ETA, en campa?a
Algo hemos avanzado. Esta vez ETA no ha colocado un coche bomba para desmentir especulaciones sobre la existencia de una supuesta tregua t¨¢cita; se ha limitado a convocar una rueda de prensa restringida. En ella ha aclarado que su actitud receptiva ante la consulta popular contenida en el plan de Ibarretxe no significa apoyar dicho plan, al que califica de "excluyente".
De acuerdo con esa consideraci¨®n, confirma ETA su rechazo a lo que PNV y EA consideran "voto ¨²til" -a sus candidaturas-, y propugna el voto (nulo) a las anuladas por los tribunales. E informa de que en el debate interno, cuya existencia revel¨® en su comunicado del pasado domingo, se ha acordado proseguir la lucha armada. No hay tregua, sino una amplia lista de amenazas de muerte que, seg¨²n registra con precisi¨®n burocr¨¢tica el bolet¨ªn interno que da cuenta de dicho debate, incluye a todos los candidatos de las formaciones no nacionalistas, a los periodistas cr¨ªticos, a la Ertzaintza, a los que se oponen al euskera en Navarra, a la oligarqu¨ªa y a los miembros del Opus Dei, entre otros.
En su d¨ªa, ETA tuvo inter¨¦s en desmentir al PNV presentando documentos sobre el pacto que hab¨ªa precedido, en 1998, al acuerdo de Lizarra. Ahora ha querido dejar en rid¨ªculo al Gobierno de Aznar, varios de cuyos miembros hab¨ªan aventurado la existencia de un acuerdo de ETA con los nacionalistas en torno a una tregua. Es cierto que la negativa de los nacionalistas a la existencia de cualquier acuerdo (sin acabar de decir que no hab¨ªa contactos) ten¨ªa un valor relativo, dado el antecedente de 1998; pero que el presidente y su ministro del Interior hablen de tregua sin prueba alguna revela frivolidad y perjudica la credibilidad del discurso antiterrorista del Gobierno en esta campa?a.
ETA utilizaba en su declaraci¨®n del pasado domingo un lenguaje muy diferente al de anteriores comunicados en relaci¨®n a la consulta contenida en el plan de Ibarretxe. Tal vez la rapidez de la aclaraci¨®n del alcance de ese cambio de estilo tenga que ver con el deseo de cortar por lo sano cualquier movimiento de cuestionamiento interno. Los encapuchados reconocieron que en el debate hubo sectores que propusieron el abandono de la lucha armada. Un reflejo de ese debate pudo vislumbrarse en febrero y marzo pasados, tras el asesinato de Joseba Pagazaurtundua, en las p¨¢ginas de Gara. El argumento de los partidarios de dejar las armas era pragm¨¢tico: el balance entre lo que ETA aporta a la izquierda abertzale y lo que ¨¦sta tiene que pagar por su relaci¨®n con ETA ha comenzado a ser negativo.
Por otra parte, los propios encapuchados reconocieron, seg¨²n la versi¨®n que ayer ofrec¨ªa ese diario, las dificultades de la izquierda abertzale "para situarse en el nuevo terreno de juego pol¨ªtico que ella misma ha contribuido a crear con su lucha". Esa idea de que su lucha hab¨ªa hecho cambiar al PNV, y "derrotado el marco jur¨ªdico formado por la Constituci¨®n y el Estatuto", ya figuraba en un pronunciamiento anterior de ETA sobre el plan de Ibarretxe. Pero ahora se encontrar¨ªa con que, una vez alcanzado ese objetivo, carece de un brazo pol¨ªtico que lo capitalice; e incluso ante el peligro de que sean otros quienes se queden con los votos de la izquierda abertzale.
Eso explicar¨ªa el doble mensaje de los encapuchados. Por una parte, cr¨ªtica muy agresiva al nacionalismo mayoritario y consigna de voto inequ¨ªvoca para las plataformas sucesoras de Batasuna, aun a riesgo de que ello pueda interpretarse como confirmaci¨®n de parte de la vinculaci¨®n de las mismas con ETA; por otra, apelaci¨®n al "trabajo com¨²n" de todos los nacionalistas y menci¨®n al car¨¢cter "cerrado, excluyente", del plan de Ibarretxe, como si pidiera sitio. En resumen, ETA tiene claro que quiere continuar, pero no tanto al servicio de qu¨¦ estrategia. Clausurada la v¨ªa de la negociaci¨®n y tambi¨¦n (tras la ruptura de la tregua) la frentista de Lizarra, el objetivo inmediato es contener la fuga de votos hacia PNV-EA.
Pero no lo tienen f¨¢cil. Es improbable que el llamamiento de ETA haga cambiar de idea al sector de su electorado potencial que ya ha decidido votar a PNV-EA. En las elecciones anteriores, en plena tregua, Batasuna gan¨® 70.000 votos (y cinco puntos porcentuales), y en las auton¨®micas inmediatas a la ruptura de la misma perdi¨® 80.000 (y siete puntos) en favor del partido de Arzalluz e Ibarretxe. De manera que, incluso sin ilegalizaci¨®n, es muy probable que el mismo movimiento se hubiera producido ahora en las municipales. Con m¨¢s motivo tras la suspensi¨®n. Pero para que esa hip¨®tesis se verifique es imprescindible que el nacionalismo gobernante aparezca como el m¨¢s firme defensor del derecho de las listas herederas de Batasuna a presentarse. Podr¨ªa decirse que el nacionalismo desea la ilegalizaci¨®n del brazo pol¨ªtico de ETA con su voto en contra.
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