Traducir a Heidegger
Nietzsche fue el introductor del lenguaje en la filosof¨ªa como tema e instrumento fundamental suyo. Desde ¨¦l, el an¨¢lisis cr¨ªtico e hist¨®rico de la filosof¨ªa es fundamentalmente un an¨¢lisis ling¨¹¨ªstico. Es el caso, sobre todo, de la modalidad de pensamiento de los dos m¨¢s grandes fil¨®sofos del siglo XX, seguidores suyos en este sentido y, en este sentido tambi¨¦n (desenmascarar "momias conceptuales" revisando la gram¨¢tica en que perduran), los m¨¢s grandes cr¨ªticos, con ¨¦l, de la historia de nuestro pensar. Cada cual a su modo.
Wittgenstein lo hizo anali-zando el lenguaje de la vida diaria (sin tocarlo), en el que se han depositado los aut¨¦nticos usos (significados) de las palabras, frente al lenguaje desquiciado de la filosof¨ªa profesional, fundamento de todos los castillos en el aire de las nubes metaf¨ªsicas. Heidegger lo hizo forzando y retorciendo tanto el lenguaje acad¨¦mico como el corriente, inventando etimolog¨ªas fant¨¢sticas, traducciones interesadas, con el pretexto final de que pueda sacarse del olvido al ser, en un lenguaje digno de que more en ¨¦l y en ¨¦l pueda manifestarse.
SER Y TIEMPO
Martin Heidegger. Traducci¨®n de Jorge Eduardo Rivera. Trotta. Madrid, 2003. 497 p¨¢ginas. 27 euros
Se ha dicho que por primera vez con Martin Heidegger el lenguaje habla. Y debe ser as¨ª, porque habla muy raro. Seguramente por eso los heideggerianos no alemanes han de hacer m¨¢s esfuerzo en traducir que en pensar.
El caso es que si la traduc
ci¨®n es, en general, imposible, en el caso de Heidegger lo es muy en particular. La ¨²nica traducci¨®n castellana de Ser y tiempo que hab¨ªa publicada hasta ahora, la de Jos¨¦ Gaos, de 1951, es fiel, incluso demasiado fiel, a la literalidad de Heidegger. De modo que, dada la idiosincrasia de ¨¦sta (una especie de "exh¨¢lito del abismo" -como defin¨ªa B?hme al lenguaje-, bell¨ªsimo a veces), el texto de esa traducci¨®n adquiere una rigidez tan seria y extravagante que casi hace que parezca de broma. (Con todos los respetos a la figura personal e intelectual de Gaos, que no tiene culpa de ello, y menos hace 52 a?os, cuando Ser y tiempo s¨®lo estaba traducido al japon¨¦s.) No es extra?o que gentes que lean cosas as¨ª piensen que la filosof¨ªa o es una ¨®pera c¨®mica o es un divertimento de locos.
La traducci¨®n de Jorge
Eduardo Rivera intenta -y en relaci¨®n a la de Gaos lo consigue, desde luego- hacer comprensible el dif¨ªcil lenguaje de Heidegger, traslad¨¢ndolo en castellano a terminolog¨ªa lo m¨¢s usual posible. Y dentro de lo que cabe es una buena traducci¨®n. Que surge de un buen criterio (ut¨®pico) de planteamiento: intentar que Heidegger hable en castellano, recrear el texto alem¨¢n de modo que aparezca en la forma propia del castellano. Y que da muestras de aprecio a un buen consejo de Gadamer: "Hay que tener la valent¨ªa de traducir libremente".
Le ha costado al traductor una experiencia de m¨¢s de veinte a?os de esfuerzos por hacer accesible este texto capital a su alumnado de cursos y seminarios (el mejor origen posible de una traducci¨®n, sin duda). Le ha supuesto tres versiones, de las cuales, la tercera, elaborada y revisada un par de veces a¨²n, es la que ahora nos presenta. Parece que no bast¨® la bendici¨®n del maestro a la primera (hecha entre 1973 y 1975), de la que el traductor dice que Martin Heidegger "conoci¨® y aprob¨®".
En esta versi¨®n aparecen las notas del famoso "ejemplar de la caba?a", el ejemplar que Heidegger anotaba al margen (segundo tomo de la Gesamtausgabe). Buenas notas del traductor, tambi¨¦n. Se se?alan al margen las p¨¢ginas de la edici¨®n usual de Niemeyer, algo muy ¨²til. Hasta enmienda algunos errores detectados en las ediciones alemanas. Traduce, por eso, directamente del manuscrito original de Marbach. En fin, una edici¨®n de Ser y tiempo en castellano, hoy por hoy -y en lo posible- mod¨¦lica, que es de saludar que aparezca por fin en una editorial conocida. En la Editorial Universitaria de Santiago de Chile, donde se public¨® por primera vez hace seis a?os, no resultaba demasiado accesible.
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