Arriesgado y magn¨ªfico deb¨² de Jaime Rosales en un filme ¨¢spero fuera de norma
Contin¨²a el concurso con obras de Pupi Avati, Bertrand Bonello y Kiyoshi Kurosawa
Jaime Rosales es un barcelon¨¦s de 33 a?os nuevo en el oficio. Tres cortos de aprendizaje le permiten afrontar la arriesgada aventura de mantener en pie, sin acudir a tretas de cine negro trillado, el austero armaz¨®n de Las horas del d¨ªa, turbador relato de la vida cotidiana de un asesino en serie con fachada de desconcertante "normalidad". El filme fue seleccionado por la Quincena de Realizadores, y el p¨²blico de cin¨¦filos entr¨® de lleno en el rugoso subsuelo de esta obra de radicalidad formal, que presagia a un cineasta serio y muy dotado.
Se mueve Jaime Rosales sobre la tierra movediza de una visi¨®n hiperrealista de un asunto que pulveriza los bordes imprecisos de los llamados (por llamarlos de alguna manera) comportamientos normales. Cuenta el cineasta que en 1998 escribi¨® un cortometraje sobre un hombre que asesina a un taxista y se lleva el coche, al que despu¨¦s sube una puta. Y a?ade: "La idea era hacer una pieza de suspense en torno a la tensi¨®n que crea en el espectador saber que la prostituta va en un taxi conducido por un asesino. Pens¨¦ ?y qu¨¦ pasa luego?". De esa pregunta nace Las horas del d¨ªa, que deja as¨ª de ser un relato de suspense para convertirse en otra cosa, en algo que escapa del cine de g¨¦nero y no deja ver sus antecedentes, si es que los tiene; y abre un camino no recorrido, erizado de dificultades y peligroso de transitar, pero una vez vista la pel¨ªcula, se hace necesario andar hasta el fondo; ya que devuelve al cine su funci¨®n primordial de forma o de arma de conocimiento.
Procede Rosales del vivero de gentes del cine latinoamericano que forjan su oficio en la escuela de San Antonio de los Ba?os, cerca de La Habana. La solvencia de esta forja se percibe con claridad no s¨®lo en la excelente hechura profesional de la pel¨ªcula, sino tambi¨¦n, e incluso m¨¢s al fondo, en la precisi¨®n que tiene su composici¨®n formal. Elabora Rosales una secuencia de corte hiperrealista, que ¨¦l considera derivada del neorrealismo italiano y de la nueva ola francesa de los a?os sesenta. Pero la autodescripci¨®n de su elaboraci¨®n de tiempos y espacios resulta un poco vaga y se queda corta, porque (conscientemente o no) propone en su pel¨ªcula un tipo de secuencia que tiene mucho que ver con el formalismo chino, ahora mismo en su plenitud. Sobre todo en la escuela de Taiwan, donde se emplea mucho una ordenaci¨®n ritualizada de los encuadres: plano general de larga duraci¨®n con ¨¢mbitos esc¨¦nicos activos fuera de campo a uno y otro lado del encuadre, seguido de acercamientos de la c¨¢mara a los int¨¦rpretes en planos y contraplanos que cierran de pronto esos ¨¢mbitos. Y esto una vez, y otra, y otra, y otra, en una reiteraci¨®n completamente ritual propia de un estilo de filmaci¨®n muy evolucionado.
Esta forma secuencial permite a Jaime Rosales enfriar los sucesos y el juego de actores; y distanciar al espectador de los brutales asesinatos f¨ªsicos y morales -el m¨¢s fr¨ªo de estos cr¨ªmenes es el de las palabras que destruyen an¨ªmicamente al mejor amigo del muchacho asesino- representados, cuya atrocidad queda atrapada en la tela de ara?a de una c¨¢mara imp¨¢vida, que mira fijamente a rostros sin matices, como m¨¢scaras, en un ejercicio interpretativo en la cuerda floja, pero que logra sostenerse sobre el abismo de un brote de rid¨ªculo que nunca llega.
Aquel estilo y esta distancia hacen que la pantalla no caiga, con las im¨¢genes de estos cr¨ªmenes, en lo m¨®rbido y lo obsceno, sino que observen exquisito pudor y genere libertad en quienes los contemplan. Dice Rosales: "No s¨¦ qui¨¦n es el personaje Abel. Le pregunt¨¦ qui¨¦n era y me cont¨® algunas cosas, pero no me lo dijo todo, hay cosas que se guard¨®. Cuando comenc¨¦ a ensayar con el actor Alex Brendem¨¹hl le dije que hay cosas de Abel que ignoro. No le import¨®. Y la verdad es que el an¨¢lisis es bueno, pero demasiado an¨¢lisis puede matar el instinto. Hacer una pel¨ªcula es ofrecer al espectador una puerta abierta a un camino que ha de recorrer ¨¦l". Nada que a?adir, salvo que este inteligente filme abre efectivamente un camino a la libertad.
Y, a un tiro de piedra de la Quincena, sigui¨® el concurso con un irrelevante filme japon¨¦s de Kiyoshi Kurosawa, Akarui Mirai; la divertida comedia siniestra del italiano Pupi Avati Il cuore altrove, que est¨¢ hecha con solvencia e interpretada gozosamente por Neri Marcore, Giancarlo Giannini y la guap¨ªsima Vanessa Incontrada, una explosiva belleza, cuentan, que naci¨® y se cri¨® en Barcelona y creci¨® (?y c¨®mo creci¨®!) en Roma. Y luego vino Tiresia, en la que el franc¨¦s Bertrand Bonello hace un inteligente juego preciosista con momentos de gran fuerza dram¨¢tica y er¨®tica, en contrapunto con otros de sexo de laboratorio e inclinaciones a la negrura de sal¨®n intelectual. Es un filme irregular pero interesante que posiblemente acabe convirti¨¦ndose en eso que llaman una pel¨ªcula de culto, que nadie sabe exactamente en qu¨¦ consiste.
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