Nagel en Amorebieta
El centro de Amorebieta es Zubitxea, casa del puente. Puente que une y casa que acoge. Ayer agua, hoy asfalto. Sus casas hoy miran la carretera, sin mirarse entre s¨ª, como lo hacen las casas edificadas en torno a una plaza.
Asoma por aqu¨ª Nagel, lo ve y de ah¨ª arranca la creaci¨®n de su trabajo. Deforme hermoso o hermoso deforme. Bronce, carb¨®n, metalizado con el tronco erizado de asim¨¦tricos punzones amenazantes. Parece, m¨¢s bien, un f¨®sil de mastodonte viviente en ¨¦poca geol¨®gica. Pero no, es de humeante actualidad y transpira hermosura y sabe a verdad, aunque a una verdad fea, carente de brillo y luz. Que, por muy fea que sea, siempre es bella la verdad, en la medida que es verdad.
Muestra Andr¨¦s el valor c¨ªvico de representar en p¨²blico la agresi¨®n a la naturaleza. Atroz alteraci¨®n de la estructura ecol¨®gica que Nagel nos reviste art¨ªsticamente con este expresivo conjunto de terror¨ªficas puas puntiagudas en posici¨®n de ataque. Revueltas se ven las letras de Amorebieta, grabadas en la redondez de su oscura coraza, desparramadas como escombro, simbolizando el costo humano de la producci¨®n de las sustancias contaminadoras y el precio social del desarrollismo. Y es de agradecer a Nagel que se haya detenido a plantar su obra en este pueblo condenado a sobrevivir en compa?¨ªa de una central t¨¦rmica.
Pero hay m¨¢s. Un valiente mensaje reivindicativo corona la obra. Vemos que el remate del tronco, de esa cartuchera repleta de elementos atacantes, es un tent¨¢culo en par¨¢bola, que no en corte de mangas, pues es manco. Pero cuelga del mismo una prenda de lino entregada d¨ªa y noche a los vientos, para que la agiten al grito de "alto a la agresi¨®n". Mila esker, Andr¨¦s.
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