Un concejal de Batasuna frente a ETA
Tras m¨¢s de un d¨ªa escondido, sin poder bajar al pueblo, el edil de Sang¨¹esa se manifesta en contra de la lucha armada
Su casa est¨¢ a las afueras de Sang¨¹esa, en uno de esos pueblos de colonizaci¨®n que surgieron de la nada en los a?os 60. Sus 130 vecinos se conocen tanto que dejan las llaves puestas en la puerta de casa, para que quien quiera entrar no se moleste siquiera en tocar el timbre. La hija peque?a de Patxi, el ¨²nico concejal de Batasuna en Sang¨¹esa, tiene una mu?eca calva que pasea en un carrito azul con las ruedas rotas. ?l, Patxi, algo m¨¢s de 30 a?os, 1,80 de estatura, trabaja de enfermero en un hospital de Pamplona, pero s¨®lo algunas noches a la semana. El resto del tiempo lo dedica a la pol¨ªtica, lo que -en contra de lo que pudiera parecer- no le causa demasiados trastornos. En Sang¨¹esa todos los partidos se llevan m¨¢s o menos bien. Todos. No hay violencia callejera ni posturas extremas. Hace d¨¦cadas que los presupuestos municipales se aprueban por unanimidad y la ¨²nica tensi¨®n llega cuando ETA mata a alguien en alg¨²n lugar y se convoca un pleno extraordinario de condena. En esas raras ocasiones, y para evitar males mayores, ¨¦l no acude y santas pascuas. Todos saben que Patxi Urmeneta est¨¢ en Batasuna, pero menos. Sus preferencias pol¨ªticas se sit¨²an m¨¢s cerca de Aralar, el partido escindido de HB por su rechazo a la violencia. De hecho, los vecinos del pueblo valoran que Patxi se sumara a las concentraciones silenciosas tras los atentados. Eso, y su buen car¨¢cter, hacen el resto. Patxi, de padre navarro y madre aragonesa, puede estar equivocado, pero nadie asocia su cara a la de un pistolero.
"La responsabilidad de este atentado es de ETA. Ni amparo ni justifico violencia alguna"
"Todav¨ªa se sabe qui¨¦n fusilaba en la guerra civil. ?Quieres que tu familia viva con esa cadena?"
Hasta anteayer. Exactamente, hasta anteayer a las 12.25.
La paz en que viv¨ªa Sang¨¹esa hasta ayer se puede resumir en una imagen. Cuando el coche de polic¨ªa salt¨® por los aires, todo el mundo crey¨® que aquel estruendo se deb¨ªa a la cantera de Li¨¦dena. Los chavales del instituto Sierra de Leyre siguieron con los ex¨¢menes como si tal cosa hasta que el humo negro y las sirenas de las ambulancias les dijeron lo contrario. A las cinco de la tarde, cuando todo el pa¨ªs conoc¨ªa ya la muerte terrible de los dos polic¨ªas, un ex concejal de Sang¨¹esa y amigo del concejal de Batasuna a pesar de sus grandes diferencias pol¨ªticas, lo llam¨® al m¨®vil:
- Patxi, ya sabes que a las ocho es el pleno para condenar el atentado. Tienes que venir. Tienes que decirles a tus vecinos que t¨² est¨¢s con ellos. Que los terroristas son unos hijos de puta. Que igual que han asesinado a los polic¨ªas pod¨ªan haber matado a tu mujer o a tus hijos. O a ti si llegas a tener la mala suerte de haber pasado por all¨ª. ?Y t¨² te crees que les hubiera importado? No. Se limitar¨ªan a decir esa desfachatez de las "v¨ªctimas del conflicto". Patxi, por favor, condena el atentado. Yo s¨¦ que t¨² est¨¢s en contra de toda esa locura. Ven al pleno y dilo. Ten en cuenta de que si no lo haces pasar¨¢s a la historia como el vecino del pueblo que no fue capaz de condenar el atentado. Mira, hace 70 a?os de la guerra civil y aqu¨ª todav¨ªa se sabe qui¨¦n fusilaba y qui¨¦n era fusilado. ?Quieres que t¨² y tu familia viva toda la vida con esa cadena al cuello?
Al otro lado del tel¨¦fono no se o¨ªa nada. Otros amigos lo llamaron a lo largo de la tarde, pero Patxi les contest¨® a todos con el silencio. Lo ¨²nico que consiguieron sacarle fue la confesi¨®n de que estaba hundido, bloqueado, sin saber qu¨¦ hacer. Cuando el pleno se inici¨®, su silla estaba vac¨ªa. Los vecinos enseguida empezaron a corear su nombre. "?D¨®nde est¨¢ el cobarde de Urmeneta?", se preguntaban para a?adir despu¨¦s: "?Asesino!". La paz del pueblo ya s¨®lo se pod¨ªa conjugar en pasado. ETA no s¨®lo hab¨ªa conseguido destrozar las vidas de los agentes, tambi¨¦n hizo trizas la convivencia en un santiam¨¦n. Juan Pedro Aramendia, el pastelero del pueblo, asisti¨® al pleno en su calidad de concejal del ¨²nico partido af¨ªn al nacionalismo vasco. Vot¨® como todos, en contra del atentado, pero sinti¨® que sus vecinos ya no lo ve¨ªan como un personaje simp¨¢tico. Sudaba a chorros. Hasta Jos¨¦ Luis Lorenzo, el concejal socialista que horas antes hab¨ªa sostenido en su regazo al polic¨ªa herido, sali¨® malparado. Seguidores del actual acalde, el conservador Daniel Plano, increparon al edil socialista y a sus familiares, reproch¨¢ndoles con acritud la posibilidad de obtener la alcald¨ªa con "el voto de los asesinos". ?Y Patxi Urmeneta?, ?d¨®nde se hab¨ªa metido?
La noche fue larga. A las llamadas de los amigos de otros partidos sucedieron otras, menos amigables, precisamente de sus compa?eros. Aunque Urmeneta lo neg¨® ayer, este peri¨®dico tiene constancia de que altos dirigentes de Batasuna -ahora AuB- lo llamaron para ordenarle que no fuera al pleno, que no condenara el atentado, que se mantuviera en el redil. En lo primero estaba de acuerdo. "Sab¨ªa que no pod¨ªa ir", declar¨® ayer tarde a este peri¨®dico, "me hubieran linchado y, adem¨¢s, no quer¨ªa ser la diversi¨®n de todas las televisiones". Lo otro, en cambio, no lo ten¨ªa tan claro. ?C¨®mo no iba a condenar un atentado tan cruel? Si no lo hac¨ªa, qu¨¦ ser¨ªa de su vida
a partir de entonces. No es lo mismo ser concejal de Batasuna en una gran ciudad -donde el anonimato protege- o en uno de sus feudos rurales -donde lo verdaderamente peligroso es no serlo- que en Sang¨¹esa, donde gobiernan los constitucionalistas y los vecinos no olvidar¨¢n nunca todo el horror vivido el viernes. ?Qu¨¦ hacer entonces?
"Yo sab¨ªa lo que quer¨ªa decir, pero estuve horas delante de una p¨¢gina en blanco y no me sal¨ªa ni una palabra". A las cuatro de la tarde del s¨¢bado, poco despu¨¦s de que los restos mortales de los polic¨ªas asesinados fueran honrados en Pamplona, Patxi Urmeneta sali¨® por fin de su casa. Estaba demacrado. No hab¨ªa dormido. En 36 horas s¨®lo fue capaz de comer medio plato de borrajas: "Una de las mujeres heridas es la madre de mi cu?ado y yo conozco mucho a la familia de Carlos Gallo, el empleado de Telef¨®nica. ?C¨®mo no voy a estar hecho polvo? Pues claro que s¨ª, pero mucho menos que los hombres que han muerto".
No quer¨ªa hablar m¨¢s y se sent¨® a escribir unas palabras para poner en orden sus sentimientos. A las ocho de la tarde, un d¨ªa y ocho horas despu¨¦s del atentado, Patxi Urmeneta dijo:
"La violencia, el dolor y la muerte est¨¢n siendo, lamentablemente, los protagonistas de la realidad de nuestro pueblo. Dolor que, antes que nada, hay que compartir con las familias de los muertos y heridos en este atentado. Conmoci¨®n y tristeza que se ha generado en toda la ciudadan¨ªa. La responsabilidad de este atentado corresponde a sus autores, corresponde a ETA. ETA no tiene que ser ajena al agudizamiento del conflicto que ha situado la crispaci¨®n social en niveles muy negativos para la sociedad vasca en general y de Sang¨¹esa en particular. Este concejal ni ampara ni justifica ni defiende acci¨®n de violencia alguna. Actos de esta naturaleza no contribuyen al desarrollo de nada. Mi posici¨®n en torno a la violencia, venga de donde venga, se sit¨²a en lo que expres¨® el Pleno de Lizarra-Garazi "ning¨²n proyecto pol¨ªtico tiene legitimidad para imponerse con violencia a los dem¨¢s" y que "la sociedad vasca exige poder construir su futuro sin violencia, en paz y libertad".
(...) Y, sin obviar la violencia que contra los abertzales de izquierda se ejerce diariamente, l¨¦ase negaci¨®n de derechos, aislamientos, detenciones sumarias, torturas ..., afirm¨¢ndome en mis postulados ideol¨®gicos y partiendo de mi defensa de "todos los derechos, tanto individuales como colectivos, para todos", es momento que, tanto desde mi posici¨®n personal como de concejal de este Ayuntamiento, me una al sentir de las gentes de Sang¨¹esa que, a fin de cuentas, son las que me votaron, y denuncie esta violaci¨®n de derechos humanos y rechace p¨²blicamente actos de violencia como los sufridos ayer en nuestro pueblo, apelando a todos los abertzales a unos planteamientos de unidad, trabajo y lucha por la libre determinaci¨®n en unas condiciones de no violencia".
Daba la impresi¨®n de ser un hombre acorralado. Lo dif¨ªcil es averig¨¹ar qu¨¦ le daba m¨¢s miedo: su conciencia, sus vecinos o sus compa?eros de partido.
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