"?Rato, co?o!"
El vicepresidente hizo campa?a en la l¨ªnea 10 del metro y en la ciudad de Alcorc¨®n
El vicepresidente segundo y ministro de Econom¨ªa, Rodrigo Rato, de pie, rodeado por t¨¦cnicos y p¨²blico, tiene cara de ir a bordo de un Ferrari Testarossa. Caliente, caliente. Porque los trenes de la l¨ªnea de metro, la prolongaci¨®n de la n¨²mero 10, para llegar a Puerta del Sur y hacer campa?a electoral en Alcorc¨®n, es obra del c¨¦lebre dise?ador italiano.
-Lo ha dise?ado Pininfarina- subraya Rato.
A su lado, el consejero de Obras P¨²blicas, Luis Eduardo Cort¨¦s, otra celebridad, propietario del restaurante Jockey, le explica los pormenores del tren. Rato le sigue.
Si echas la vista a un lado y otro del coche te das cuenta de que est¨¢s en una especie de loft. A uno y otro la vista llega hasta el final. Las puertas que separan a los compartimentos no existen. El espacio, pues, es di¨¢fano. Los ojos alcanzan a ver en muchos tramos del viaje toda la extensi¨®n, que, seg¨²n informan los t¨¦cnicos, llega a los 104 metros.
Rato parece reflexionar en voz alta. De golpe le dice a sus interlocutores:
-Me han dicho que el valor de la propiedad en Alcorc¨®n se ha duplicado. Es claro que el metrosur ha cambiado la situaci¨®n. Al menos una parte de la subida tiene que ver con ello.
Sigue en el centro casi sin hacer campa?a, cuando el tren llega a una estaci¨®n emblem¨¢tica de la l¨ªnea.
-??sta es Plaza de Castilla!-suspira el vicepresidente.
-?Cu¨¢nto hace que no viene?-pregunta un indiscreto.
-La ¨²ltima vez que vine era peque?ito. ?Es tremendo!
Y lo es. Rato, pues, parece un hombre que confronta sus propios recuerdos de una ciudad cuyo mobiliario urbano, cuyas estaciones de metro ya no son los que eran. Est¨¢ sorprendido. Pero despierta, de golpe, porque hay que hacer fotos y dejar a las c¨¢maras tomar im¨¢genes.
El vicepresidente acaba de decidir d¨®nde se va a sentar. Se adelanta y toma asiento junto a una se?ora. Tendr¨¢ unos 75 a?os. La se?ora le cuenta sus historias. Tiene que bajar en la pr¨®xima estaci¨®n. Rato salta, sigue viaje, se topa con un beb¨¦ y le hace alguna gracia.
Ya en Alcorc¨®n, Rato est¨¢ dispuesto a pasear bajo un sol de justicia. Es para quitarse el sayo porque parece el mes de julio. El candidato a renovar como alcalde, Pablo Z¨²?iga, le conduce al centro de mayores. La comitiva debe pasar por un parque infantil. En algunos corrillos el candidato a alcalde es m¨¢s reconocido que el vicepresidente. Pero casi todos son reclamos. Quiero el parque mayor. Y la estaci¨®n de metro. Y el hoyo que deja pasar el agua. Dos jubiladas y un hombre mayor ven venir al vicepresidente:
-?Rato, co?o!- brama la se?ora con una sonrisa.
Un recuerdo de los tiempos, el centro de personas mayores se llama "Salvador Allende". Es posible que Rato, al entrar a la sala de tertulias para jugar una vacilante mano de chinch¨®n -perdida, claro- ni reparara en ello. M¨¢s tarde, la presidenta de Paradores Nacionales, Ana Isabel Mari?o, alcorconera de pro, dice: "Esta ciudad se ha cambiadopol¨ªticamente a?o tras a?o. Porque era muy socialista". Rato dice unas palabras. Y coge de regreso su potente blindado.
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