Expolio en N¨¢quera
Es del dominio p¨²blico que la aplicaci¨®n de determinados instrumentos urban¨ªsticos previstos en la legislaci¨®n valenciana en la materia por parte del Ayuntamiento de N¨¢quera ha provocado una aut¨¦ntica insurrecci¨®n contra una actuaci¨®n municipal que cabe calificar como "desarrollista" aplicada a un entorno protegido en buena parte mediante la figura de "Parque natural". El caso de N¨¢quera es paradigm¨¢tico al menos por cuatro razones: el uso de la figura del agente urbanizador, el desarrollo de un planeamiento exclusivamente municipal, las vehementes sospechas que la praxis urban¨ªstica ha levantado y la irracionalidad que subyace a la actuaci¨®n municipal. Mas vayamos por partes.
En la legislatura que ahora muere el ayuntamiento de N¨¢quera ha desarrollado una serie de Planes de Actuaci¨®n, en unos casos destinados a producir suelo industrial, y en otros residencial, que comprometen una parte sustancial del t¨¦rmino municipal y buena parte del patrimonio inmobiliario del pueblo. Una poblaci¨®n rural y de segunda residencia de larga data se ve abocada en menos de cuatro a?os a un salto cualitativo: aparece la industrializaci¨®n y la dotaci¨®n residencial prevista se multiplica pr¨¢cticamente por dos. El impacto de la actuaci¨®n municipal sobre la comunidad es de consideraci¨®n. Y todo ello sin deliberaci¨®n ni consulta alguna. Por decreto del consistorio. Nunca mejor dicho. Si los Programas se realizan y completan el pueblo se convertir¨¢ en otra cosa, buena o mala; mejor o peor, pero otra. Hacerlo sin los vecinos cuando no a espaldas de los mismos no parece la mejor de las recetas. Tal proceder es, en principio, legal, ser¨¢ imprudente y lesivo, pero legal. Un excelente motivo para replantearse ese marco legal que posibilita un cambio radical sin consulta ni consenso.
Sentado as¨ª el principio del desasosiego entra en escena el agente urbanizador. En la pr¨¢ctica totalidad de los casos se trata de una mercantil ajena al pueblo y de naturaleza profesional, su protagonismo estaba condenado a ser percibido en t¨¦rminos de agresi¨®n a la comunidad dadas las dimensiones de la intervenci¨®n. Tal percepci¨®n inicial se ve agravada por dos factores: el Programa m¨¢s importante por su visibilidad supone la liquidaci¨®n de casi la mitad del suelo de titularidad municipal, y el t¨¦rmino "liquidaci¨®n" es pertinente porque la percepci¨®n es que se enajena a precio de saldo. Malo si es as¨ª, y malo si no es as¨ª. Tanto en un caso como en otro los gestores municipales quedan a altura del bet¨²n. A ello se agrega que los distintos PAI operan sobre un suelo de propiedad fragmentada en su pr¨¢ctica totalidad bienes de vecinos del pueblo y, como suele suceder en estos casos, al propietario del suelo el agente urbanizador les coloca la pistola en el pecho: o contribuyes a los elevados gastos de urbanizaci¨®n -que no puedes- o te expropio a precio de saldo. De ah¨ª al ?manos arriba, esto es un atraco!, no parece que medie mucho. Para arreglarlo lo que se expropia no son solares: es la tierra de la familia, que en no pocos casos es la tierra que la familia trabaja, lo que es arena de otro costal. No s¨®lo es que te privan de la tierra a precio de saldo para revenderla urbanizada a x veces lo que te dan para beneficio del forastero, es que te quitan la vi?a, los almendros o los naranjos, te cortan tus v¨ªnculos con la tierra. Y ¨¦se es otro cantar. N¨¢quera es un pueblo y un pueblo no es el PAI de la Avenida de Francia.
Adem¨¢s la gesti¨®n municipal no se ha caracterizado por su respeto a los valores naturales y paisaj¨ªsticos que constituyen el n¨²cleo esencial de los recursos del pueblo. Un mero vistazo a La Sabata basta para comprobarlo. Visto lo visto hacer en zona predominantemente virgen un campo de golf, un hotel y una urbanizaci¨®n de lujo le trae a uno recuerdos muy concretos: los de la urbanizaci¨®n de la Devesa para ser exactos. Nada de extra?ar que la operaci¨®n s¨®lo caiga bien a los propietarios vecinos al proyecto por aquello de la revalorizaci¨®n.
A todo esto el conjunto de los Planes y programas es municipal, como si el municipio fuera una isla. As¨ª un pueblo que tiene tres v¨ªas de acceso tiene ya un hermoso tap¨®n en una de ellas (la traves¨ªa de B¨¦tera), tiene un pol¨ªgono industrial en la segunda (Massamagrell)... y le han colocado el pol¨ªgono industrial justo en la tercera (Moncada). Excuso decirles a ustedes c¨®mo estar¨¢ el acceso si el conjunto de programas llegan a realizarse, contando con que no hay m¨¢s transporte p¨²blico que el MetroBus, si es que al servicio que presta se le puede llamar transporte, y que los fines de semana la zona se llena de ciclistas que van a subir El Oronet. El pueblo tiene adem¨¢s un fuerte d¨¦ficit h¨ªdrico, lo m¨¢s indicado para montar un campo de golf como bien se sabe. En fin, que muy inteligente no parece.
Si los proyectos minan la base econ¨®mica actual del pueblo, no son respetuosos con el medio, son impopulares, han agraviado a una parte sustancial de los vecinos, no atienden a las necesidades de infraestructuras y servicios, no son congruentes con el parque natural... etc¨¦tera ?C¨®mo se puede producir tal desprop¨®sito? El refr¨¢n dice: "Piensa mal y acertar¨¢s", y por una vez no parece impropio. A primera vista al menos. Si alguien piensa que el urbanismo y la ordenaci¨®n del territorio no deben ser competencia municipal tiene en N¨¢quera un ejemplo a mostrar.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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