Devoci¨®n a los ancestros
La novela de entonaci¨®n l¨ªrica necesita, en general, espacios restringidos y personajes complejos, y en esa colisi¨®n se crea una zona de borrosos contornos, la intimidad que rescata la prosa po¨¦tica. En sus anteriores novelas, Amor en cuatro letras (1998) y Como en el cielo (1999), ambas en Seix Barral, Niall Williams narraba conflictos e infortunios amorosos con un estilo, l¨ªrico, que se ajustaba muy bien a las emociones de sus personajes. En La ca¨ªda de la luz, en cambio, al escribir sobre un asunto m¨¢s panor¨¢mico y ¨¦pico, la desmembraci¨®n y transhumancia de una familia en la hambruna que asol¨® Irlanda a mediados del siglo XIX, su prosa resulta inadecuada para ofrecer las duras aristas de una experiencia que exig¨ªa un lenguaje m¨¢s pr¨®ximo a la epopeya que a la l¨ªrica. No obstante, pese a esta discordancia, que en ocasiones produce cierto ablandamiento cercano a la cursiler¨ªa, y gracias al gusto de Williams por la narraci¨®n de tradici¨®n oral, la novela consigue alzarse por encima de sus arritmias, y el resultado es una obra, en sus mejores momentos, que posee la resonancia de las grandes sagas familiares.
LA CA?DA DE LA LUZ
Niall Williams. Traducci¨®n de Ana Mar¨ªa de la Fuente. Seix Barral. Barcelona, 2003. 445 p¨¢ginas. 19 euros
Si hemos de creer al autor, los Foley que protagonizan La ca¨ªda de la luz es su propia familia, "un relato que ha pasado de padres a hijos", hasta el tataranieto que, convertido en narrador, dota a sus antepasados de un aura de leyenda. La novela comienza con una huida, y con la desesperaci¨®n de encontrar un lugar donde vivir. Francis, el padre, ha robado un telescopio, porque "dentro estaba el espacio infinito, el medio de salir de los estrechos l¨ªmites de la historia de su pa¨ªs". Ese instrumento ser¨¢ un s¨ªmbolo de su ambici¨®n y de su fatalidad. Al cruzar un r¨ªo, las aguas arrastran al padre, y sus hijos se dispersar¨¢n, cada uno en busca de su propio destino. La novela sigue las peripecias, el itinerario de los Foley, que abarcar¨¢ no s¨®lo la geograf¨ªa irlandesa, sino tambi¨¦n algo de Europa, de las lluviosas selvas de ?frica, y mucho de Estados Unidos: la naciente Nueva York con sus bandas de inmigrantes, y las tierras a¨²n salvajes del oeste, en los tiempos de la construcci¨®n del ferrocarril.
Mucho de lo que se cuenta en La ca¨ªda de la luz est¨¢ regido por la perplejidad y la admiraci¨®n. M¨¢s que narrar las vidas de los Foley, Williams se complace en exaltar el prodigio de la supervivencia. La novela es un canto a los hombres de Irlanda, a sus padecimientos y su lealtad a la familia. A la vez, todo es excesivamente portentoso y fant¨¢stico. A excepci¨®n del hijo que muere en ?frica, los otros v¨¢stagos de Francis Foley ostentan una sobrehumana fortaleza y un ¨ªmpetu de h¨¦roes cinematogr¨¢ficos que rozan lo inveros¨ªmil. A Williams le ha traicionado su devoci¨®n a los ancestros. Nada hay en ellos de contraluz o sombra, son relieves estatuarios atrapados en un momento de suprema energ¨ªa, capaces de superar, por amor a la tierra y a la familia, las adversidades. No cabe quitar m¨¦rito a la audacia de sus personajes, pero Williams ha contado su epopeya con tan exaltado lirismo que, en lugar de conferirles veracidad, los ha convertido en arquetipos.
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