Las familias de las v¨ªctimas de Sadam buscan a sus muertos en la fosa com¨²n de Mahawil
Hasta ayer se hab¨ªan identificado los restos de 3.000 de las 15.000 personas enterradas
Los hombres lloran y las mujeres deambulan solas golpe¨¢ndose en la cabeza mientras buscan a sus hijos o maldicen a Sadam Husein. En un trigal de la localidad de Mahawil, a unos 80 kil¨®metros al sur de Bagdad, una excavadora segu¨ªa ayer levantando tierra en busca de los restos de unas 15.000 personas asesinadas por Sadam entre marzo y abril de 1991, durante la revuelta chi¨ª contra la dictadura iraqu¨ª. Hasta ayer se hab¨ªan identificado los restos de 3.150 personas, de las cuales 1.500 hab¨ªan sido entregadas a sus familias.
"?No sois hombres ni iraqu¨ªes si no nos tra¨¦is las cabezas de Sadam y sus hijos!", grita una mujer vestida de negro mientras sortea decenas de bolsas de pl¨¢stico con huesos y ropas ennegrecidas. Hace rato que ha encontrado a uno de sus hijos y sigue buscando a otro.
"Tenemos un equipo de 50 voluntarios trabajando todo el d¨ªa para organizar un poco este l¨ªo", explica Raid Fajer, un ingeniero de 27 a?os, art¨ªfice de que muchas personas est¨¦n recuperando los huesos y algunos efectos personales de sus seres queridos. El grupo se ha hecho con una excavadora que durante seis horas al d¨ªa remueve la tierra. Acotan las zonas de excavaci¨®n, meten los huesos encontrados en bolsas, copian los documentos que encuentran y elaboran las listas de fallecidos para facilitar la tarea de b¨²squeda de los cientos de personas que llegan a diario. "Incluso les damos un certificado de defunci¨®n a las familias que se llevan a sus muertos".
En medio de un calor que supera los 40 grados, una mujer, agotada, se sienta en el suelo y entre sollozos exclama: "Por qu¨¦ todos est¨¢n encontrando a sus hijos y yo no?". Apenas a un par de metros de ella, en una bolsa que pesar¨¢ unos cinco kilos, est¨¢n los huesos de un hombre de uniforme. El cr¨¢neo todav¨ªa tiene pegados restos de pelo y un trozo de tela con el que taparon los ojos a la v¨ªctima. Un agujero en un lado muestra que fue ejecutado de un tiro en la cabeza.
"No puedo dejar de pensar en lo que ocurri¨® aqu¨ª en aquellos d¨ªas", dice Faisal al Guluri, de 49 a?os, vecino de la cercana localidad de Hillah, mientras observa los alrededores, que parecen sacados de un paisaje b¨ªblico. "Durante varias semanas llegaban camiones militares cargados con personas vivas. Avanzaban por la carretera hacia Bagdad y se desviaban hasta aqu¨ª
[a unos dos kil¨®metros de la carretera]. A nosotros no nos dejaban ni acercarnos al trigal. Luego escuch¨¢bamos disparos y m¨¢s disparos".
Durante 12 a?os la zona estuvo prohibida y vigilada por miembros de los servicios de inteligencia de Sadam. En cuanto su r¨¦gimen cay¨® comenz¨® a llegar la gente. Primero eran los vecinos de la zona; luego, residentes en Nayaf y Kerbala. M¨¢s tarde, de Basora. Empezaron con palas y luego pasaron a las excavadoras.
Casi todos los cuerpos tienen alg¨²n documento de identidad: una c¨¦dula del Ej¨¦rcito, un carn¨¦ de conducir o incluso el de un club deportivo. Los rostros de muchas fotograf¨ªas ya se han borrado y tambi¨¦n los nombres. Quedan los n¨²meros de serie de los documentos, que son anotados cuidadosamente por los voluntarios para facilitar la identificaci¨®n.
Sin embargo, algunos familiares no tienen tanta paciencia y descargan la tensi¨®n sobre las personas que organizan el rescate de los cuerpos. "?Eres un in¨²til, no puedo encontrar a mis hermanos!", exclama un hombre de gran corpulencia empujando amenazadoramente a Raid Fajer. ?ste no responde, pero inmediatamente se sit¨²a a sus espaldas otro joven armado con un Kal¨¢shnikov. La tensi¨®n se esfuma. "Es una desgracia, pero tambi¨¦n tenemos nuestro propio servicio de seguridad", dice el ingeniero.
A pocos metros de all¨ª, el Ej¨¦rcito de EE UU ha levantado una carpa donde ofrece agua y naranjas a las personas que est¨¢n all¨ª. Reina el silencio. "?stos tambi¨¦n nos van a joder", opina un hombre fatigado se?alando a los soldados norteamericanos, que, ajenos a lo que dice, sonr¨ªen. Desde el otro lado le responde un anciano. "No son musulmanes, pero son mejores que Sadam, que se dec¨ªa musulm¨¢n y nos ha destruido".
"Las desgracias atraen otras desgracias", dice resignada Unaimad Suburi, una mujer que ronda la cuarentena y que busca a su hermano desaparecido. Otro de sus hermanos, padre de ocho hijos, muri¨® la semana pasada en un accidente de tr¨¢fico mientras recorr¨ªa el pa¨ªs buscando al desaparecido. "Ahora me faltan dos hermanos y soy responsable de ocho ni?os".
Proteger los huesos
La organizaci¨®n Human Rights Watch ha criticado la ausencia de vigilancia estadounidense en la fosa, lo que produjo una avalancha de personas que se llevaban los primeros restos que encontraban, m¨¢s por el ansia de tener por fin a sus familiares que por tener pruebas claras de que se trataba de ellos. "Los iraqu¨ªes que trabajan en la zona no nos han pedido protecci¨®n, sino material como bolsas de pl¨¢stico y guantes, y eso es lo que les hemos facilitado", se?al¨® ayer el nuevo administrador de EE UU para Irak, Paul Bremer, quien a?adi¨® que en las pr¨®ximas horas llegar¨¢ a Irak un equipo de expertos forenses del FBI para estudiar los restos y determinar d¨®nde puede haber m¨¢s enterramientos clandestinos en la zona.
"Realmente no nos hace falta vigilancia nocturna, tenemos hombres armados. Lo fundamental es que la gente colabore", afirm¨® uno de los responsables de los voluntarios que trabajan en el rescate de los cuerpos. Pero la tensi¨®n aumentaba a medida que avanzaba la jornada y se produc¨ªan algunos conatos de pelea, una chispa que, en un pa¨ªs donde todo el mundo lleva armas, puede desatar una explosi¨®n.
Ayer, veh¨ªculos artillados de EE UU vigilaban las fosas. "Es como si el lugar estuviera maldito", dijo un anciano mirando las armas de los estadounidenses. "La amenaza de la muerte siempre est¨¢ aqu¨ª".
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