El refugio econ¨®mico"
Una empresa de Alcal¨¢ de Guada¨ªra prima en su plantilla a mujeres con discapacidad causada por malos tratos
Casi la mitad de la vida de Rosa ha discurrido junto a un hombre alcoh¨®lico con el que tuvo dos hijos y un sinf¨ªn de desaires. Por citar lo menor. Soport¨® tal calvario que incluso su cu?ada se aline¨® con ella sin fisuras cuando se atrevi¨® a dejar su domicilio por vez primera. Hace tres a?os que logr¨® romper en serio las ataduras con su marido al que no le exige ni un euro de la pensi¨®n fijada por la justicia porque cree que la tranquilidad que ha logrado ahora no tiene precio. En este tiempo ha salido adelante con empleos precarios, una pensi¨®n exigua y la ayuda de sus nueve hermanos.
Rosa es una de las mujeres contratadas para trabajar en el Centro Andaluz de Integraci¨®n Laboral Unificada (Cailu), una empresa dedicada a las artes gr¨¢ficas que buscaba mano de obra con un doble perfil: mujer y discapacitada. La tercera caracter¨ªstica que define a la mayor¨ªa de sus trabajadoras -haber sido v¨ªctimas de malos tratos- fue impuesta por la realidad. "Fue una sorpresa", recuerda la directora gerente, Cristina Pav¨®n.
De las 11 personas que componen la plantilla, la mayor¨ªa se ajusta a esa triple condici¨®n de mujer, discapacitada leve y maltratada. Una veintena est¨¢n en lista de espera para incorporarse a una empresa que les garantiza seguridad e independencia econ¨®mica, apoyo psicol¨®gico y formaci¨®n profesional. "Cada una ven¨ªa con la autoestima cero y con una problem¨¢tica cada cual peor", se?ala Pav¨®n.
Luisa huy¨® con sus hijos de Barcelona despu¨¦s de una terror¨ªfica convivencia. Su largo descenso a los infiernos toc¨® fin el d¨ªa que su pareja trat¨® de apu?alarla. "Le di el cuchillo para que lo hiciera y me liberara". Cuando revive ese momento lo hace con tanto detalle que encoge cualquier o¨ªdo. Se salv¨® porque, en un ¨²ltimo adem¨¢n de supervivencia, par¨® el golpe con la mano. Luisa pas¨® semanas en el hospital sin saber que su marido, despu¨¦s de autolesionarse, la hab¨ªa denunciado. "La sentencia le dio la raz¨®n a ¨¦l", recuerda con una serenidad pasmosa. "Yo no odio, no puedo, me da pena esa persona", aclara.
Su nuevo trabajo, al igual que a Rosa, le ha cambiado la vida. "En el momento en que les aseguras el tema econ¨®mico esas personas se recuperan", sostiene la directora gerente de Cailu. "No tienen nada que ver con las que entraron aqu¨ª", dice con orgullo. A la empresa de Cristina Pav¨®n y M? del Mar Mart¨ªnez, que comenz¨® a funcionar en noviembre de 2002, le han concedido ya el premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer. M¨¢s que respaldo a una trayectoria puede interpretarse como un empuj¨®n, que se suma a las ayudas econ¨®micas que han recibido de organismos p¨²blicos y a la contrataci¨®n de sus servicios. Uno de los regalos navide?os repartidos por el Congreso de los Diputados en 2002 sali¨® de la nave de Cailu en Alcal¨¢ de Guada¨ªra (Sevilla), a la que Isabel ha ido a trabajar con una pegata contra la guerra durante semanas.
Tiene 25 a?os, dos hijos y un pasado de acoso psicol¨®gico notable que la llev¨® a separarse. Sue?a con ir a la universidad alg¨²n d¨ªa para licenciarse en Derecho. "Aunque sea con 60 a?os", remacha. Con una ilusi¨®n similar Rosa cit¨® a sus hermanos hace meses: "No sabes la satisfacci¨®n que fue para m¨ª cuando les puse de comer y les dije 'todo esto lo he pagado yo". Rosa, Luisa e Isabel son nombres ficticios. La ¨²ltima agresi¨®n que sufren es la de tener que renunciar a su propia identidad cuando relatan su tragedia.
Siempre miraba atr¨¢s, ese miedo se me ha quitado"
El origen de Cailu es el resultado de la uni¨®n empresarial entre las sevillanas Mar¨ªa del Mar Mart¨ªnez y Cristina Pav¨®n. La primera empez¨® a trabajar con 14 a?os ante una m¨¢quina de coser y acab¨® montando su propia empresa. La segunda es una antigua funcionaria especializada en asuntos sociales y muy sensibilizada con las reivindicaciones de los discapacitados.
En 1998 echaron a rodar la maquinaria burocr¨¢tica para crear un centro especial de empleo que, seg¨²n la Ley de Integraci¨®n Social del Minusv¨¢lido, es aquel que cumple una doble finalidad: la productiva y la integradora. Cuatro a?os despu¨¦s, en mayo de 2002, la Consejer¨ªa de Empleo y Desarrollo Tecnol¨®gico concedi¨® a la empresa dicha calificaci¨®n.
Para entonces las dos socias ya hab¨ªan descubierto que detr¨¢s de numerosas discapacidades leves se ocultaba la historia de una maltratada. La discriminaci¨®n positiva que ejercen con estas mujeres a la hora de configurar la plantilla es lo que convierte a Cailu en una iniciativa singular. "Pensamos que la inserci¨®n laboral es la v¨ªa ¨®ptima para lograr la integraci¨®n de este colectivo en la sociedad y fomentar as¨ª sus valores de autoestima y confianza en s¨ª mismas", indican.
La experiencia de Rosa, la mayor del grupo, avala la teor¨ªa: "Fui a la entrevista de trabajo con mi hijo y su novia, no iba sola a ning¨²n sitio, siempre miraba atr¨¢s, pero ese miedo se me ha quitado", concluye con orgullo. Todas tienen un contrato indefinido.
Tambi¨¦n algunos de los pedidos que recibe Cailu poseen un simbolismo especial, como el serigrafiado de camisetas para Interm¨®n Oxfam, que han sido fabricadas en cooperativas de Bangladesh, donde trabajan mujeres a quienes "el comercio justo garantiza salarios dignos, condiciones laborales justas y ausencia de discriminaci¨®n".
La ONG record¨® ayer con motivo del D¨ªa Internacional del Comercio Justo esta "alianza singular" entre las mujeres de ambos pa¨ªses. "Las camisetas que se pueden comprar en las tiendas de comercio justo aportan el trabajo realizado por mujeres que parten de situaciones dif¨ªciles y que pueden salir adelante gracias a empleos dignos", destacan.
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