Ian Gibson cree que Cela es la met¨¢fora de lo mejor y lo peor de Espa?a
El hispanista publica un estudio sobre el Nobel y defiende que el triunfo fue su motor vital
No hay silencio, no hay remilgos en el libro de Ian Gibson (Dubl¨ªn, 1939). Est¨¢ todo. Lo bueno, lo malo, lo oscuro, lo iluminador. El bi¨®grafo de Lorca, de Dal¨ª, de Rub¨¦n Dar¨ªo y ahora de Antonio Machado, tras cuyas huellas lleva cinco a?os, ha querido dedicar un tiempo a indagar qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s del monstruo y el personaje en Camilo Jos¨¦ Cela. "Dedic¨® su vida a ser famoso", dice Gibson. "Hay mucho Dal¨ª en Cela tambi¨¦n", asegura, para relacionarlo con el pintor a quien Gibson ha dedicado una biograf¨ªa definitiva en La vida desaforada de Salvador Dal¨ª (Anagrama).
Igual que hizo con el artista, el ampurdan¨¦s surrealista que lo mismo asombraba que irritaba, Gibson ha querido coger por los cuernos a Cela y dedicarle un estudio provocador y sugerente, escrito tambi¨¦n desde la admiraci¨®n y el desprecio, a partes iguales, por el genio y el personaje. Gibson no oculta los episodios m¨¢s l¨²gubres de la vida del Nobel, ni su incapacidad para condenar el r¨¦gimen de Franco, como Dal¨ª, hasta su curr¨ªculo como delator, censor, provocador chulesco, hom¨®fobo y mis¨®gino, pero tambi¨¦n creador magistral del lenguaje y experimentador de todos los caminos nuevos en la prosa.
"Tiene muchos defectos. ?l es su gran enemigo". Los del exabrupto y el exceso ya se conocen, pero Gibson ha querido fijarse en otros. "El no dar pistas sobre cu¨¢les han sido sus influencias, ningunear a la gente que le marc¨® ha sido uno muy importante", afirma.
Salvo a Nietzsche o a Baroja, ?a qui¨¦n admiraba Camilo Jos¨¦ Cela? "No hay ni menci¨®n a James Joyce, ni a John Dos Passos. Ambos escritores fueron determinantes en su obra, creo yo. Joyce seguro que influy¨® en ¨¦l para convertirle en un genio del mon¨®logo interior, algo que Cela fue y que sin duda descubri¨® en Ulises. Y el Dos Passos de Manhattan Transfer fue esencial para La
colmena, aunque casi no lo reconociera".
No hay ni rastro de ellos en sus memorias, por ejemplo. "En unas memorias, lo menos que se puede pedir a un escritor es una pista sobre sus gustos literarios, pero es que La rosa o Memorias, entendimientos y voluntades, sus textos autobiogr¨¢ficos, son novelas tambi¨¦n. No hay nada de eso. Y lo menos que se le puede pedir a un Nobel es que reconozca esas cosas", afirma Gibson.
Pero es que tambi¨¦n las referencias a Valle-Incl¨¢n, crucial en la prosa celiana, han sido siempre taca?as en ¨¦l. "?l quiso ser un Marqu¨¦s de Bradom¨ªn, era su ¨¢lter ego. Nunca lo reconoce. Es un s¨ªntoma de debilidad y flaqueza, deber¨ªa haber sido m¨¢s generoso. No veo el problema en admitir esas cosas", sigue Gibson.
Sin embargo, hay otros Celas dignos de admiraci¨®n para este hispanista hablador, expansivo y de carcajada sonora. "Es el Cela de Pascual
Duarte, La colmena y San Camilo,
1936, el Cela que muestra un compromiso con sus semejantes, compasi¨®n, ternura con los otros", afirma. "Tambi¨¦n el de Oficio de tinieblas,
5, que me fascin¨®, el Cela m¨¢s ¨ªntimo, el del desamparo, la derrota, el que es como un ni?o que teme ser abandonado", cuenta Gibson.
Y el del remordimiento... Para Gibson, ¨¦se es otro de los motores de su obra. "La delaci¨®n en ¨¦l fue muy importante. Le marc¨® y en torno a ella hay referencias constantes", defiende el bi¨®grafo.
La biograf¨ªa definitiva
De todas formas, Gibson espera que alg¨²n d¨ªa alguien construya la gran biograf¨ªa celiana. ?Por qu¨¦ no ¨¦l? "Yo he dedicado un a?o. Hacen falta m¨¢s. No tengo m¨¢s a?os para Cela", dice. Pero luego duda. "Bueno, en principio. Quiz¨¢ m¨¢s adelante, s¨ª". El problema es que en Espa?a no se hacen biograf¨ªas en condiciones. "No, aqu¨ª no. Una biograf¨ªa es como una catedral, necesita tiempo y dinero", afirma.
Lo que ha hecho ¨¦l con Cela es algo muy personal. "Es un bioestudio, un biolibro, una lectura muy personal y prescindiendo de la cr¨ªtica. La cr¨ªtica no me interesa para esto", se?ala Gibson. Lo mismo que el Cela oficial. "Yo he ido por libre. He acudido a la Fundaci¨®n Cela en Iria Flavia, pero sin especificar para qu¨¦. De visita. Tampoco he hablado con Marina Casta?o, no he querido hacer un libro amarillo. ?Qu¨¦ me iba a descubrir ella sobre Cela?", se pregunta el hispanista.
La conversi¨®n de un gran s¨¢tiro
El sexo le da sentido. Por el sexo casi nacen, mueren, pero ante todo, se realizan las criaturas celianas. Es la gran tesis, es la gran obsesi¨®n de Camilo Jos¨¦ Cela. Tambi¨¦n la causa de sus ataques a la mojigater¨ªa, a la Iglesia castradora e hip¨®crita de la posguerra y toda la eternidad. "En este pa¨ªs lo que pasa es que se jode poco y mal". Es una frase latiguillo, una frase recurrente en la obra celiana, cuyos personajes se dan gusto en todas las posturas, en cada esquina, en las calles, los burdeles, y sobre todo en sus mentes...
Como ¨¦l, que se llam¨® a s¨ª mismo "gran jodedor". Pero en su etapa final, cuenta Gibson en Cela, el hombre que quiso
ganar, el bi¨®grafo irland¨¦s y espa?ol, como se define este vecino de Granada, desvela la manera en que Cela se convirti¨® en "otro hombre". ?La raz¨®n? Complacer a Marina Casta?o y casarse con ella por la Iglesia despu¨¦s de haber anulado su matrimonio anterior con Rosario Conde. Las razones aducidas fueron incontestables. ?Por qu¨¦ pod¨ªa ser anulado el matrimonio que uni¨® a la pareja Cela Conde durante m¨¢s de cuarenta a?os? Pues porque el escritor no dej¨® nunca de ser infiel a su esposa. As¨ª se admiti¨®. Cela lo hab¨ªa dejado claro: "Para m¨ª no existe el sexto mandamiento", le dijo desde el principio a Rosario Conde, y en consecuencia obr¨®. "La causa de la anulaci¨®n es de lo m¨¢s surrealista", dice Gibson. "Total, para casarse de esa manera tan hortera que se casaron despu¨¦s", a?ade. Fue en su chalet de Puerta de Hierro, en Madrid, con una capillita montada para la ocasi¨®n y muy pocos invitados, que aplaudieron entusiastas cuando el cura les declar¨® marido y mujer y se besaron.
Esta vez fue un triunfo de su mujer. La otra se qued¨® casi con lo puesto. "As¨ª me veo ahora, madre y soltera, a mi edad", declarar¨ªa Rosario Conde tras la anulaci¨®n.
Es la etapa final de un Cela domado, entregado a las autoridades y al Gobierno del PP, algunos de cuyos ministros portaron su f¨¦retro en Iria Flavia el d¨ªa de su entierro, en enero de 2002. "Baj¨® la guardia, son cosas que pasan", dice Gibson, que defiende que no era una actitud beligerante contra el poder la suya, sino, sobre todo, contra el Gobierno socialista, con el que mantuvo sus querellas interminables.
Babelia
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