Caro euro
El euro se ha encarecido mucho en poco tiempo. Y lo ha hecho de forma intensa frente al d¨®lar estadounidense, con el que ha alcanzado el viernes el m¨¢s elevado tipo de cambio, por encima de 1,18 d¨®lares, desde su nacimiento, el 4 de enero de 1999; en estos a?os ha llegado a cotizar en niveles inferiores a los 85 centavos de d¨®lar.
La volatilidad excesiva de los tipos de cambio de las monedas no es buena, especialmente si se produce entre las dos m¨¢s importantes del mundo, en las que se denominan la mayor¨ªa de los intercambios de bienes y servicios y los movimientos de capital, y en periodos relativamente cortos. Un riesgo de cambio excesivo, cuando no limita los intercambios internacionales, los encarece de forma manifiesta, tanto m¨¢s cuanto menos predecible es el fin de esa inestabilidad. Es la situaci¨®n que ahora estamos viviendo.
Junto a esas perturbaciones gen¨¦ricas, en el seno de las econom¨ªas que integran la uni¨®n monetaria, la significativa apreciaci¨®n de la moneda com¨²n encarece las exportaciones y abarata las importaciones, limitando la contribuci¨®n al crecimiento proveniente del sector exterior. Las ventas fuera de la zona euro revisten especial significaci¨®n en algunas de las econom¨ªas centrales del ¨¢rea. Alemania de forma particular: de no haber sido por la aportaci¨®n de la demanda externa, la considerada locomotora europea habr¨ªa profundizado a¨²n m¨¢s la recesi¨®n confirmada por los datos del primer trimestre.
Ahora las probabilidades de que se prolongue el estancamiento econ¨®mico en la eurozona son mayores, sin que pueda descartarse la entrada en una senda de contracci¨®n en el ritmo de crecimiento. As¨ª lo prev¨¦ la totalidad de las instituciones p¨²blicas y privadas, que, adem¨¢s de revisar a la baja sus previsiones para el conjunto de la econom¨ªa mundial, sugieren la conveniencia de que las pol¨ªticas econ¨®micas favorezcan el alejamiento de los vientos recesivos.
La debilidad de la eurozona coexiste con una baja tasa de crecimiento de los precios, que, siendo com¨²n al conjunto de las econom¨ªas avanzadas, en algunos pa¨ªses (otra vez Alemania, con un descenso del 0,7% en el IPC previsto para mayo) se enfrenta a mayores riesgos de la temida deflaci¨®n, como acaba de advertir el Fondo Monetario Internacional. Frente a esa situaci¨®n tiene poco sentido reclamar intervenciones directas de los bancos centrales en los mercados de divisas o atribuir la evoluci¨®n del d¨®lar al perverso deseo de las autoridades de EE UU de reforzar las ventajas de sus exportadores. En Europa m¨¢s vale tratar de compensar el endurecimiento de las condiciones monetarias determinado por ese encarecimiento del euro mediante reducciones de tipos de inter¨¦s, hoy m¨¢s justificadas en ausencia de contraindicaciones inflacionistas. Pero el Banco Central Europeo (BCE) parece ser ajeno a esa necesidad de eludir las amenazas sobre el bienestar de los europeos.
En ese contexto, el Gobierno brit¨¢nico aborda la nada f¨¢cil decisi¨®n de su incorporaci¨®n a la fase final de la unificaci¨®n monetaria de Europa, lo que, entre otras cosas, implica la cesi¨®n de las competencias de pol¨ªtica monetaria que hoy tiene el respetado Banco de Inglaterra al cuestionado BCE. Esa integraci¨®n de la esterlina en el euro completar¨ªa un proceso inequ¨ªvocamente favorable para Europa y, desde luego, para la econom¨ªa espa?ola. Pero es razonable que no s¨®lo ante la eventual decisi¨®n brit¨¢nica, sino tambi¨¦n ante la m¨¢s probable de algunos de los pa¨ªses que entrar¨¢n en la UE en mayo del a?o que viene, el BCE deduzca de la experiencia las lecciones suficientes para adaptar sus decisiones a lo que Europa necesita.
Ya ha transcurrido tiempo suficiente para que la heterogeneidad de las econom¨ªas, la adecuaci¨®n estad¨ªstica de la zona o el encaje de su Consejo de Gobierno sean justificaciones aceptables para un adverso contraste con la ejecutoria de otros bancos centrales.
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