Qu¨¦ ni?o te est¨¢ matando
Un mon¨®logo de la francesa Natacha de Pontcharra acerca de las enso?aciones m¨®rbidas de un marginado con mucha vida interior acumulada, en un texto que no renuncia a una cierta sordidez urbana iluminada en ocasiones por estallidos de observaci¨®n po¨¦tica de gran altura, sirve a Jos¨¦ Mar¨ªn para poner en escena algo que en principio parec¨ªa poco representable, y a Pepe Miravete para hacer uno de los papeles de su vida en la encarnaci¨®n de ese Mickey Linternas que cuenta sus desventuras de solitario en primera persona hasta que los desechos de contenedor de una mujer se cruzan en su camino y a partir de ah¨ª seguir¨¢ contando retazos de una historia sometida al arbitraje de las l¨ªneas paralelas, que incluso llevadas al infinito jam¨¢s llegan a encontrarse salvo que se recurra a borrar sus dictados.
Mickey Linternas
De Natacha de Pontcharra, en versi¨®n de Fernando G¨®mez Grande, por Companyia de Teatre Contemporani. Int¨¦rprete, Pepe Miravete. Iluminaci¨®n, Alberto Barber¨¢. Vestuario, Marisa Fraile. Sonido, Eurotracks/ Manuel Mirete. Direcci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªn. Sala Morat¨ªn. Valencia.
El texto tiene altibajos notables, ya que debe oscilar, para resultar cre¨ªble, entre los detalles de la verosimilitud y el vuelo imaginativo de un pobre diablo que a veces se expresa con tanta solvencia (en el registro de las emociones, pero tambi¨¦n en su expresi¨®n) como Baudelaire. Pero todo eso no es ya que lo salva la direcci¨®n de Mar¨ªn, con el impagable concurso de Miravete, sino que lo resuelve con un talento esc¨¦nico fuera de lo com¨²n en relaci¨®n con un mon¨®logo que la direcci¨®n contribuye a esclarecer por entero incluso en sus peajes de mayor oscuridad, con una mezcla de ingenuidad y perversi¨®n inocente que est¨¢ en el texto pero que su puesta en escena enriquece hasta niveles infrecuentes. El mejor Pep Mar¨ªn, ¨²nico cuando est¨¢ en forma, como bien saben quienes le conocen, aflora sobre todo en la segunda parte de una tragedia grotesca de la soledad basura, que hace suya de una manera cercana al esplendor del entendimiento esc¨¦nico. La tal Natacha de Pontcharra bien puede darse con un canto en los dientes ante esta fulgurante versi¨®n de un Taxi Driver s¨®lo en apariencia inm¨®vil.
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