El juda¨ªsmo: s¨ªstole y di¨¢stole
Los motivos de rechazo, como los de atracci¨®n, pocas veces son un¨ªvocos. El rechazo a los inmigrantes tiene algo de racismo, de clasismo, de temor, de sadismo, de todo un poco. Y no siempre es f¨¢cil separar unos motivos de los otros.
Que no sea f¨¢cil no significa que no deba intentarse. De hecho, es en la mezcla y confusi¨®n de estos motivos donde las actitudes de rechazo se solapan y se refuerzan hasta formar curiosas, terribles constelaciones. Pongamos por caso el rechazo a los jud¨ªos. Existe, por ejemplo, un antijuda¨ªsmo de algunos suburbios europeos que se parece m¨¢s al rechazo de los coreanos en Brooklin que al tradicional antisemitismo cat¨®lico; es decir, a la reacci¨®n populista frente a un grupo relativamente homog¨¦neo de comerciantes y peque?os empresarios asi¨¢ticos que han "tomado" el barrio y van controlando su vida econ¨®mica. Como existe tambi¨¦n -otro ejemplo- un peculiar antisionismo propio de intelectuales jud¨ªos que quisieran seguir imaginando el juda¨ªsmo como un puro "fermento" progresista, disidente y cosmopolita; como un ideal no contaminado por banalizaci¨®n, burocratizaci¨®n y brutalidad que supone toda conversi¨®n a una estructura estatal, necesariamente coercitiva y represora. Salvador P¨¢niker (Variaciones 95, p¨¢ginas 278-280) cita entre estos antisionistas a Arthur Koestler, Isaiah Berlin y Hannah Arendt, por no hablar de la postura a¨²n m¨¢s radical de Marx o de Freud. La propia argumentaci¨®n de P¨¢niker es magn¨ªfica, pero sigo pensando que la soluci¨®n que propone -su permanente di-soluci¨®n en el mundo- no puede sino exacerbar el fundamentalismo ideol¨®gico: Juan sin tierra siempre es y ser¨¢ m¨¢s enf¨¢tico que Juan con tierra...
En fin, aquel antisemitismo y este antisionismo pueden resultar m¨¢s o menos malos, pero creo que lo peor es mezclarlos para decir que todos, en el fondo, son formas de lo mismo. Con ello se asocia actitudes ocasionales y a veces explicables al m¨¢s terrible y brutal de los fundamentalismos europeos. Herman Tertsch ha advertido contra ello. ?Por qu¨¦ hay que acusar y hacerle sentir antisemita al joven que simpatiza o se identifica con la lucha del pueblo palestino? ?No es esto engordar injustamente -e innecesariamente- la estad¨ªstica del enemigo? ?Acaso no se puede ser hoy, enf¨¢ticamente y a la vez, sionista y defensor de la causa palestina? ?Acaso no los son (y as¨ª lo expresan) un buen n¨²mero de israelitas? ?Y no es ¨¦ste uno de los llamados moral assets del Estado de Israel?
En mi libro Nacionalismos esboc¨¦ una esquem¨¢tica historia del antisemitismo que de alg¨²n modo responde a estas preguntas. Ah¨ª va.
Desde la destrucci¨®n del templo en el a?o 70, los jud¨ªos se encuentran en una situaci¨®n l¨ªmite: un pueblo que no tiene territorio y ha de vivir en tierra extra?a tratando de mantener su fuerte identidad ¨¦tnica y religiosa entre su nomadismo de origen y su dispersi¨®n de destino: "Extranjeros e hijos de una naci¨®n extranjera" (Lev¨ªtico, 25, 16, 55). Para mantener en estas condiciones su pulso vital y espiritual, el pueblo jud¨ªo sigue desde entonces una estrategia de s¨ªstoles y di¨¢stoles sucesivas, hasta que en 1948 realiza una extras¨ªstole ya no minoritaria sino nacionalista al dotarse de un territorio soberano en Israel.
La falta, hasta este momento, de un entorno donde fijar y afirmar su identidad, refuerza probablemente el car¨¢cter a la vez ¨¦tnico y religioso de una comunidad que con la ley se hab¨ªa hecho una patria transportable. La propia palabra "ley" adquiere as¨ª una radicalidad e importancia inusitadas que subrayan aun su particularismo cultural. De ah¨ª su f¨¢cil identificaci¨®n como un "cuerpo extra?o", que desde Justiniano es privado ya del ius honorum -del derecho a detentar cargos p¨²blicos-.
Excluidos de los oficios religiosos que estructuran la sociedad medieval, los "asesinos de Jes¨²s" tampoco pueden poseer tierras ni dedicarse a la agricultura. La actividad cient¨ªfica e intelectual (favorecidas por su h¨¢bito a la lectura del Libro) y el tr¨¢fico de bienes muebles o de dinero es su refugio (y tambi¨¦n la causa del resentimiento y de los sangrientos pogromos organizados a menudo por gentiles que no pueden cumplir lo estipulado). En todos los lugares son activos agentes de la modernizaci¨®n y llegan incluso a ser grandes banqueros, es cierto, pero no alcanzan un poder econ¨®mico que llegue a compensar su pobreza civil y su desamparo pol¨ªtico.
Expuestos a lo que ben¨¦volamente llama Kant "la atenci¨®n de la comunidad" y al "rigor de su cr¨ªtica", los jud¨ªos intentan protegerse bien en la s¨ªstole del gueto (skelt, juder¨ªa, call), bien en la di¨¢stole por la que tratan de infiltrarse, difuminarse y hacerse invisibles para la sociedad gentil, en la que representan casi siempre al sector m¨¢s "cosmopolita". La historia de los pogromos y las expulsiones (Inglaterra, 1290; Francia, 1306; Espa?a, 1492) marca el ritmo de sus estrategias hasta la aparaci¨®n del moderno Estado absolutista, que en Espa?a se constituye ya sobre la base de la limpieza ¨¦tnica y que transforma definitivamente la situaci¨®n de los jud¨ªos. El Estado barroco no es s¨®lo una unificaci¨®n mercantil; es tambi¨¦n pol¨ªtico e ideol¨®gico. Y su Inquisici¨®n es, junto a la caza de brujas, el primer modelo de una "polic¨ªa pol¨ªtica" dispuesta a examinar no s¨®lo los actos sino tambi¨¦n la "identidad", convicciones y presuntas intenciones de sus s¨²bditos. En estas condiciones, la estrategia "gueto" es cada vez m¨¢s suicida, y los jud¨ªos que no son expulsados tienen que desarrollar una sofisticada panoplia de estrategias-di¨¢stole que les permita difuminarse sin acabar de perder la identidad. Toda la literatura jur¨ªdica espa?ola acerca de los judaizantes, los conversos, los cristianos viejos, etc¨¦tera, muestra distintas formas y grados de este proceso que llega a producir h¨ªbridos tan pintorescos como el mism¨ªsimo culto a "los M¨¢rtires de la Inquisici¨®n".
En efecto, los jud¨ªos tienden a ser perseguidos sistem¨¢ticamente all¨ª donde el Estado moderno va consolid¨¢ndose y olvidando su candor ilustrado. Si hab¨ªa tantos jud¨ªos en Alemania cuando lleg¨® Hitler era por eso, precisamente: porque en los dos ¨²ltimos siglos hab¨ªan ido huyendo de los Estados ya bien estructurados y protegi¨¦ndose en un lugar donde el Estado-naci¨®n era a¨²n precario. Y como era de temer, la consolidaci¨®n nacionalsocialista de aquel Estado fue la que se encarg¨® de sintetizar el antisemitismo religioso de la Edad Media con el econ¨®mico de la Edad Moderna, dando lugar al moderno antisemitismo absoluto: una "ideolog¨ªa" de Estado capaz de organizar sistem¨¢ticamente el Holocausto.
Hasta aqu¨ª, las acusaciones de que hab¨ªan sido objeto los jud¨ªos pod¨ªan parecer contradictorias: ora su car¨¢cter de grumo -de "pa¨ªs dentro del pa¨ªs"- insoluble en la unidad nacional, ora de "cosmopolitas" disolutos en la atm¨®sfera internacional. A partir del Holocausto, las cosas parecen m¨¢s brutales y m¨¢s simples. Los jud¨ªos como tales no parecen f¨¢cilmente asimilables "sin residuos" en el Estado-naci¨®n. Su particularismo cultural -circuncisi¨®n, kosher, sabbath- no les permite tampoco hacerse invisibles en ¨¦l. La ¨²nica salida es imitar a estos Estados y buscar su propio territorio nacional; es decir, el cambio de su estrategia minoritaria por una estrategia nacionalista. Es lo que he llamado la extras¨ªstole sionista que busca su cobijo y coherencia en un marco territorial e institucional propio. Un proceso que se inicia a partir de 1948 inspir¨¢ndose en el sionismo m¨ªstico del siglo XVIII.
Y vuelvo as¨ª a la cr¨ªtica por la que empezaba: a la simplista -y peligrosa- valoraci¨®n conjunta de todo lo "antijud¨ªo" o "antisemita". En el caso del sionismo, por ejemplo, y aunque muchos jud¨ªos "liberales" lo hayan criticado, no hay duda de que la constituci¨®n del Estado de Israel abri¨® la posibilidad de una significativa evoluci¨®n. Al adquirir un "fundamento" territorial y secular, los jud¨ªos est¨¢n en mejores condiciones de relajar el "fundamentalismo" religioso con el que hab¨ªan tenido a veces que protegerse y afirmarse durante siglos en tierra extra?a. Como tambi¨¦n los palestinos estar¨¢n en mejor situaci¨®n cuando tengan un territorio y un Estado propio. Eso, claro est¨¢, si los integrismos complementarios del Likud y Ham¨¢s no se al¨ªan all¨ª para perpetuar el dominio del discurso mesi¨¢nico sobre el di¨¢logo democr¨¢tico; la alianza de Sharon con la Hoja de Ruta de Bush sobre el proyecto pacifista del Amram Mitzna, el jefe del laborismo israel¨ª que acaba de dimitir acechado por sus propios halcones.
Xavier Rubert de Vent¨®s es fil¨®sofo.
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