Muy pocos los elegidos
A trav¨¦s de una aventura personal percibimos dos modos distintos de acceder y no acceder a la verdadera historia universal del arte contempor¨¢neo. Esa aventura personal se hace patente en los dibujos, ¨®leos y acr¨ªlicos del alem¨¢n Hans Hartung (Leipzig 1904, Antibes 1989), expuestos en la sala BBK de Bilbao.
En modo rotundamente v¨¢lido de Hartung se centra en las obras firmadas en los a?os cincuenta y sesenta. En esos a?os buscaba la m¨¢xima expansividad de la l¨ªnea. Cre¨ªa ver en esa expansividad una din¨¢mica humanizada reveladora del gesto vital. Para una mayor comprensi¨®n de su mensaje pl¨¢stico se aduc¨ªa que a la l¨ªnea le correspond¨ªa el tema del hombre, mientras que el fondo y los planos de color se adscrib¨ªan al universo c¨®smico.
En esos a?os cincuenta se le reconoce como uno de los precursores del informalismo y tachismo. Miembro destacado de la Escuela de Par¨ªs, su obra se inscribe en la fulgente abstracci¨®n l¨ªrica, junto a artistas como Wols, Mathieu, Soulages, Schneider, Bryen, Franz Kline, entre otros. Realmente sus graf¨ªas eran rotundas, ¨¢giles y, en especial, sutiles como notas musicales. Esa sutil¨ªsima cualidad gr¨¢fica le llev¨® a ganar en 1960 el Gran Premio de la Bienal de Venecia en 1960, adem¨¢s de entrar por derecho propio en todos los museos de arte contempor¨¢neo m¨¢s solventes del mundo. Ah¨ª est¨¢n las pruebas testimoniales, en ese reducido ¨¢mbito bilba¨ªno.
Pero tambi¨¦n est¨¢n los testimonios posteriores de un arte venido a menos. En las obras fechadas en los a?os setenta su calidad art¨ªstica va empobreci¨¦ndose, hasta que en los a?os siguientes, d¨¦cada de los ochenta, su devenir pl¨¢stico se reduce a un grandilocuente quiero y no puedo. En esas obras hay un exceso de ret¨®rica, fundamentado en un proceso de automatismo, donde capas superpuestas van gestando absurdos, f¨¢ciles, insulsos y repetitivos azares. Tan pobre y tan poco personal es el bagaje de esos acr¨ªlicos que m¨¢s parece fueran obras de un sinn¨²mero de artistas an¨®nimos de dudosa val¨ªa.
La vida de muchos grandes creadores es limitada. Todos ellos saben que mediante la creaci¨®n de algo nuevo pueden aspirar a producir obras que, con el tiempo, ocupen un lugar permanente en lo que llamar¨ªamos la tradici¨®n de su arte. La realidad nos dice que son muy pocos los elegidos que lo llegan a conseguir. Los dem¨¢s, una n¨®mina demasiado abultada, se ven inmersos entre la insistencia en hacer lo que ya hicieron, repiti¨¦ndose, o en realizar obras ajenas a su marca buena, casi siempre con resultados tan lamentable como pat¨¦ticamente paup¨¦rrimos.
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