M¨¢s all¨¢ del tr¨¢fico pesado
El barrio P¨¦rez Cubillas, donde resid¨ªan los detenidos por atacar a tres marroqu¨ªes, languidece por el abandono p¨²blico
Cada vez que la abuela de Luisa L¨®pez Albendiz ten¨ªa que ir al centro dec¨ªa "v¨¢monos a Huelva" aunque su barrio no diste m¨¢s all¨¢ de un cuarto de hora de paseo del cogollo urbano. Sin embargo, el barrio de P¨¦rez Cubillas, donde viv¨ªa la abuela de Luisa y donde sigue residiendo su nieta y actual presidenta de la asociaci¨®n de vecinos Nuestra Se?ora de la Salud, es una especie de islote cercado por las marismas y una carretera que conduce al Polo Qu¨ªmico bautizada con un nombre certero e infame: la carretera de Tr¨¢fico Pesado.
Raro es que a P¨¦rez Cubillas acudan qui¨¦nes no viven all¨ª (cerca de 4.000 personas), pero tampoco el movimiento inverso es masivo. Luisa L¨®pez pone el ejemplo del centro social, construido al otro lado de la carretera, al que calcula que acudir¨¢ alrededor del 10% de la poblaci¨®n. "La carretera es una barrera f¨ªsica que crea una sensaci¨®n de aislamiento", expone Francisco Cerezo, presidente de la asociaci¨®n Un nuevo horizonte para mi barrio, fundada por los Hermanos Maristas hace ocho a?os con el objetivo primordial de prevenir las drogodependencias entre los menores del n¨²cleo. Sus programas se dirigen especialmente a ni?os de entre 7 y 14 a?os, aunque tambi¨¦n desarrollan iniciativas para los adultos.
Se asocia a la venta de droga, pero muchos vecinos dejan sus puertas abiertas
P¨¦rez Cubillas se asocia al tr¨¢fico de drogas, a los robos y al vandalismo, pero en su interior es una barriada de apariencia tranquila donde muchos vecinos siguen dejando las puertas abiertas de sus casas. "Aqu¨ª hay puntos de venta pero no existe conflictividad", dice la presidenta vecinal, que habla con naturalidad de la tradicional convivencia entre unos y otros.
Todos saben qui¨¦n es qui¨¦n en este barrio donde las viviendas han ido creciendo en escalones verticales desde que se construy¨® la primera hilera de casas bajas hace unos cuarenta a?os, a la que se sumaron bloques sociales a¨²n marcados por las flechas y el nombre de Francisco Franco y despu¨¦s unas torres altas que miran hacia la carretera.
Las detenciones practicadas en relaci¨®n con el apaleamiento de inmigrantes en la estaci¨®n de autobuses de Huelva, que provoc¨® la muerte de Mohamed Zoubir, de 60 a?os, ha puesto el barrio en el punto de mira en los ¨²ltimos d¨ªas. Los cinco detenidos viv¨ªan o han vivido all¨ª, pero en las caracter¨ªsticas de este n¨²cleo no se aprecian signos que podr¨ªan explicar por qu¨¦ cinco personas encapuchadas atacan con bates de b¨¦isbol a tres seres que duermen en el suelo.
El vecindario incluye varias familias de extranjeros que no han sufrido rechazo alguno y los hijos de inmigrantes, que acuden al colegio Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, est¨¢n "totalmente integrados", seg¨²n el director, L¨¢zaro Mangas. Tampoco en los campamentos de verano organizados varios a?os entre Huelva Acoge y Un nuevo horizonte para mi barrio se registraron incidentes de corte racista.
Lo que s¨ª predomina entre los habitantes es la sensaci¨®n de abandono. En la ¨²ltima campa?a electoral ning¨²n pol¨ªtico se pase¨® por la zona. La aplicaci¨®n del plan Urban, un proyecto de la Uni¨®n Europea, tampoco ha contribuido a resolver carencias. "Desaprovecharon la oportunidad", lamenta Luisa L¨®pez. Los vecinos pidieron que se destinaran los fondos a programas sociales y a la dotaci¨®n de infraestructuras como sedes para las asociaciones, pero buena parte de los fondos se dedic¨® a pintar los edificios de amarillo, a reparar tejados y aceras, aparte de la construcci¨®n de la plaza Juan XXIII.
El olvido salpica tambi¨¦n el colegio, que no se ha beneficiado de una reforma notable desde que se construy¨® hace m¨¢s de 30 a?os. "No se pueden abrir las ventanas de hierro para que los ni?os no se den con el filo", se queja Juana Mar¨ªa Garc¨ªa Moreno, la jefa de estudios. Al centro acuden 115 alumnos de infantil y primaria. El absentismo es bajo en estos niveles, pero pocos aguantan luego el salto de secundaria. "La mayor¨ªa se pierden", indica Mangas. Los embarazos a edades tempranas son frecuentes. Tambi¨¦n el vandalismo contra el escaso mobiliario urbano que se observa.
El alumnado del colegio retrata, seg¨²n la jefa de estudios, el perfil del barrio: "Paro, trabajo en econom¨ªa sumergida y muchas separaciones. El director apuntilla: "Muchos ni?os tienen la autoestima por los suelos y eso incide en el bajo rendimiento escolar".
"A mis hijos los pueden acusar de robar, no de eso"
"Vamos a pagar por lo que no es". Carmen Reyes habla con contundencia. Ha tenido nueve hijos, uno de ellos, Carmelo R. R., de 19 a?os, est¨¢ encarcelado por el homicidio y las lesiones que sufrieron los tres inmigrantes que dorm¨ªan en la estaci¨®n de autobuses de Huelva la noche del Jueves Santo cuando fueron atacados por encapuchados. Nadie en la familia describe a Carmelo como un angelote, pero todos se aferran a su inocencia en este caso: "Tiene antecedentes por robo de aparatos, radiocasetes y cosas as¨ª, robaba para comprarse ropa".
La casa de Carmen se va llenando poco a poco de nuevos familiares que vienen a apoyar a la madre de la saga, tambi¨¦n entra un vecino marroqu¨ª a hacer una chapuza en la cocina. Las hermanas y la madre insisten en lo mismo, una cosa es robar y otra asesinar a alguien por racismo. "Un asesino no se entrega a la polic¨ªa", remacha To?i, una de las hermanas del acusado.
Carmelo acudi¨® el pasado el lunes 2 de forma voluntaria al Juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 2 de Huelva al saberse buscado por la polic¨ªa por el apaleamiento de los tres inmigrantes. Carmelo se present¨® acompa?ado de Francisco R. L., tambi¨¦n de 19 a?os y tambi¨¦n buscado por la polic¨ªa por el mismo suceso. El juez orden¨® su ingreso en la prisi¨®n de Huelva acusados de un delito de homicidio y dos delitos de lesiones, al igual que dictamin¨® en el caso de Jaime R. M., de 19, y Teodoro F. R., de 26. El quinto acusado es A. R. L., un menor de 16 a?os, hermano de Francisco, que est¨¢ internado en un centro de reforma de Almer¨ªa.
Con las cinco detenciones, la Subdelegaci¨®n del Gobierno de Huelva da por concluida la investigaci¨®n policial por la agresi¨®n que ocasion¨® la muerte de Mohamed Zouibir, de 60 a?os, y lesiones a Bensfia Abdesader y Ech.Charrka Boutkeur, de 25 y 34, respectivamente.
Sin embargo, las familias de algunos de los acusados no est¨¢n dispuestos a aceptar que se zanje el asunto a la ligera. "Si lo han hecho que lo paguen, pero yo s¨¦ positivamente que mis hijos no han sido y s¨®lo pido que investiguen", apela Ana V¨¢zquez. Su marido Francisco acompa?¨® a su hijo menor durante la declaraci¨®n ante la polic¨ªa: "Se hart¨® de llorar, agarrado a mis piernas, dec¨ªa que no sab¨ªa nada". Durante la comparecencia ante el juzgado Francisco se enter¨® de que tambi¨¦n otro de sus hijos, de 19 a?os, estaba acusado y buscado por la polic¨ªa. "A mis hijos los pueden acusar de robar, pero no de eso", dice el padre.
La piedra angular que dirige las indagaciones policiales hacia los j¨®venes de P¨¦rez Cubillas es la confesi¨®n de Teodoro F. R., que se?ala a los otros cuatro como autores de la agresi¨®n. A ¨¦l, a su vez, lo identifica uno de los inmigrantes. "Lo tienen sin abogado un tiempo prolongado a mi parecer en comisar¨ªa, le ense?an unas fotos y reconoce a los cuatro", se?ala Salvador Marfil, que lleva la defensa de los hermanos detenidos. En su ¨²ltima comparencia, sin embargo, Teodoro introduce nuevos comentarios que no coinciden con sus acusaciones anteriores. El juzgado ha pedido a m¨¦dicos forenses informes sobre el estado ps¨ªquico de Teodoro.
La madre de los dos hermanos A. y F. acent¨²a ciertas contradicciones. "Est¨¢n en la c¨¢rcel por la acusaci¨®n de una persona, pero ?por qu¨¦ no se le echa cuenta a otras que dicen que a esa hora estaban en otro sitio?", se pregunta. Entre los testigos que proclaman la inocencia de ambos hermanos figura Y., la novia del m¨¢s peque?o, que asegura que estuvieron juntos toda la noche del Jueves Santo viendo procesiones en el centro: "Desde las dos y media hasta las cinco y media o seis de la madrugada estuvimos en el estadio jugando y viendo pasos, luego nos fuimos en dos coches a P¨¦rez Cubillas".
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