La luz
Hace algunos d¨ªas tuve que acompa?ar a un familiar al servicio de urgencias de un hospital. La sala de espera se encontraba llena y las horas pasaban en esa enredada mezcla de aguda tensi¨®n e inmenso aburrimiento que suele imperar en estos lugares. Frente a m¨ª, al otro lado de la sala, estaban los ba?os. Consist¨ªan en un pasillo recto y largo que acababa en la zona de lavabos. Al fondo, a la izquierda, se abr¨ªan las dos puertas de los urinarios de hombres y de mujeres. El conjunto carec¨ªa de ventanas y no ten¨ªa otra iluminaci¨®n que la de la luz el¨¦ctrica. Me entretuve mirando entrar y salir a la gente de all¨ª (es incre¨ªble con lo que se puede una llegar a entretener en un ataque de tedio), y en un momento dado vi a una pareja como de veinte a?os, con un discreto aspecto de progres tardo-hippies. La muchacha entr¨® y ¨¦l esper¨® fuera. Al ratito la vi salir del retrete de mujeres y apagar la luz. Luego apag¨® la zona de los lavabos, y a continuaci¨®n el retrete de hombres. Por ¨²ltimo apag¨® tambi¨¦n la luz del pasillo, y despu¨¦s se reuni¨® con su amigo y se march¨®, incre¨ªblemente ufana de su buena acci¨®n ecologista. Los ba?os, a todo esto, se hab¨ªan convertido en una caverna tenebrosa. Lleg¨® un hombre y se detuvo en el l¨®brego umbral, dubitativo; luego debi¨® de imponerse la necesidad y se introdujo a tientas por el pasillo, desapareciendo entre las sombras. Al cabo de un tiempo considerable se encendi¨® una luz al fondo: hab¨ªa conseguido atinar con el interruptor del servicio de caballeros. Entonces lleg¨® una renqueante septuagenaria apoyada en una muleta y tambi¨¦n se detuvo ante el oscuro t¨²nel, obviamente insegura y amedrentada. Record¨¦ a la muchacha, tan complacida de s¨ª misma. Record¨¦ la mirada de puritano desd¨¦n que nos hab¨ªa dedicado a los dem¨¢s, a todos los irresponsables de la sala de urgencias que derroch¨¢bamos electricidad, personas enfermas, asustadas, accidentadas, fr¨¢giles. Personas doloridas en las que ella no pens¨®. Y me dije que en eso consist¨ªa el fundamentalismo: en adherirte a ideas quiz¨¢ buenas, quiz¨¢ nobles, de una manera tan dogm¨¢tica y antihumana que terminas por convertirlas en aberrantes. No te puedes solidarizar grandiosamente con el planeta Tierra si antes no eres capaz de solidarizarte con la septuagenaria.
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