Un desbarajuste en Carabanchel

Lo que ayer se vio en televisi¨®n de la visita de Aznar al barrio madrile?o de Carabanchel fue esto: un plano corto del presidente hablando sosegadamente de su pol¨ªtica fiscal y otro general donde suena la m¨²sica, sus simpatizantes agitan banderas y unos ni?os de siete u ocho a?os se dejan besar encantados por el l¨ªder y su esposa. Todo perfecto.

Lo que no se vio fue esto: unos minutos antes del mediod¨ªa, la caravana del PP llega al Parque Nuevo del barrio, donde ya hay montado un escenario y una peque?a carpa. No obstante, hay quien se les ha adelantado. Un centenar de trabajadores de Sintel esperan tranquilamente sentados en el c¨¦sped a que llegue Aznar. Dicen que le quieren agradecer personalmente todo lo que ha hecho por ellos. A Ana Mato, miembro de la ejecutiva del PP y organizadora del acto, tanta amabilidad no le agrada y decide en un santiam¨¦n cambiar de escenario. Sin embargo, la versi¨®n oficial es que la lluvia puede deslucir el acto. Los periodistas miran al cielo y est¨¢ pr¨¢cticamente despejado. La temperatura es de 24 grados.

El sitio elegido para celebrar el mitin es el polideportivo La Mina. A las doce y diez empiezan a llegar los periodistas y algunos simpatizantes, entre ellos dos mujeres mayores, una vestida de chulapa y otra de goyesca que quieren hacerse una foto con Aznar. Polic¨ªas de todos los tipos -de paisano, de uniforme, con traje, con vaqueros, a pie, en moto, en helic¨®ptero...- ya han blindado las instalaciones. Los periodistas acreditados pasan; los que no, tienen que esperar media hora. Los vecinos con buena pinta pasan; los que no, son rechazados. Hay un se?or con un ch¨¢ndal verde horroroso que no supera el casting y es despedido de mala manera. Se encara con el que parece ser el jefe de los agentes y le dice, nariz con nariz, casi gritando: "?Y lo que m¨¢s me jode es que yo soy m¨¢s anticomunista que la madre que me pari¨®!". La declaraci¨®n de principios surte efecto. Lo dejan entrar, y le regalan una banderita del PP.

Ya es la una de la tarde, hace calor, y el pabell¨®n de baloncesto sigue cerrado. Fuera, unos ochenta jubilados esperan al sol y se preguntan por qu¨¦ tanta tardanza. Dentro, la actividad es fren¨¦tica. Han puesto una gran cortina para reducir la cancha a un tercio, no vaya a ser que se repita el pinchazo de Mestalla. Se retiran las colchonetas, se cuelgan banderas de las espalderas; Ana Mato infla globos como una desesperada y entretiene a la docena de ni?os reclutados para el acto. A las 13.40 llegan Aznar y se?ora, Ruiz-Gallard¨®n y Esperanza Aguirre. A las 13.45 empieza el acto. Gallard¨®n, que es candidato, habla tres minutos. Aguirre, que es candidata, otros tres. A las 13.51 toma la palabra Aznar. No tiene atril. S¨®lo una silla de madera plegable y un micr¨®fono inal¨¢mbrico. Se le oye y se le ve mal. El presidente, que no es candidato, habla durante 21 minutos. En tono monocorde, explica a los ni?os y a los jubilados su pol¨ªtica fiscal. Ni un aplauso hasta que, ya terminando, se mete con los socialistas.

Los asesores de Aznar se acercan a los periodistas para cuchichearles: "Esto es un desprop¨®sito. ?A qui¨¦n se le ocurre organizar un acto en un parque de Carabanchel?".

A las 14.12 termina el mitin. Ha sido un caos, un desbarajuste, un sinsentido. Pero en el telediario de las tres ha quedado de dulce. Y, en campa?a electoral, eso es lo que importa. ?O no?