Ep¨ªstola con autorretrato
En el ecuador de la campa?a electoral, la oferta de los populares ha adquirido una aureola m¨¢s propia del portento que de unos comicios municipales y auton¨®micos: Camps promete edificar 100.000 viviendas de protecci¨®n oficial por metro cuadrado, mientras Julio de Espa?a asegura que de anotarse en su curr¨ªculum la presidencia de las Corts, montar¨ªa en Alicante una franquicia parlamentaria, para hacer pasillos, sin necesidad de salir de casa. Y, por supuesto, los jubilados y sus pensiones, y los j¨®venes y sus contratos- basura son materia de las m¨¢s imp¨²dicas especulaciones. Se ve que los candidatos populares quieren quitarse, a costa de los vecinos, el s¨ªndrome de Irak y las viscosidades del chapapote, que han provocado, por omisi¨®n o comisi¨®n, y se desahogan con un verbalismo disparatado y en absoluto novedoso. Son recurrentes hasta la tozudez en sus argumentos ra¨ªdos y enga?osos. Ni propuestas de naftalina ni inauguraciones envueltas en el celof¨¢n y el despilfarro de los caudales p¨²blicos, resultan atractivas ni convincentes. Si con una costilla de Ad¨¢n, la divinidad hizo a la mujer, seg¨²n el relato b¨ªblico; tampoco es cierto que con una traviesa de ferrocarril se pueda inaugurar un nuevo caos planetario. Pocas roscas se van a comer, si perseveran en ese estado de penitencia donde los ha condenado la ¨¦pica desvariada de su l¨ªder, una ¨¦pica tan bien guisada en los fogones del franquismo y de la reacci¨®n, que la democracia ha descendido peligrosamente varios escalones.
Por cierto, su l¨ªder, el se?or Aznar, ha remitido presuntamente a todos los votantes, una carta circular, cuyo texto constituye un pasmoso autorretrato del mismo. El cronista cuando ley¨® lo de "con un programa de centro" no pudo ocultar una sonrisa ir¨®nica: por lo menos, el baranda, en medio de sus apocalipsis, a calz¨®n subido o bajado, seg¨²n el meridiano; de sus mensajes pavorosos; y de sus videncias de conspiraciones de socialistas, comunistas, separatistas, bordados en el eje del mal de su maestro, conservaba algo de humor, por dif¨ªcil que parezca. Pero la sonrisa se le mud¨® en carcajada, al cronista, cuando lleg¨® al p¨¢rrafo que dice: "Nosotros lo hacemos con moderaci¨®n y respeto a todos, con la pr¨¢ctica del di¨¢logo, con seriedad y honradez, contando con usted y sus aspiraciones". Pero, ?c¨®mo se explica? Entonces, cuando despotricaba contra los millones de personas que se manifestaban contra la guerra, como poco antes contra la cat¨¢strofe del Prestige, descalificaba las pancartas, las exigencias y deso¨ªa aquel clamor, ?d¨®nde se met¨ªa el respeto; d¨®nde, el di¨¢logo; d¨®nde, la honradez; d¨®nde, las aspiraciones de tantos, incluidas las de muchos cat¨®licos? No es muy dif¨ªcil suponerlo. La carta culmina con el ofrecimiento de un nuevo contrato a los espa?oles, ?pero de que pa¨ªs es oriundo este se?or? Qu¨¦ metedura. Sin duda, el nuevo contrato pretend¨ªa ofrec¨¦rselo a Bush, pero se le fue la bola o las bolas, con tanta exhibici¨®n oralmente testicular, con tanta referencia a los atributos viriles. Eso s¨ª, se pone autocr¨ªtico cuando habla de los riesgos de las pol¨ªticas que en el pasado produjeron m¨¢s paro, menos seguridad. Ah, si no lo sabr¨¢ ¨¦l por su abuelo, y por s¨ª mismo, tan afecto al r¨¦gimen, cuando abominaba del borrador constitucional.
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