Papeles cambiados
"Usted es el candidato a la alcald¨ªa de Barcelona, ?no?". Un amargo rictus se dibuj¨® en los rostros de la comitiva del delf¨ªn Artur Mas: una amable se?ora, entre los puestos de verduras del mercado de El Vendrell, percib¨ªa el aura pol¨ªtica del personaje, pero no lo situaba en el universo convergente. Confundir a Macbeth con Banquo -ambos generales del rey Duncan- no es un problema en las primeras p¨¢ginas, cuando Shakespeare no ha decretado que comiencen las traiciones y todos est¨¢n en el mismo bando.
Y es que los papeles no est¨¢n claros. Ni para la se?ora de El Vendrell, ni para las visionarias brujas de Macbeth. Los candidatos a las auton¨®micas se empe?an en protagonizar las municipales. Por si fuera poco, el aspirante socialista a presidir la Generalitat derrocha la seguridad de un presidente en ejercicio y el conseller en cap apunta alarmantes modos de jefe de la oposici¨®n. De otra manera no se explicar¨ªan los ataques personales que lanzan en campa?a desde la c¨²pula de CiU a Pasqual Maragall. "No est¨¢ capacitado para gobernar Catalu?a, que se retire"; "que el PSC le ponga un bozal" (por decir que el catalanismo de CiU se fundamenta en "la pureza de sangre y de estirpe"); "es un buitre" (por llevar el caso Lear al Parlament). La relaci¨®n a medio camino entre la taxonom¨ªa zool¨®gica y el compendio sobre los estados mentales es exponente de que Maragall se ha convertido en el enemigo a batir. El equipo de campa?a de CiU lo tiene claro. Media docena de personas -algunas de ellas, por cierto, con cargo en Palau- hacen sombra cada ma?ana con el fantasma de Maragall, se entrenan pensando en el dirigente socialista. Elaboran las referencias medi¨¢ticas que Mas repetir¨¢ con exactitud horas despu¨¦s en sus visitas a campos, plazas, talleres y f¨¢bricas. Y no se andan con chiquitas. Rayan el insulto y se deslizan por una agraseividad casi siempre satanizada por el l¨ªder carism¨¢tico, Jordi Pujol. Para los nacionalistas, la ramploner¨ªa era una competencia exclusiva de los partidos con casa madre en Madrid. ?No estar¨¢n los convergentes cayendo en esta campa?a en her¨¦tica disidencia de la tradici¨®n de Torras i Bages? ?Las ganas de noquear al adversario nublan esa distinci¨®n que el obispo de Vic hizo entre los tarann¨¤s catal¨¢n y forastero? ?Qui¨¦n sabe? La Iglesia es sabia y conviene dejar las interpretaciones a los, m¨¢s que ex¨¦getas, empleados de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe.
?Y Maragall? Pues el l¨ªder socialista pasea como la reina madre por Catalu?a. Sus gestos rezuman autoridad. Va sobrado. Come cerezas en los mercados y no logra encestar los huesos en las papeleras. Pero no le importa. Cree estar en gracia de Dios y transmite seguridad. "En las auton¨®micas, barreremos". Su convicci¨®n no se sabe si procede de herencia familiar o porque ya siente en sus manos el cetro del rey Duncan. Abre de vez en cuando cajas con truenos, viejos, pero bien conservados. El clientelismo de CiU, los catalanes de sangre y estirpe... lo que le permite llevar la agenda pol¨ªtica y obligar a Mas y a su equipo de campa?a a ir a remolque, cuando deber¨ªan ser la m¨¢quina del tren si la situaci¨®n fuera comparable -que los hermeneutas nos perdonen- con la de Aznar y Rodr¨ªguez Zapatero. Mientras, Maragall espera que el bosque de Birnam siga aproxim¨¢ndose al Palau de la Generalitat.
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