La alcald¨ªa de Valencia
Se est¨¢ deshojando la margarita y dentro de unos d¨ªas sabremos si do?a Rita Barber¨¢ seguir¨¢ en el cargo o tendr¨¢ que ced¨¦rselo a Rafael Rubio, candidato socialista por la gracia de Dios. El voto mayoritario se sospecha, pero seguiremos sin saber la cantidad proporcional de los ingredientes de este guiso: contento, desencanto, resignaci¨®n, inercia, escepticismo, etc. Conocimiento, por otra parte, perfectamente in¨²til para quienes no aspiramos a meter baza en el galimat¨ªas de la psicolog¨ªa de masas. Si bien nada nos extra?ar¨ªa que el peor rival de Rita resultara ser el tedio, factor insidioso que todos nos merecemos y que todo se merece. Como uno puede decir "no" sin sospechar la raz¨®n original de su negativa, aqu¨ª lo dejo y digo que a quien Dios se la dio, san Pedro se la bendiga.
Nuestra colega Sara Velert habl¨® con Barber¨¢ y con Rubio (EL PA?S, 9-5-2003) y ambos coincidieron en poner de relieve la cohesi¨®n de sus respectivos partidos. El se?or Rubio, movido por la memoria de tantas tanganas m¨¢s o menos ideol¨®gicas -m¨¢s bien menos que m¨¢s- habidas en los ¨²ltimos a?os en esa caja de Pandora sin tapa que fue el PSPV, y temeroso acaso el concejal y candidato de que todav¨ªa salte alguna chispa incendiaria. Pues "fuimos sobre vos, se?ora, para engendrar al nacido, m¨¢s gente que sobre Roma, mand¨® el C¨¦sar Carlos V". En cuanto a Rita Barber¨¢, ha hecho de la cohesi¨®n un eco m¨¢s del paquete de consignas. En el PP, disentir es algo que les ocurre a los otros si son socialistas. Sin matices. As¨ª ocultaran bajo las ropas m¨¢s dentelladas mutuas que Suffolk, se abrazar¨ªan en p¨²blico y no dir¨ªan tate que hiciera dudar de la clonaci¨®n de sus ideas. A su lado, dos gemelos univitelinos son Bakunin y san Francisco de As¨ªs. Pero dame pan y ll¨¢mame tonto, en voz baja, por supuesto. Los matices ajenos los convertiremos en Himalayas si nosotros no matizamos; que esto no es Inglaterra, donde, horror, parlamentarios de Blair reprueban a Blair. "A mi amigo Paco Camps lo elegimos todos, en una junta directiva y en un congreso, eso hay que dejarlo bien claro". S¨ª, se?ora alcaldesa. Lo ten¨ªan claro ustedes, lo ten¨ªamos claro nosotros y lo ten¨ªa claro el lucero del alba.
Dice Rita Barber¨¢ que nunca ha querido ser otra cosa que alcaldesa de Valencia, que esta ciudad es su pasi¨®n. Uno puede cometer un acto de fe y creerla; o cometer otro acto de fe y creer que la pasi¨®n ?imposible? de do?a Rita es o era la Generalitat; a la postre, n¨®dulo sinusal de la instituci¨®n auton¨®mica y a mano en el contorno. Tal vez Barber¨¢ le otorga a la alcald¨ªa las llaves de un pr¨®ximo futuro, coincidiendo as¨ª, entre otros, con Joan Maragall. Pero como presidenta de la FEMP no ha pasado de recibir buenas palabras y menos ros¨¢ceas intenciones. Con todo, una alcald¨ªa como la de Valencia es un reto serio, en parte por su visibilidad. El ciudadano corriente y moliente no percibe la mitad de la mitad, pero lo percibido se incrusta m¨¢s en sus carnes que las imponentes eficacias o ineficacias de un ministro. Si las aceras est¨¢n intransitables las miradas se vuelven al alcalde o alcaldesa y en este punto de poco sirven los juegos verbales. (Las aceras de Valencia, dicho sea no tan de paso, son lo m¨¢s parecido que existe al mundo de Her¨¢clito, en el que todo es y no es al mismo tiempo. En perpetuo estado de transici¨®n, el ser es el devenir, como las aguas del r¨ªo. En Valencia ciudad, nadie pasa dos veces por la misma acera).
Esta vez, Rita Barber¨¢ est¨¢ preocupada. Le pregunta Sara sobre los efectos de la guerra en las urnas y ella echa balones fuera por el expeditivo m¨¦todo de contestar otra cosa. Lo que le gustar¨ªa decir, supongo, es que ella no tiene nada que ver con la guerra ni con el Prestige, pero en boca cerrada no entran moscas; que no infrecuentemente, uno tiene que guarecerse m¨¢s del amigo y socio que del adversario. La verdad es que no sabemos en qu¨¦ medida, si alguna, las cuestiones extramunicipales afectan el voto municipal. Directamente puede que muy poco o nada; pero como factor subyacente, como p¨¦rdida o ganancia de imagen, credibilidad y simpat¨ªa de un partido pol¨ªtico, el factor extramunicipal s¨®lo puede aventurarse cuando ya han cantado las cifras. Lo que tal vez ya no resulta rentable, y s¨ª posiblemente lo contrario, es seguir ment¨¢ndole el pasado -presunto, verdadero o mezcla de ambas cosas- al gran rival, pues es mentar la soga en casa del ahorcado. Cuando se promete subsanar un desaguisado y en lugar de eso lo agravan, lo mejor es correr un velo, no vaya a ser que el electorado sufra un acceso de memoria. Uno no quiere acordarse de si Valencia era ya la ciudad m¨¢s ruidosa de Europa en tiempos de Clementina R¨®denas. ?O es que, astutamente, se nos quiere precipitar en el fatalismo? Pues no. Uno sabe que hace escasas semanas la UE otorg¨® car¨¢cter prioritario a la lucha contra la contaminaci¨®n ac¨²stica, que por caminos varios da?a e incluso mata. Pero tal es la pasividad del consistorio de Valencia, que m¨¢s que enemigo del "puerco y descomunal abuso", parece c¨®mplice. Y no llevemos a extremos que se quiebren de puro sutiles la distinci¨®n entre el ser y el parecer. A veces, son una y la misma cosa.
Rita Barber¨¢ afronta este nuevo envite con un pasado en el que habiendo de bueno y de malo, de espectacular y de rec¨®ndito, de indiscutible y de pol¨¦mico, lleva ventaja. Probablemente, sin embargo, su mayor haber siga siendo ella misma, con mucho arte y mucha parte o sin arte ni parte. Do?a Rita se ha institucionalizado, es por s¨ª sola un gremio y como cualquier gremio contiene la tendencia a perpetuarse con todo el candor y toda la impunidad de las verdades eternas. Pero de pronto el suelo es arena movediza y la perspicaz alcaldesa lo sabe. La vivienda inaccesible, el despojo callejero, cuando no a domicilio, el estruendo extempor¨¢neo y un etc¨¦tera que no excluye los aspectos positivos de la gesti¨®n municipal, todo el c¨²mulo cobra vida y se agita. Es el mundo ex¨®geno, que hemos mencionado arriba. Lo que durante a?os ha sido simple molestia o a todo tirar gajes del oficio, de la noche a la ma?ana se convierte en insufribles p¨²stulas. La metamorfosis. El paso que media de la indulgencia al asco, de la admiraci¨®n al desd¨¦n, del amor al odio.
No es diagn¨®stico, ni por asomo. Lo m¨ªo es la duda, met¨®dica o sin m¨¦todo. Las urnas. "Decide la cuesti¨®n t¨²" (Y habl¨® el buey y dijo "mu").
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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