Internacional
O¨ª a Chaves menospreciar la corte, alabar la aldea y proclamar de nuevo -con ese voluntarismo tan sospechoso- que los socialistas eran los triunfadores de las pasadas elecciones. Iba en coche. Me trasladaba precisamente del campo, donde vivo, a la ciudad, para asistir al segundo festival de cortometrajes Almer¨ªa en corto.
Este certamen ech¨® a andar hace seis a?os. Se llamaba entonces Almer¨ªa Tierra de Cine, y tuvo cinco exitosas ediciones antes de que a la Diputaci¨®n le diera por carg¨¢rselo. Que se gastaba mucho dinero, dec¨ªan. Pero las protestas fueron gloriosas, y Luis Rogelio Rodr¨ªguez-Comendador tuvo que rectificar. Hizo una h¨¢bil pirueta y no s¨®lo lo mantuvo, sino que le imprimi¨® car¨¢cter internacional. No sabemos si esto ha sido bueno. Relevaron al equipo que hasta ese momento hab¨ªa hecho un trabajo excelente, cambiaron el nombre del festival y encomendaron su organizaci¨®n a una empresa privada. Qu¨¦ cosa tan rara: quejarse de lo caro que sale un festival y encarg¨¢rselo a una gente de Madrid, que cobra lo suyo. Y sobre todo: qu¨¦ gesto tan feo con las personas que lo levantaron en 1996.
A pesar de todos los pesares, no quisiera ver morir un festival al que este a?o se han presentado 44 cortometrajes de diferentes nacionalidades, y todos ellos con un nivel bastante alto. Prefiero que siga existiendo, aunque para ello tengamos que contemplar a Luis Rogelio Rodr¨ªguez-Comendador llevando del brazo a una chica Bond resucitada. No me importa, si a cambio veo resucitar tambi¨¦n a esos muertos vivientes, j¨®venes en su mayor¨ªa, que durante el resto del a?o permanecen enterrados. O dispersos, que es lo mismo. Estos zombis culturales salen de sus tumbas y caminan con los brazos por delante, ¨¢vidos de cine, hasta el Teatro Cervantes. (Por cierto: este teatro est¨¢ pidiendo a gritos la intervenci¨®n del nuevo ayuntamiento: compra, restauraci¨®n y programaci¨®n estable). Da gusto, digo, ver a toda esa gente llenando el patio de butacas. O casi llen¨¢ndolo, porque este a?o ha habido menos p¨²blico. Ojal¨¢ no muera este festival. Uno se reconcilia con la ciudad al comprobar que hay vida m¨¢s all¨¢ de los aniversarios, bodas y bautizos que anuncia la prensa local.
Tras la proyecci¨®n, los espectadores elegimos el corto que m¨¢s nos hab¨ªa gustado. No s¨¦ si mi voto estuvo influido por esas palabras de Chaves que acababa de o¨ªr en la radio, por esa victoria tan clara que hay que repetir tantas veces para cre¨¦rsela. Vot¨¦ el corto del noruego Hans Peter Moland, al que luego el jurado otorgar¨ªa el segundo premio: un grupo de viejos camaradas septuagenarios caminan por la monta?a cantando los himnos pol¨ªticos de su juventud cuando tropiezan con una excursionista que se est¨¢ hundiendo en el fango. Los abuelos hacen una cadena humana, y la sacan. La muchacha se va tan contenta, pero ellos se quedan en las arenas movedizas. "Nos estamos hundiendo", dice uno sin dramatismo. "S¨ª", constata otro. "?Por qu¨¦ no cantamos?", propone un tercero. La secuencia final es grandiosa. En la verde campi?a noruega ocho viejos camaradas, cogidos de la mano, se van hundiendo poco a poco mientras cantan a voz en grito (y en noruego) el himno de la Internacional.
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