Col¨®n
Noticias que para ciertos cient¨ªficos e historiadores resultan m¨¢s que estupendas, a m¨ª, sinceramente, me dejan perplejo. Lo del obsesivo inter¨¦s por el material gen¨¦tico de los restos de Crist¨®bal Col¨®n me parece desproporcionado. Esta misma semana, un grupo de bi¨®logos, historiadores, expertos en ingenier¨ªa gen¨¦tica y forenses del Departamento de Medicina Legal de la Universidad de Granada han extirpado de las entra?as de la Catedral de Sevilla un par de urnas donde, se supone, reposan los huesos del mism¨ªsimo Crist¨®bal Col¨®n y de su hijo Hernando. Durante los pr¨®ximos seis meses, los citados especialistas emplear¨¢n a fondo la ¨²ltima tecnolog¨ªa de an¨¢lisis forense y analizar¨¢n con detalle el ADN mitrocondrial de los vestigios recuperados con un ¨²nico objetivo: saber si los restos del navegante descansan en Espa?a o en Santo Domingo. No s¨¦ lo que la operaci¨®n va a costarle a la administraci¨®n p¨²blica, pero me remueve las tripas que un hecho as¨ª de irrelevante sea acometido con tanto respaldo y expectaci¨®n mientras que otros de mayor trascendencia humana se desatiendan o se desprecien. Me refiero a la labor que la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica intenta realizar de un tiempo a esta parte en las cunetas y las fosas comunes de tantos lugares de nuestra geograf¨ªa sin que los organismos competentes subvencionen una maldita pala excavadora. Son miles las familias que llevan m¨¢s de sesenta a?os esperando enterrar dignamente a sus muertos. El pa¨ªs est¨¢ sembrado de cuerpos de nadie que reclaman un estudio de ADN mitocondrial, nuclear o cromos¨®mico para ser devueltos a los suyos. Ahora mismo, en el sur de la provincia de Alicante, en el campo de Albatera-Catral yacen miles de cad¨¢veres que se rebelan contra el olvido y, de vez en cuando, asoman sus manos o el perfil de sus calaveras entre el arado mec¨¢nico de alg¨²n tractor que remueve el terreno. Mientras tanto, medio pa¨ªs anda pendiente de los huesos de Col¨®n sin reparar en una tercera hip¨®tesis: que el ilustre marino fuese incinerado en Guanahan¨ª por expresa voluntad y que sus cenizas se esparcieran sobre el Atl¨¢ntico un bello domingo de 1506.
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