La gran apuesta
Sin duda hay todav¨ªa quien no se quiere enterar. Pero esta realidad en r¨¢pida evoluci¨®n no deja de ser terca. Hasta para el m¨¢s tosco, el menos l¨²cido y el peor intencionado lanzado al ¨¦ter. Los lagrimosos que nos auguraban el estallido de Oriente Pr¨®ximo con la guerra de Irak est¨¢n molestos. Los agoreros llevan semanas comi¨¦ndose su propio equipaje de drama inventado. ?ltimas grandes noticias sobre el fracaso del tr¨ªo de las Azores son un muerto americano, atracos, chi¨ªes enfadados y el pillaje "generalizado". Dicen muchos que la posguerra ser¨¢ "complicada". Roban a alguien en un pa¨ªs en el que enterraban vivas a miles de personas en un d¨ªa, y todo el mundo tiene el deber de escandalizarse. Pero la cat¨¢strofe, la buena, no llega por mucho entusiasmo que vuelquen nuestros celosos fiscalizadores del pormenor iraqu¨ª en recordar a tan pocos muertos civiles de la contienda de tres semanas que Sadam habr¨ªa compensado con la menor de las fosas comunes que en horas logr¨® llenar a lo largo de su mandato. "The catastrophe simply did not take place. Sorry".
No viene y no pasa. Qu¨¦ lata. Lo m¨¢s bonito pero tambi¨¦n triste es identificar al irritado por tan espantosa evoluci¨®n de los acontecimientos. En Espa?a, curiosamente, son los mismos que nos anunciaban la dinamitaci¨®n del Pa¨ªs Vasco por la inusual terquedad de las autoridades pol¨ªticas y judiciales de aplicar all¨ª el Estado de derecho. La falta de inter¨¦s de los ¨¢rabes y musulmanes por imponer propuestas asesinas globales y masificadas compite casi en emoci¨®n con el bucolismo pol¨ªtico que ha supuesto borrar del mapa institucional al apologeta del crimen malcriado por la subvenci¨®n manirrota.
En Oriente Pr¨®ximo, ?vaya por Dios!, Espa?a no s¨®lo es protagonista del mayor ¨®rdago jam¨¢s dise?ado en favor del Estado palestino desde 1948. Y no s¨®lo tiene las mejores relaciones bilaterales con todos y cada uno de los Estados ¨¢rabes y unas posibilidades ins¨®litas de influir en el talante y la modulaci¨®n norteamericana de la Hoja de Ruta. Habla en Siria y en Ramala. Telefonea con Ir¨¢n y con Washington. Y es uno de los pocos interlocutores de peso que pueden actuar libremente, sin complejos y traumas, en Oriente Pr¨®ximo.
Pese a todos los sabotajes y las miserias por ambas partes en disputa, la situaci¨®n no es tan mala. Muchos lo lamentar¨¢n. Hay quien se horrorizar¨¢ y quien desde atalayas medi¨¢ticas espa?olas nos anuncie la cat¨¢strofe. Siempre es posible. Pero mientras tanto, Ariel Sharon, el gran instigador del proceso de ocupaci¨®n y parcelaci¨®n de los territorios ocupados por Israel en 1967, acaba de imponer en su partido, el derechista Likud, la aceptaci¨®n del t¨¦rmino ocupaci¨®n para la situaci¨®n jur¨ªdica de Gaza y Cisjordania. Y reconocen que los palestinos tienen derecho a un Estado propio.
El primer ministro israel¨ª, gran jinete del miedo a la aniquilaci¨®n que marca siempre la conciencia jud¨ªa, ha pronunciado una palabra tan normal para los Estados vecinos y las democracias europeas como ins¨®lita para su propia ret¨®rica. Es un punto de inflexi¨®n. Ya no hay vuelta atr¨¢s. ?Qui¨¦nes han hecho posible este may¨²sculo gesto pol¨ªtico? Ante todo ese denostado presidente Bush que ha logrado hacer comprender a Sharon que no tiene alternativa y que el apoyo norteamericano a la pol¨ªtica israel¨ª tiene plazo fijo. ?Supone esto "una amenaza para la seguridad intocable de Israel"? Por supuesto que s¨ª. Estar en la punta de mira de los terroristas siempre es un peligro. No estar en dicha lista es, por el contrario, un alarde de miseria. Dan grima quienes quieren salirse de esas listas. Dan miedo quienes quieren que se desarme Israel o liquidar los presupuestos militares y liquidar las bases en su propio pa¨ªs europeo. Dan simple l¨¢stima quienes lloran a unos muertos a los que jam¨¢s les otorgaron la posibilidad de que su inmensa dignidad estuviera respaldada por sacrificios, tambi¨¦n econ¨®micos, de un pa¨ªs que se enorgullece por primera vez de sus muertos. La esperanza de paz en Palestina aumenta y tiene mucho que ver con esos 62 ata¨²des con esas banderas bicolores que el Rey despidi¨® el mi¨¦rcoles.
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