Reflexi¨®n postelectoral
Como siempre sucede tras unas elecciones, los diferentes medios de comunicaci¨®n no dejan, durante los primeros d¨ªas del despu¨¦s electoral, de realizar infinidad de interpretaciones, m¨¢s o menos objetivas, alrededor de los resultados cosechados por cada una de las diferentes opciones pol¨ªticas concurrentes a los comicios. Es comprensible tal atenci¨®n, sabido que las campa?as electorales en la actualidad duran pr¨¢cticamente una legislatura, por lo que parece razonable tratar de explotar el esfuerzo period¨ªstico de tanto tiempo.
Entre los art¨ªculos de opini¨®n que con inmediatez se han hecho eco del resultado electoral de las elecciones de mayo de 2003, me gustar¨ªa destacar dos. El primero es el firmado por Josep Ramoneda en EL PA?S del d¨ªa 27 de mayo, pues el ¨¢ngulo anal¨ªtico de este experto en el estudio de la coyuntura pol¨ªtica resulta de todo punto atinado. Ramoneda explica con singular destreza la relatividad de los resultados de unas elecciones, pero superando abiertamente ese manido pensamiento por el cual tras una jornada electoral todos dicen haber ganado. Nada m¨¢s lejos de las apreciaciones de este analista pol¨ªtico, quien pone el acento y el acierto en relativizar las valoraciones sobre el resultado electoral, ya que desde su experiencia y visi¨®n de la realidad todo cuanto se diga despu¨¦s de las votaciones depende del punto de vista y de la posici¨®n desde la que se viven los resultados. En definitiva, todo es relativo y se gana o se pierde en funci¨®n del prisma con el que se contemplen los datos. ?Qui¨¦n gana unas elecciones: el partido que en el c¨®mputo global obtiene m¨¢s votos o el que a la postre arranca m¨¢s esca?os?
El segundo art¨ªculo que ha calado en mi particular reflexi¨®n postelectoral es el firmado por Josep Torrent en estas mismas p¨¢ginas tambi¨¦n el pasado 27 de mayo. Torrent menciona, entre otras apreciaciones, esa sensaci¨®n extendida y no por ello menos silenciada, que ¨¦l denomina corralito Biona; entendiendo por tal la penosa actitud de aquellos representantes p¨²blicos que anteponen sus intereses particulares a los del partido al que dicen servir y a los de la sociedad a la que aparentemente pretenden asistir. En suma, el art¨ªculo period¨ªstico insin¨²a que ya es hora de poner fin al perfil de esos pol¨ªticos que "prefieren ganar a costa de que pierda su partido". Y cabe reconocer que no le falta raz¨®n, si se atiende a la escasa ilusi¨®n que han provocado algunos carteles electorales, cuya capacidad de motivar al electorado ha sido pr¨¢cticamente nula desde que se conoci¨® la composici¨®n de la lista de dignatarios. Aunque tal percepci¨®n es una constante de los partidos durante ciertas ¨¦pocas, espec¨ªficamente en etapas en las que les cuesta encontrar un l¨ªder capaz de arrastrar electores.
Pero volvamos al esp¨ªritu que planea en la confecci¨®n de algunas listas electorales y aceptemos que no resulta descabellado llegar a pensar que existen pol¨ªticos capaces de anteponer sus intereses espurios para el corto plazo de una legislatura a costa de su propio partido. Lo cual significa una absoluta falta de generosidad, sabiendo que sin su presencia y contando con la participaci¨®n de otros candidatos m¨¢s capaces y con mejor disposici¨®n a trabajar por un proyecto, se podr¨ªan esquivar las trabas psicol¨®gicas que encuentran algunos ciudadanos para votar una opci¨®n, cuya composici¨®n tal como se les oferta no aporta ox¨ªgeno a las demandas sociales. Fundamentalmente porque, por ejemplo, en las elecciones locales se vota en mayor medida al candidato que en opini¨®n de sus conciudadanos es m¨¢s capaz de resolver sus problemas cotidianos, haci¨¦ndose abstracci¨®n en muchas ocasiones del partido por el que se presenta. De ah¨ª la importancia de elegir a los mejores candidatos para el consistorio, eliminado prejuicios que favorezcan que la mercadotecnia pol¨ªtica sea capaz de sustentar mun¨ªcipes cuyo ¨²nico logro es no intervenir en nada que altere el orden preestablecido. Y la realidad advierte de los buenos candidatos desperdiciados en aras a buscar r¨¦plicas en ocasiones tan bananeras como las que son capaces de arrasar por un simple y chabacano populismo, que resulta grotesco incluso para los propios correligionarios. Mas, qui¨¦n asume el coste de pedirles a los hu¨¦spedes del corralito Biona que renuncien a prebendas en favor de lograr un nuevo calado entre los electores. Dif¨ªcil, con independencia del color pol¨ªtico en el que se piense.
Todo lo anterior de ning¨²n modo encierra una cr¨ªtica por los resultados electorales, antes bien son reflexiones de un independiente cuya no militancia en partido alguno, no le avalan pero si le permiten opinar sobre lo que desde fuera no acaba de cuajar entre quienes se sienten comprometidos con las propuestas de progreso. M¨¢xime porque algunas candidaturas electorales exigen, como dec¨ªa hace unos d¨ªas un ex alto cargo del Consell, votar con la nariz tapada. En consecuencia, no pienso en el cainismo tan habitual en la din¨¢mica de los partidos pol¨ªticos, bien al contrario creo que cabe apretar los dientes y trabajar por una sociedad que vale la pena desde la oposici¨®n, tratando de leer en positivo los mensajes que se derivan del voto recibido de los soberanos votantes.
As¨ª pues, la lectura de las elecciones de mayo de 2003 no debe ser en absoluto negativa para las propuestas progresistas de la izquierda, dado que han recibido el apoyo del equivalente a haber llenado m¨¢s de 21 veces el campo de Mestalla de electores, lo que no parece tan mal resultado. Sobre todo si se entiende que el PP aglutina todo el voto proveniente del espectro de la derecha, ya que sus votantes se mueven desde la extrema derecha hasta la derecha m¨¢s centrista, con la adici¨®n de los trasvasados desde las elecciones de 1999 de la terminal Uni¨®n Valenciana, que es v¨ªctima de sus propios y llorados pecados, lo que tan s¨®lo le permite actualmente jugar un papel de resta de votos sin lograr personalidad propia en el panorama electoral. Por el contrario, la izquierda mantiene la tradicional diversificaci¨®n de su oferta al menos en tres formaciones en la reciente cita electoral: PSPV-PSOE, L'Entesa y el Bloc. Estas tres propuestas han obtenido conjuntamente en las elecciones auton¨®micas 0,8 puntos m¨¢s de votos que la derecha valenciana y nada menos que 4,6 puntos m¨¢s en las locales.
Consecuentemente, el Pa¨ªs Valenciano no es un feudo de la derecha. Al contrario, la izquierda, que le ha sacado en las elecciones locales en votos a la derecha la capacidad de llenar dos veces el estadio de Mestalla, ha perdido la posibilidad de gobernar en numerosos municipios y en la propia Generalitat por la oferta electoral diversificada en tres grupos que le han restado fuerza cuando los votos se someten a la implacable justicia de la Ley D'Hondt. Pero no debe ocultarse que la sociedad valenciana se divide entre derecha e izquierda en un claro empate al 50 por ciento en las manifestaciones de voto. No procede proponer aqu¨ª uniones de la izquierda, ya que ser¨ªa fomentar todav¨ªa m¨¢s si cabe el mal¨¦volo bipartidismo capaz de fagocitar toda iniciativa no mayoritaria y que tan poco enriquece la vida democr¨¢tica, pero s¨ª parece razonable no fomentar la zozobra y el desaliento por aceptar comparaciones ficticias de voto. Si bien, s¨®lo los partidos y sus representantes est¨¢n legitimados para hacer lecturas que vayan m¨¢s all¨¢ del simple contraste de cifras. Mientras tanto, ac¨¦ptese que el PP obtiene resultados que le garantizan la mayor¨ªa parlamentaria en las Cortes Valencianas gracias a haber establecido la estrategia de sumar en sus filas todo atisbo de derecha, tras permanecer en la oposici¨®n doce a?os. El mismo plazo que va a estar el PSPV-PSOE y que representan un tiempo suficiente para establecer estrategias que le devuelvan su aut¨¦ntico protagonismo, tal y como se extrae de los resultados de las ¨²ltimas elecciones.
Efectuadas estas precisiones, cu¨¢ndo se pregunta d¨®nde est¨¢n los de No a la guerra hay que recordarles a quienes preguntan que se encuentran, con los primeros datos computados, entre 1.137.877 o 1.174.743 votantes de propuestas progresistas auton¨®micas y locales, respectivamente, al igual que los cantautores del PHN est¨¢n dentro del 1.144.110 o 1.151.970 votantes de la derecha, asimismo, respectivamente, en las elecciones auton¨®micas y locales. Como se puede comprender f¨¢cilmente, tanto el voto de derechas como el progresista son capaces de llenar algo m¨¢s de un campo de Mestalla e infinidad de cosos como el de la calle X¨¤tiva. Sin embargo, la asignatura pendiente sigue siendo la abstenci¨®n, ya que m¨¢s de uno de cada cuatro valencianos no ha votado, lo cual es un porcentaje que deber¨ªa invitar a la reflexi¨®n a todo el arco parlamentario, al no ser capaces de movilizar a demasiados conciudadanos en los peri¨®dicos plebiscitos.
En conclusi¨®n, conviene realizar lecturas constructivas de lo acontecido m¨¢s recientemente en las elecciones de mayo de 2003, evitar la b¨²squeda in¨²til de responsabilidades, ya que no resultan provechosas en atenci¨®n a los datos generales obtenidos por los partidos de izquierdas, y la catarsis debe ser de ideas y de propuestas, desterrando en el futuro m¨¢s inmediato los corralitos Biona, de manera que dentro de diez meses la convocatoria de elecciones generales demuestre si efectivamente el Pa¨ªs Valenciano es tan de derechas como se pretende aparentar hoy. Dos de cada cuatro valencianos de los que han votado en mayo de 2003 no lo hicieron a favor de la oferta electoral de la derecha.
Vicente M. Monfort es profesor de la Universidad Jaume I de Castell¨®n.
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