Manuscrito
El valor raro de las cosas. Porque todo tiene un precio, pero nadie sabe lo que pueden valer los estados de ¨¢nimo. Resulta dif¨ªcil vender la soledad, la insatisfacci¨®n, el miedo, la tristeza, las palabras tristes que apenas se atreven a contar los miedos de un solitario insatisfecho. El poeta duda en cada palabra, en cada s¨ªlaba, persigue su sombra para huir de s¨ª mismo, deja caer su incertidumbre en unos papeles que no ofrecen el consuelo amistoso de la confesi¨®n, sino la atm¨®sfera sofocante de los interrogatorios. Tiene pocos motivos para estar orgulloso de su trabajo y de su vida. Maldice una sexualidad culpable, que le obliga sentirse extranjero en los abrazos y traidor en los paseos familiares, en las bromas de algunos amigos, en los ritos sociales y en las imaginaciones nocturnas. Ni siquiera puede ganarse la vida. El ¨¦xito de uno de sus libros le asegura aplausos, envidias, cr¨ªticas elogiosas y opiniones insultantes, el c¨®ctel homicida o enga?oso de la actualidad literaria. Pero ser¨¢ imposible que pague un alquiler o que compre una casa con los derechos de autor. La independencia es un domicilio particular que todav¨ªa le est¨¢ negado. No puede compararse con el gran novelista Mart¨ªnez Olmedilla, o con el dramaturgo Mart¨ªnez Sierra, capaces de levantar edificios en el centro de Madrid con la renta social de sus ¨¦xitos. Al poeta s¨®lo le queda el viaje, la obligaci¨®n de la fuga, la necesidad de perderse en los kil¨®metros, entre las calles an¨®nimas de Nueva York, para que su angustia se ahogue en un tintero y su tragedia encuentre una m¨¢scara en la prisa de las multitudes.
No est¨¢ seguro de su cuerpo, ni de su talento. Ha dejado sin publicar la mayor¨ªa de los libros escritos, porque le resulta imposible dar por acabada la definici¨®n de su deseo. Ahora ve el rojo infectado de los amaneceres de Nueva York y siente que un enjambre de monedas furiosas taladra su coraz¨®n. Coge un papel, una pluma, edifica un peque?o mundo dentro del mundo, busca una esquina en la soledad de su habitaci¨®n y procura tomarse en serio, dudar, hacer que sus palabras sean algo m¨¢s que el testimonio de su propio fracaso. Si el sue?o de la raz¨®n produce monstruos, el insomnio de este poeta granadino en Nueva York fabrica versos en los que la ciudad moderna asiste a su naufragio, a la p¨¦rdida de sentido de una sociedad devorada por el crimen, la miseria y el racismo, hasta el extremo de cancelar el futuro. Ya no habr¨¢ para¨ªsos, ni amores deshojados, y las gentes negar¨¢n la inocencia de sus desnudos, y el sudor no dar¨¢ fruto sobre la tierra, dominada por las lenguas militares y por las ¨®rdenes de los diamantes, el petr¨®leo y los tel¨¦fonos de n¨¢car. La luz se confunde con la oscuridad. Un hurac¨¢n de negras palomas chapotea en las aguas podridas, las mujeres embarazadas guardan un d¨®lar en su vientre y los nombres que no pueden decirse mezclan el silencio de las almohadas con el murmullo desesperado de las plazas. El poeta se corta las manos con las tachaduras y las zarzas de un manuscrito que no puede conciliar el sue?o. Ni siquiera sospecha que su familia, muchos a?os despu¨¦s, pagar¨¢ 194.000 euros para recuperar la copia editorial del libro que ha empezado a escribir. El raro valor de las cosas.
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