"Aqu¨ª confeccionamos paz y bienestar"
Cientos de mujeres colombianas cosen lencer¨ªa en el valle del Cauca para lograr un salario y paliar el abandono del campo
"Esto es mejor que cualquier empresa; por eso trabajamos con amor", asegura Helena sin perder la atenci¨®n en su tarea de preparar tiras de sujetadores. Helena es una de las 65 trabajadoras de la planta de Sal¨®nica, poblado de apenas 3.000 habitantes refundido en las monta?as de la cordillera occidental, a tres horas de camino de Cali, la tercera ciudad en importancia de Colombia. Es una de las 11 plantas de Industrias Integradas, una organizaci¨®n cooperativa que cuenta con 800 socios propietarios, la mayor¨ªa mujeres cabeza de familia. Ocho de los talleres producen prendas de vestir; dos, calzado.
La idea de este proyecto naci¨® hace 28 a?os cuando, en medio de una crisis provocada por la superproducci¨®n de caf¨¦, el Comit¨¦ de Cafeteros del Valle busc¨® un mecanismo para que la mujer tuviera ingresos y frenar as¨ª el abandono del campo. Empezaron con un taller de artesan¨ªas; no funcion¨®. Se pas¨® al calzado; luego al servicio de transformaci¨®n para los grandes centros comerciales. Hace 10 a?os dieron el salto y encontraron clientes directos en el exterior. Hoy manejan dos l¨ªneas propias de ropa interior femenina que se exportan a Estados Unidos, Ecuador, M¨¦xico, Espa?a y pr¨®ximamente a Francia. Y siguen produciendo: de las manos de estas mujeres salen prendas de firmas muy conocidas. "Hoy confeccionamos paz y bienestar, combinando calidad y productividad con sentido social", dice Roberto Pizarro, director ejecutivo del Comit¨¦ de Cafeteros del Valle.
"Los hombres temen que con el dinero queramos mandar en casa"
"El mercado colombiano tiene muchos altibajos, por eso cuidamos el mercado de exportaci¨®n. ?Queremos tener m¨¢s mercados!", afirma Helena con entusiasmo mientras se escucha el ruido mon¨®tono de m¨¢quinas, agujas, tijeras y manos haciendo presillas, encintando, asegurando costuras, cosiendo broches, uniendo copas de sujetador...
Este proyecto creci¨® y se afianz¨® en medio de problemas: en un comienzo hasta los sacerdotes se opusieron y en los p¨²lpitos hablaron de "nueva explotaci¨®n de la mujer". Se luch¨®, y se sigue haciendo, contra el machismo: a los hombres no les gusta que sus mujeres trabajen. Helena se r¨ªe al hablar de este asunto: ellos temen que con dinero vayamos a querer llevar la voz de mando en la casa, a dominarlos... El trabajo nos ha ense?ado a no doblegarnos tanto, a mirar que tenemos derecho a voz y voto".
Hace 28 a?os, el Comit¨¦ de Cafeteros contaba con el 100% de las acciones. Hoy, las socias son due?as del 78% . La idea es que un d¨ªa ellas la controlen por completo. El sentido de pertenencia es tan grande que no les importa trabajar un d¨ªa de Navidad o un Jueves Santo. "Aportamos nuestro granito de arena para que esto no se vaya a acabar, para que las exportaciones no se vayan".
En la ¨²nica ocasi¨®n en que los grupos armados trataron de intimidarlas para que pagaran un impuesto de guerra, las mujeres se enfrentaron con ellos: "Esto es nuestro; con nuestro trabajo sacamos adelante a nuestros hijos". En ocho de las 11 cooperativas, las socias son administradoras. Edilma empez¨® como operaria hace 25 a?os y hoy maneja todos los hilos de la planta de Sal¨®nica, donde se producen al d¨ªa 500 sujetadores y 750 bragas. Es tambi¨¦n miembro del consejo administrativo de la empresa. Las socias tienen todas las prestaciones legales, ayudas en salud y educaci¨®n, y crearon, entre otras, una reserva de lucro cesante que les permite ganar un salario en los d¨ªas que no hay trabajo. "Somos solidarias; si alguna sufre una calamidad, ayudamos con comida y dinero, ninguna de nosotras est¨¢ sola", dice Helena.
Hoy, esta mujer de 45 a?os mantiene a su familia. Su esposo, jornalero en el campo, con la actual crisis del caf¨¦ por los bajos precios del grano que produce Vietnam, muy rara vez consigue trabajo, y cuando lo hace, no gana m¨¢s de 7.000 pesos diarios (unos dos euros). Nancy tiene apenas 34 a?os, tres hijos, un nieto y otro en camino. De su trabajo viven todos. "He perdido el tiempo por no trabajar antes ac¨¢", dice . Como jam¨¢s se hab¨ªa sentado en una m¨¢quina de coser, le daba miedo presentarse. Se anim¨®, hizo la prueba de agilidad de manos y precisi¨®n, pas¨® los dos meses de capacitaci¨®n y hoy est¨¢ a la altura de cualquiera de los pasos de la cadena de producci¨®n.
La m¨¢s joven, Islena Rosa, de 19 a?os, est¨¢ reci¨¦n llegada. No pudo terminar el bachillerato por falta de recursos. "Mi anhelo era estudiar dise?o de moda. No tengo plata para hacerlo, aqu¨ª me siento feliz, me encanta coser y pienso llegar a ser una gran dise?adora de sujetadores y bragas", dice mientras sonr¨ªe con sus ojos inmensos.
La fundaci¨®n espa?ola C¨¢novas del Castillo apoya estos talleres y tambi¨¦n apoya un proyecto de j¨®venes agricultores que impulsa el Comit¨¦ de Cafeteros. La entidad entreg¨® parcelas a hijos de campesinos. "Nuestro inter¨¦s es que los j¨®venes vuelvan a lo rural". Ya est¨¢n vendiendo caf¨¦ a precio justo, en los mercados internacionales, entre ellos, Espa?a.
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