Mentiras para la guerra
?Sab¨ªan Bush, Blair y Aznar antes de iniciar la guerra contra Irak que Sadam Husein no ten¨ªa ya armas de destrucci¨®n masiva o al menos sab¨ªan que no lo sab¨ªan? Es necesario esclarecerlo. Si as¨ª fuera, habr¨ªan mentido a sus ciudadanos, a la opini¨®n p¨²blica mundial, a sus parlamentos y al Consejo de Seguridad. Deben dar explicaciones. No es una mera cuesti¨®n "medi¨¢tica" como ins¨®litamente la ha calificado la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio. Se trata de una cuesti¨®n de principios, pues cada vez parece m¨¢s claro que ha habido una conjura para la guerra, buscando al menos desde agosto pasado en estas armas que supuestamente ten¨ªa Sadam Husein la excusa para el ataque.
Blair ha logrado evitar que se abriera una comisi¨®n judicial en su pa¨ªs. En EE UU, el Senado, que estuvo a punto de iniciar el proceso de impeachment para destituir al presidente Clinton por mentir respecto a su relaci¨®n sexual con una becaria, va a abrir una investigaci¨®n sobre este caso de mucha mayor gravedad y trascendencia. El reguero de informes estadounidenses y brit¨¢nicos -algunos copiados nada menos que de trabajos de estudiantes universitarios- puede resultar siendo todo un montaje -una falsificaci¨®n- en el que de forma ignominiosa particip¨® el Gobierno de Aznar. En Espa?a, con m¨¢s motivo a¨²n cuando est¨¢ sentada en el Consejo de Seguridad, debe abrirse, como m¨ªnimo, una investigaci¨®n parlamentaria.
Las armas no han aparecido y Aznar se ha prestado a este juego de justificaci¨®n previa de una guerra que se libraba por otros motivos, tal como ahora reconocen de forma indecente responsables de la Administraci¨®n de Bush, desde Rumsfeld hasta Wolfowitz, que tilda las armas de destrucci¨®n masiva de mera excusa "burocr¨¢tica". El 5 de febrero, mientras Powell presentaba en Naciones Unidas sus "pruebas", Aznar afirmaba en el Congreso de los Diputados que Sadam Husein estaba "determinado a conservar sus armas de destrucci¨®n masiva y a fabricar m¨¢s". Despu¨¦s, en la famosa cumbre en las Azores y en posteriores declaraciones, afirmar¨ªa que "todos sabemos que Sadam Husein tiene armas de destrucci¨®n masiva". ?Realmente? Ahora afirma que Sadam pudo haberlas destruido antes del ataque. ?Lo sabe o lo supone?
No cabe duda de que Sadam Husein dispuso de estas armas en el pasado, pues las utiliz¨® contra Ir¨¢n y contra los kurdos, aunque no en la guerra de Kuwait de 1991. El r¨¦gimen no hab¨ªa dado plenamente cuenta de su destrucci¨®n, aunque, al final, avanz¨® tanto en su colaboraci¨®n, bajo presi¨®n, con los inspectores de la ONU que el jefe de ¨¦stos, Hans Blix, acab¨® convirti¨¦ndose en una r¨¦mora para los planes de Bush, apoyados por Blair y Aznar. Al menos Bush ha prometido "revelar la verdad" como consecuencia de las filtraciones sobre una supuesta presi¨®n a la CIA -que no se enter¨® de que el 11-S se le ven¨ªa encima- para que manipulara su caso contra Irak. Rumsfeld sigue en la tesis inicial sobre dichas armas de que "la ausencia de pruebas no prueba la ausencia". Pero el teniente general Conway, al mando de los marines en Irak, considera que la informaci¨®n de EE UU "era simplemente equivocada". En eso coincide con Blix, que se retira del cargo de jefe de inspectores de la ONU salvando su reputaci¨®n y acusando a Washington y Londres de haberle facilitado una "informaci¨®n pobre".
Ya no es posible desandar lo andado y dar marcha atr¨¢s en una guerra ilegal y librada sin aval del Consejo de Seguridad. Pero el ataque no se justifica por que haya liquidado una brutal dictadura, especialmente cuando, dos meses despu¨¦s de la ca¨ªda de Bagdad, Sadam Husein sigue desaparecido, y no es precisamente la democracia, sino el caos, lo que reina en Irak. Para Aznar, la guerra se justifica ahora en el nuevo proceso de paz que se ha abierto en Oriente Pr¨®ximo, en el que Bush se neg¨® a entrar antes.
?Manipularon Bush y Blair la informaci¨®n sobre las armas de destrucci¨®n masiva y sobre el nunca probado v¨ªnculo con el terrorismo de Al Qaeda, discurso en el que persiste Aznar?
?Qu¨¦ se?alaron las evaluaciones propias del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) espa?ol? No s¨®lo est¨¢ en entredicho la capacidad de los servicios secretos, sino el uso que hicieron de ellos estos Gobiernos. Bush, Blair, Aznar y su ministra Palacio han perdido autoridad moral en este lamentable episodio. El eventual descubrimiento, en los pr¨®ximos d¨ªas o meses, de armas de destrucci¨®n masiva en Irak por expertos de la coalici¨®n carecer¨¢ de credibilidad sin la presencia de inspectores independientes. Como en el cuento del pastor y el lobo, el tr¨ªo de las Azores ha apelado a una amenaza que est¨¢ todav¨ªa por demostrar para justificar una guerra preventiva. ?Alguien va a creerles la pr¨®xima vez?
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