Todos debemos ser donantes de ¨®rganos
El trasplante de ¨®rganos y tejidos constituye hoy d¨ªa una realidad terap¨¦utica perfectamente consolidada en los pa¨ªses con avanzada tecnolog¨ªa sanitaria de nuestro entorno. Lejos est¨¢n ya los tiempos en los que hacer un trasplante era un acontecimiento extraordinario que generaba una enorme expectaci¨®n. En este sentido, se puede manifestar sin ning¨²n tipo de petulancia que Andaluc¨ªa y Espa?a gozan de una situaci¨®n privilegiada, no s¨®lo porque tenemos las m¨¢s altas cotas de donaci¨®n-trasplante del mundo, sino porque nuestro Sistema Nacional de Salud da una cobertura universal y establece las bases sobre igualdad de oportunidades a la hora de recibir cualquier tipo de trasplante, sin hacer discriminaciones por la situaci¨®n econ¨®mica, raza, sexo o posici¨®n social del ciudadano.
Cada vez que se produce una donaci¨®n-trasplante, asistimos a un complejo proceso en el que participan casi un centenar de personas. Comienza con la magn¨¢nima solidaridad del donante, que cede los ¨®rganos despu¨¦s de su fallecimiento y culmina con los trasplantes de los ¨®rganos que salvan la vida de unos enfermos que, hasta hace pocos a?os, estaban condenados a morir.
El dolor que supone la p¨¦rdida de un ser querido representa una pena que no es valorada en su justa medida hasta que nos afecta y es el mas intenso que se puede sentir. Es un dolor total ya que nos duele el cuerpo y el alma; nos duele el pasado, el presente y el futuro. Y se sufre porque se ama. El dolor de esta p¨¦rdida forma parte de la vida exactamente igual que la alegr¨ªa forma parte del amor y, de hecho, es el precio que pagamos por el amor. Pero lo habitual es que no estemos preparados para ello, m¨¢xime si esta p¨¦rdida se produce en circunstancias imprevistas, como ocurre con los que son donantes, cuando la persona fallecida estaba en su plenitud. Y es en esos dram¨¢ticos momentos cuando hay que decantarse por la donaci¨®n. Resulta gratificante conocer a familiares de donantes que han sabido encauzar su dolor en beneficio de los dem¨¢s y que han puesto de manifiesto que el sufrimiento que han pasado no ha sido del todo est¨¦ril. De una forma real y fehaciente nos han demostrado que el dolor nos ense?a, nos une y nos enriquece, nos hace ser m¨¢s humanos, comprensivos y tolerantes.
En el transcurso del a?o 2002, Andaluc¨ªa ha reducido su porcentaje de negativa a la donaci¨®n hasta situarlo en un 21%, frente al 29% del a?o 2001. Todo ello ha propiciado que 569 pacientes andaluces hayan recibido un trasplante de ¨®rgano, cifra impensable hace escasos a?os. Es una aut¨¦ntica suerte vivir en un pa¨ªs, en una comunidad, donde la solidaridad es una de sus banderas. Pero no debemos pecar de triunfalismos porque todav¨ªa fallecen pacientes en lista de espera de un trasplante.
Estamos convencidos que, a medida que se incremente y mejore la informaci¨®n general sobre los beneficiosos y positivos efectos de la donaci¨®n-trasplante, la solidaridad de la que el pueblo andaluz viene haciendo gala seguir¨¢ poni¨¦ndose cada vez m¨¢s de manifiesto y esperamos que, en un futuro inmediato, el peque?o colectivo que a¨²n es reticente a donar, se ver¨¢ reducido a la m¨ªnima expresi¨®n. En el D¨ªa Nacional del Donante, invitamos a la serena reflexi¨®n y a transmitir a nuestros familiares y amigos el deseo de ser donantes de ¨®rganos.
No obstante, nadie debe sentirse forzado ni coaccionado a ser donante, aunque es una hermosa forma de vivir la fraternidad humana. Debe ser una acci¨®n voluntaria. Para aquellos pocos (afortunadamente cada vez menos), que una vez informados de los positivos efectos de la donaci¨®n, a¨²n no est¨¢n convencidos de ser donantes de ¨®rganos s¨®lo se les pide que reflexionen. Los enfermos que esperan un trasplante son personas reales, ni?os, j¨®venes, adultos, con nombre y apellidos, vecinos de nuestra comunidad y cuyas vidas dependen dram¨¢ticamente de la concienciaci¨®n de todos. Cuando en una posible donaci¨®n los coordinadores o¨ªmos el no por respuesta, nos duele pensar, simplemente imaginar, como esas familias se cierran las puertas al futuro, pues existe la posibilidad de que ellos mismos, para s¨ª o para uno de sus familiares, est¨¦n alg¨²n d¨ªa en la "acera de enfrente" y demanden a la sociedad en parecidas circunstancias lo mismo que en ese momento niegan. Cualquiera de nosotros puede necesitar alg¨²n d¨ªa el trasplante de un ¨®rgano vital para poder sobrevivir. Es preciso reconocer el sentido utilitario del cuerpo despu¨¦s de la muerte. "Hoy para ti, ma?ana para m¨ª o para mi familia". Todos debemos actuar con reciprocidad y asumir este compromiso ¨¦tico y de equidad. Una vez fallecidos, donar ¨®rganos es la herencia m¨¢s hermosa que podemos dejar. En el D¨ªa del Donante, reforcemos este solidario gesto y hagamos conocer a nuestros familiares y allegados mas pr¨®ximos este fraternal deseo de ser donantes.
Para los profesionales que nos dedicamos a la coordinaci¨®n de trasplantes y que tenemos contacto con las familias de los donantes, la donaci¨®n de ¨®rganos nos resulta una acci¨®n maravillosa, humana y tan cargada de altruismo que no queremos dejar escapar ni una oportunidad para agradecer a los donantes y sus familiares el acto de la donaci¨®n, verdadero desprendimiento an¨®nimo y gratuito de algo muy apreciado pero, desgraciadamente, ya innecesario cuando la muerte se?ala el final de la vida.
Manuel Alonso Gil es coordinador auton¨®mico de Trasplantes del SAS.
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