nos permite calcular el gran n¨²mero de naciones que, pudiendo designar a sus gobernantes, no tienen, luego, ning¨²n derecho a deshacerse de ellos. Hoy mejor que nunca hemos podido comprobar que los dirigentes de una naci¨®n no son necesariamente representativos de la misma, hayan o no sido elegidos por mayor¨ªa y que, lamentablemente, la democracia no s¨®lo no est¨¢ a salvo del estatismo, sino que puede ser una manera de legitimarlo. Un ejemplo claro de esta dicotom¨ªa la hallamos en la India, que agrupa a unos 500.000 pueblos tradicionalmente aut¨®cratas que supieron convivir durante siglos en una "armoniosa anarqu¨ªa" (Gandhi). Sin embargo, ahora, la India tiene un Gobierno centralizado de tipo occidental y el partido actualmente en el poder es nacionalista, conservador e integrista. La India nunca fue nacionalista. El hinduismo no es s¨®lo una religi¨®n, sino una forma de vida esencialmente polimorfa que no puede, a diferencia de los monote¨ªsmos, conducir a ideolog¨ªas totalitarias. El hinduismo absorbe todos los dioses, todas las etnias, todas las diferencias, de ah¨ª que ning¨²n intento de unificaci¨®n fructificara a lo largo de la historia. Por eso sorprende la existencia de un movimiento integrista como la hindutva, hasta que entendemos que poco o nada tiene que ver con el hinduismo, sino m¨¢s bien con los intereses de una nueva clase social que pretende vivir acorde con los patrones de las series americanas. Para conseguirlo, quienes la utilizan desde el poder pol¨ªtico no dudan en fabricar conflictos religiosos como, por ejemplo, el que se inici¨® con la destrucci¨®n de la mezquita de Ayodhya que corri¨® a cargo de las tropas del RSS (Movimiento de Voluntarios Nacionales).
EL GENIO DE LA INDIA
Guy Sorman
Traducci¨®n de Nicole d'Amonville Alegr¨ªa
Kair¨®s. Barcelona, 2002
278 p¨¢ginas. 12 euros
Existe una clara separaci¨®n entre la India cl¨¢sica, la de la tolerancia, y la India nacionalista que, parad¨®jicamente, no es otra que la India globalizada. La paradoja deja de serlo cuando recordamos la maniobra mediante la cual el Partido Popular Indio (BJP) logr¨® el poder en 1990, cuando su l¨ªder, maquillado de h¨¦roe mitol¨®gico, se pase¨® por el norte del pa¨ªs en un carro adornado de guirnaldas. El veh¨ªculo, un Toyota, no era una simple representaci¨®n del carro del guerrero Arjuna, era el carro de Arjuna, pues as¨ª era como lo hab¨ªa podido contemplar el 80% de la poblaci¨®n en la adaptaci¨®n televisada de la epopeya. En la India, los mitos act¨²an en presente porque no son historias contadas, sino formas de entender las relaciones que configuran el universo y tambi¨¦n la sociedad. De esta manera, la tradici¨®n asimilaba el progreso y, de paso, las pruebas nucleares.
Junto a la lectura del imprescindible libro de Arundhati Roy, El ¨¢lgebra de la justicia infinita (Anagrama, 2002), El genio de la India permite hacernos una idea de lo que supone ser indio en la India de hoy. Han acabado los tiempos del exotismo; como dec¨ªa H. Michaux, no estamos ya para para¨ªsos. Es necesario aproximarnos a los problemas reales a los que esa particular civilizaci¨®n se est¨¢ enfrentando.
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