Los enemigos favoritos
A una edad mediana, cuando ya se sospecha que se ha dejado m¨¢s tiempo atr¨¢s que el que a uno le queda, conviene tener conciencia cierta de que, al igual que los amigos -reales- siempre le definen a uno, hay cierto tipo de enemigos que dignifican mucho. Si esta m¨¢xima tan razonable y obvia como antigua siguiera vigente en nuestras sociedades desarrolladas, las confusiones a la hora de abrir frentes de combate ser¨ªan menores, tanto en la vida personal de los ciudadanos del mundo moderno como en la vida pol¨ªtica nacional y en la internacional. Hay listas de objetivos a abatir en las que conviene estar por respeto a uno mismo. Y como muy fuerte indicio de que alguna raz¨®n se tiene. Hay que insistir en estar en ciertas listas. De lo contrario hay de que avergonzarse.
Aunque se entre en ellas s¨®lo por la fuerza como es el caso del se?or Ariel Sharon o por una mezcla de necesidad y virtud como le pasa a Abu Mazen, el primer ministro de la Autoridad Palestina. Lo m¨¢s digno por supuesto es entrar en la n¨®mina de enemigos de cierta gente por convicci¨®n y talante. Como los constitucionalistas vascos, por ejemplo, amenazados de muerte por unos, despreciados por los socios objetivos de aqu¨¦llos y vilipendiados por quienes se irritan ante la dignidad terca.
Quienes constantemente se equivocan de enemigos corren el riesgo de poner bajo seria sospecha sus criterios o, en el peor de los casos, sus intenciones. Son muchos los que decidieron que sus enemigos durante el conflicto iraqu¨ª estaban en Azores y que por combatirlos val¨ªa la pena convertirse en escudo humano para el carnicerito y enterrador vocacional de Bagdad. Aunque son legi¨®n m¨¢s escasa de lo que creyeron, muchos insisten. Ahora se han convertido en entusiastas pregoneros del fracaso del plan de paz en Oriente Pr¨®ximo. Es muy probable que, aunque se equivocaran en todo antes y durante la guerra en Irak, ahora vayan a tener mucha gratificaci¨®n. El terrorismo ha vuelto a matar, en Israel y en Irak, y resuenan una vez m¨¢s las frases de comprensi¨®n hacia quienes ven en Abu Mazen un traidor y veneran a Yasir Arafat como lejos de all¨ª a Fidel Castro, ese hombre bueno que a veces se pone algo ordinario con ejecuciones y encarcelamientos de por vida, claro que por culpa de los norteamericanos, esos rufianes.
Arafat y Castro son ya el t¨¢ndem de grandes timoneles en la lucha contra el imperialismo de nuevo cu?o dirigido por un idiota tejano asesorado por unos jud¨ªos corruptos e insaciables que no piensan sino en esclavizar al mundo para imponer sus pel¨ªculas y exterminar el cine franc¨¦s como en su d¨ªa se acab¨® con la cultura azteca. Jacques Chirac, el nuevo adalid del esp¨ªritu ind¨®mito europeo, se dio cuenta en su momento de que algo hab¨ªa que inventar para hacer frente a los perversos manejos de ultramar. El resultado de los entusiasmos por los dos l¨ªderes supremos y a?ejos y por el rebelde con causa del El¨ªseo est¨¢n hoy claros en lo que a Oriente Pr¨®ximo se refiere: hay un plan de paz en el que la UE no tiene nada que decir pese a los denodados esfuerzos de dos espa?oles magn¨ªficos como son Solana y Moratinos; EE UU multiplica poder como influencia y todav¨ªa no hay nadie que emigre del pueblo m¨¢s profundo de Dakota a M¨¦xico, China o Cuba. Ni siquiera J¨¹rgen Habermas y Jacques Derrida pueden hacer otra cosa que acariciar el lomo del europeo autocomplaciente con sus c¨¢nticos de superioridad moral. La detestable ret¨®rica y est¨¦tica norteamericana ha dado nuevos br¨ªos al angelismo europeo. Tiene gracia que todos despachen a Bush como un new born, un renacido a la fe carbonera en Dios y no perciban que Europa no es ya que crea en la Virgen, es que se cree ser ella.
Habr¨¢ muchos m¨¢s muertos en Israel y en los territorios ocupados, habr¨¢ atentados en Irak y en muchas partes del mundo, incluido nuestro pa¨ªs, habr¨¢ violencia y robos y una nueva era de incertidumbre. Y ser¨¢n muchos los que interpreten todo como la confirmaci¨®n de la perversidad de su enemigo favorito. Nada podr¨¢ convencerles de que en el mundo rigen otras leyes que las que rigen en Estrasburgo y que hay ideas hostiles a las que hay que combatir y vencer. Y que aunque nuestras diferencias con EE UU en la percepci¨®n del mundo hayan aumentado vertiginosamente en un siglo, nuestros intereses en defender valores comunes siguen siendo los mismos. Sobreviva o no el plan de paz en Oriente Pr¨®ximo. Al fin y al cabo aquella tragedia, como tantas habidas, es un producto exclusivamente europeo.
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