Deshielo en Dresde
El desmoronamiento de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania en 1989, su desintegraci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica, social y demogr¨¢fica, sumi¨® a los alemanes del Este en una sensaci¨®n de p¨¦rdida de identidad. La profunda transformaci¨®n experimentada por la sociedad ha hecho necesario repensar todos y cada uno de los aspectos de la comunidad, el trabajo y la vida. Tambi¨¦n la arquitectura ha tenido un papel relevante en este conflicto, como puede observarse en las obras reci¨¦n terminadas o a¨²n en construcci¨®n en Dresde, capital del Estado de Sajonia. Los esfuerzos de las autoridades locales por renovar la imagen de la ciudad se han polarizado en dos posturas aparentemente opuestas: por un lado, cierta nostalgia del pasado, deseosa de borrar los traumas del siglo XX; por otro, la fe en la capacidad de los gestos de vanguardia para traer la salvaci¨®n econ¨®mica. Entre estos dos extremos se encuentran tres edificios recientes, una sinagoga, una biblioteca regional y un instituto de investigaci¨®n cient¨ªfica, que ofrecen una imagen m¨¢s compleja y matizada del futuro de esta regi¨®n.
Se puede argumentar a favor de una arquitectura completamente descomprometida, en la cual la forma no aspire m¨¢s que a la forma
De ser posible, la mayor¨ªa de sus ciudadanos aprobar¨ªan la demolici¨®n de la ciudad actual y su reconstrucci¨®n tal y como era antes de la guerra
En el caso de Dresde, el argumento a favor de la nostalgia resulta dif¨ªcil de rebatir. La ciudad, conocida como la "Florencia del Elba" debido a su espl¨¦ndida arquitectura renacentista, barroca y neocl¨¢sica, fue pr¨¢cticamente destruida por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. En los ¨²ltimos cincuenta a?os se han reconstruido la mayor¨ªa de sus edificios m¨¢s singulares; sin embargo, la antigua trama urbana de calles estrechas y edificios de peque?a escala ha desaparecido por completo, sustituida en los a?os cincuenta por el urbanismo racionalista de bulevares rectos y grandes bloques. De ser posible, la mayor¨ªa de sus ciudadanos aprobar¨ªan la demolici¨®n de la ciudad actual y su reconstrucci¨®n tal y como era antes de la guerra. As¨ª lo demuestra el esfuerzo invertido en levantar de nuevo el ¨²ltimo monumento que perdi¨® la ciudad, la Frauenkirche; operaci¨®n financiada a base de donaciones privadas y fondos p¨²blicos, y que se justifica por su contribuci¨®n a la industria tur¨ªstica de la ciudad, una de las bases de su naciente econom¨ªa.
En el otro extremo, los defensores de los grandes gestos de vanguardia suelen ser urbanistas locales y promotores privados, ansiosos por introducir las f¨®rmulas econ¨®micas occidentales, ejemplo representado por el palacio del cine que los vieneses Coop Himmelblau inauguraron en 1998, un vertiginoso pabell¨®n deconstructivo, cuyas irregulares facetas acristaladas y zigzagueantes superficies de hormig¨®n y malla met¨¢lica evocan tanto las fervientes fantas¨ªas expresionistas como los duros escenarios de las pel¨ªculas de acci¨®n norteamericanas. En la misma l¨ªnea, el departamento municipal de vivienda encarg¨® a Daniel Libeskind en 1998 el proyecto para un gran almac¨¦n de uso cultural en vidrio fracturado, a situar sobre un vac¨ªo del conjunto barroco de Neustadt, una colonia dieciochesca junto al Elba. A pesar de no haber encontrado a¨²n promotor, el proyecto ha vuelto a ponerse en marcha gracias al reciente triunfo de Libeskind en el concurso de la Zona Cero de Nueva York. Ambiciosa parece tambi¨¦n la futura rehabilitaci¨®n de la decimon¨®nica estaci¨®n central, magn¨ªfica en su decrepitud, que sobrevivi¨® a los bombardeos aliados y cuyo proyecto se ha encargado a Norman Foster. ?ste ha propuesto recubrir las b¨®vedas acristaladas con unas livianas l¨¢minas de fibra de vidrio. Igual que en el Reichstag, las pesadas ruinas de la era Bismark quedan coronadas y redimidas aqu¨ª por una c¨²pula luminosa y et¨¦rea.
Otro contraste dial¨¦ctico con la nostalgia de la reconstrucci¨®n de la Frauenkirche lo ofrece la nueva sinagoga, recordatorio de realidades m¨¢s inc¨®modas. En este caso, la comunidad hebrea no plante¨® en ning¨²n momento recrear la antigua sinagoga de estilo bizantino construida por Gottfried Semper en 1838 e incendiada por los nazis en la "noche de los cristales rotos". Sin necesidad de continuidad con el pasado, los autores de la nueva sinagoga -un joven equipo asentado en Saarbr¨¹cken, al suroeste de Francfort, de nombre Wandel, Hoefer, Lorch y Hirsch- han dise?ado dos potentes estructuras para albergar el templo y el centro comunitario, dejando entre ambos un patio donde la huella del edificio original de Semper queda silueteada en una superficie de esquirlas de vidrio. El volumen del santuario va rotando seg¨²n se eleva, gesto ambiguo que refleja la fragilidad de la comunidad jud¨ªa local: apenas unos cientos, en su mayor¨ªa inmigrantes de Rusia y Ucrania, cuya fe y tradiciones se debilitaron en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y que acuden a la sinagoga b¨¢sicamente en busca de servicios sociales.
Entre los cines de Coop Himmelblau y la nueva Biblioteca Universitaria y Regional de Sajonia, obra de Laurids y Manfred Ortner, las diferencias son otras. Al igual que los miembros de Himmelblau, Wolf Prix y Helmut Swiczinsky, los hermanos Ortner se dieron a conocer en la Viena bohemia de finales de los a?os sesenta, pero mientras los primeros han permanecido fieles a sus or¨ªgenes radicales, los Ortner han evolucionado hacia una especie de monumentalidad discreto-schinkeliana capaz de conseguir grandes encargos en la Rep¨²blica Federal contempor¨¢nea. La biblioteca es un caso de monumento auto-reprimido a pesar de la columnata de entrada que rinde homenaje al Altes Museum de Schinkel y a pesar de la inmensa sala central de lectura donde, seg¨²n Manfred Ortner, "se siente concentrada toda la potencia de la biblioteca". Y es que los arquitectos han enterrado 40.000 metros cuadrados del edificio en tres niveles bajo el antiguo campo de f¨²tbol de la universidad, conservando el talud en forma de anillo arbolado que conformaba el grader¨ªo del estadio original. Sus ¨²nicos elementos visibles son dos cuerpos de oficinas de escala modesta aplacados en un travertino jaspeado muy frecuente en los edificios neocl¨¢sicos alemanes. Desde la calle, la entrada queda insinuada gracias a una oquedad abierta en el talud, como si fuese la gruta de un jard¨ªn pintoresco ingl¨¦s, soluci¨®n adoptada por los autores como "la ¨²nica manera de conservar el aura del lugar". Lo cierto es que esa combinaci¨®n de amor a la naturaleza y de antit¨¦tico amor al orden severo y prusiano produce un edificio carente de sentido de la urbanidad.
Vistos los peligros ideol¨®gicos de estos intentos por amoldar los deseos incipientes en determinadas formas arquitect¨®nicas, se puede argumentar a favor de una arquitectura completamente descomprometida, en la cual la forma no aspire m¨¢s que a la forma. ?sta ha sido la estrategia de los arquitectos finlandeses Mikko Heikkinen y Markku Komonen en el edificio de laboratorios del Instituto Max Planck de Gen¨¦tica y Biolog¨ªa Molecular: revestir el bloque funcional de los laboratorios con una seductora piel de paneles de metal azul intenso cubiertos por una malla de aluminio verde ¨¢cido. La elegante disonancia, casi minimalista, creada por los colores, fr¨ªos y artificiales, evoca un despejado d¨ªa de invierno en Finlandia, lejos de la preocupaci¨®n del fr¨ªo deshielo de Dresde.
Los nuevos residentes en Dresde hablan maravillas de la cantidad de atractivos que ofrece la ciudad: la ¨®pera, el teatro y dem¨¢s oferta cultural, legado del anterior r¨¦gimen; la vivienda atractiva y a buen precio, resultado de la p¨¦rdida de poblaci¨®n a favor del Oeste y de la gran cantidad de villas burguesas de antes de la guerra que a¨²n se conservan; el menor coste de vida y lo relajado del ritmo cotidiano; o la cercan¨ªa a estaciones de esqu¨ª, a Praga, a Berl¨ªn y a otros destinos de fin de semana. Mientras en la ret¨®rica de la nueva arquitectura de Dresde contin¨²an resonando los ecos de los conflictos que sacudieron el siglo XX, el futuro de la ciudad se encuentra m¨¢s bien en esos poderosos atractivos; en el hecho de que, de momento al menos, el Este sigue siendo el Este.
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