'Desamericanizar' la cuesti¨®n cubana
La premisa indispensable para que los cubanos podamos reformar pac¨ªficamente y, a la postre, desarticular las estructuras totalitarias de la revoluci¨®n es que el conflicto se desamericanice. Los an¨¢lisis de la situaci¨®n cubana que ignoran o banalizan la agresi¨®n de un contendiente extranjero implacable, todopoderoso e impune, sirven de adorno para extranjeros que pretenden ser m¨¢s duchos en la historia de Cuba que nosotros mismos. Otro grupo que oculta el papel decisivo de EE UU son los cubanos que necesitan echar un turbio (y comprensible) sahumerio de olvido sobre su dependencia econ¨®mica o de su complicidad pol¨ªtica, e incluso org¨¢nica (pues muchos han vivido tanto tiempo dentro del monstruo que ya forman parte de sus entra?as) con esa parte beligerante extranjera. Banalizar el papel hostil de EE UU en la cuesti¨®n cubana sirve tambi¨¦n de propaganda pol¨ªticamente correcta (y supongo que eficaz) contra la irritante costumbre de la revoluci¨®n cubana de defenderse salvajemente.
Sin embargo, esos an¨¢lisis desamericanizados nunca servir¨¢n como plataforma sensata de pensamiento que contribuya a arreglar nuestra complicada vida nacional, y much¨ªsimo menos ayudar¨¢n a mitigar los sufrimientos del pueblo cubano. Pues a Cuba, o la arreglamos los cubanos, o la destartalaremos a¨²n m¨¢s nosotros mismos al socaire del generoso entrometimiento externo. A EE UU no le interesa buscar soluciones a los inmensos problemas de Cuba, sino liquidar para siempre las dificultades que la fren¨¦tica isla le ha creado en el hemisferio y en el mundo. Hasta ahora, la pol¨ªtica americana puede resumirse as¨ª: cuanto peor termine el drama cubano, tanto mejor para EE UU. Si se me permite usar una de las im¨¢genes gastron¨®micas que tanto nos gustan a los cubanos, dir¨¦ que si todos estos a?os de revoluci¨®n y contrarrevoluci¨®n desembocaran en una reconciliaci¨®n "suavecita" y verdaderamente nacional, eso enviar¨ªa la se?al a los despose¨ªdos del continente que una revoluci¨®n victoriosa y radical, que al fin coci¨® el ajiaco de su propia democracia ella solita y en su propio fog¨®n insular ser¨ªa, a la larga, rentable en Iberoam¨¦rica. Funesto ejemplo. Por lo tanto, EE UU no s¨®lo quiere poner los ingredientes de nuestro futuro ajiaco democr¨¢tico, sino que nos impone sus reglas de cocci¨®n.
Desde 1959, EE UU se ha apoderado infaliblemente de la oposici¨®n cubana, tanto dentro como fuera de Cuba. "If you cannot harness them, don't help them' ("si no puedes domesticarlos, no los ayudes"), ordena el presidente Eisenhower a Richard Bisell, jefe de la CIA, en 1960, para que controlase a la abigarrada resistencia contrarrevolucionaria. En su libro Reflexions of a Cold Worrior (Yale University Press, 1996), Bisell cuenta c¨®mo una de las prioridades absolutas de la CIA era un programa para "fabricar" una oposici¨®n que fuera "responsible, appealing and unified" (responsable, atractiva y unificada). Esa pol¨ªtica no ha cambiado hoy en d¨ªa. El jefe de la Oficina de Intereses de EE UU en Cuba, James Cason, tejano ¨¦l como el jefe del mundo, lleg¨® a la isla no hace mucho y, desde el primer momento, desarroll¨® una fren¨¦tica actividad de caudillo criollo con acento norte?o: repart¨ªa sueldos mensuales de 100 d¨®lares a ciertos disidentes; fund¨® en su propia casa, protegida por la inmunidad diplom¨¢tica, nada menos que el ala juvenil del Partido Liberal cubano, y el ¨®rgano oficial de los periodistas independientes de Cuba se imprim¨ªa en su Oficina de Intereses, donde tambi¨¦n se realizaban seminarios sobre derechos humanos. Numerosos disidentes (muchos eran agentes del r¨¦gimen, y ahora no se sabe las sorpresas que pueden surgir, incluso entre los que est¨¢n presos) ten¨ªan un pase permanente que les permit¨ªa entrar y salir, cuando quisieran y como quisieran, de esa sede diplom¨¢tica, en la que recib¨ªan instrucciones para que la oposici¨®n fuese cada vez m¨¢s appealing. Cosa verdaderamente ins¨®lita. Trate usted de entrar en la Embajada americana en Madrid cuando usted quiera y ver¨¢ lo que le pasa. Es una verdad irrefutable que, antes de las heroicas provocaciones de m¨ªster Cason, la disidencia era "casi" tolerada, lo que le permit¨ªa seguir trabajando.
Mientras tanto, de los 20.000 visados que EE UU tiene acordado otorgar anualmente para que esa cantidad de cubanos emigre legalmente, las autoridades estadounidenses s¨®lo hab¨ªan dado una ¨ªnfima parte, lo cual siempre ha tenido la peligrosa consecuencia de que las salidas ilegales se disparan. Si usted es haitiano y se roba un yate a punta de pistola, y lo desv¨ªa hacia Cayo Hueso con todos sus tripulantes para huir del capitalismo haitiano, a usted le espera una tunda marat¨®nica cuando llegue a Cayo Hueso y una deportaci¨®n segur¨ªsima. Pero si usted es cubano y hace lo mismo para huir del espantoso socialismo cubano, le hacen gloriosas entrevistas en Miami y le dan el permiso de residencia en EE UU.
Si estas labores de apoyo a los disidentes las hubiera realizado cualquier otro embajador, probablemente el Gobierno cubano no habr¨ªa podido actuar con la ferocidad con que ha cortado de cuajo la ya de por s¨ª d¨¦bil oposici¨®n. Pero un embajador americano no puede proceder de esa manera diplom¨¢ticamente inadmisible en Cuba sin convertirse en una de las famosas im¨¢genes vivientes lezamianas, capaces de condicionar la marcha de la historia. La carga simb¨®lica es demasiado fuerte. La amargura est¨¢ demasiado a flor de piel y el resentimiento demasiado manchado de sangre. ?Qu¨¦ actitud adoptar¨¢n esos disidentes que han recibido dinero del embajador imperial, cuando el d¨ªa de ma?ana sean flamantes senadores de la Rep¨²blica? ?Por qu¨¦ todos los proyectos cubanos de oposici¨®n tienen que terminar siempre en la aplastante mediocridad de reducirse, como la revista Encuentro -en cuya fundaci¨®n y etapa de consolidaci¨®n particip¨¦ activamente desde mi puesto en el Centro Internacional Olof Palme-, en lo m¨¢s vulgar que pueda concebirse en la historia de Cuba, un mu?eco m¨¢s armado y financiado por EE UU? ?Por qu¨¦ tiene que existir una Radio Mart¨ª, propiedad de la Oficina de Transmisiones hacia Cuba (OCB) del Gobierno estadounidense? Seg¨²n la ley Helms-Burton, ciertos cubanos, por ejemplo los hermanos Castro y otros dirigentes actuales, no podr¨¢n participar en la transici¨®n de Cuba a la democracia. ?A santo de qu¨¦? Eso, traducido a los casos de Espa?a y de Polonia, significa nada menos que Adolfo Su¨¢rez hubiera estado atado de pies y manos y que Jaruzelski no hubiera podido pactar nada con Solidaridad. El Gobierno cubano est¨¢ lleno de disidentes. Los hay en el partido, la cultura, la vida econ¨®mica. M¨¢s que la lealtad al r¨¦gimen, los une y los paraliza el odio a EE UU.
He le¨ªdo, asombrado, c¨®mo un escritor de la talla de Jorge Edwards compara las reuniones de Neruda con Aragon y Georges Marchais, cuando el poeta del Nobel era embajador de Chile en Francia, con la relaci¨®n clienteril de los disidentes cubanos con Cason en La Habana. ?Cu¨¢ntas veces en su historia trat¨® Chile de comprar a Francia? Y no me refiero a la segunda acepci¨®n de la palabra comprar, sino a la primera, la de adquirir a Francia por dinero con todos sus quesos y su bandera, su portentoso idioma y sus cementerios y sus bell¨ªsimas mujeres, tal y como EE UU intent¨® comprar a Cuba en todas las acepciones de la palabra. ?Cu¨¢nto tiempo hab¨ªa durado, en los tiempos de Neruda, el ilegal bloqueo econ¨®mico y financiero de Chile contra la Rep¨²blica Francesa? Porque el de EE UU contra Cuba dura ya m¨¢s de cuarenta a?os. Todo barco que atraque a un puerto cubano no podr¨¢ entrar en ning¨²n puerto estadounidense durante seis meses. El embargo crea obst¨¢culos insalvables al comercio de medicamentos y alimentos con Cuba e incluso obstaculiza las donaciones humanitarias, generando el sufrimiento y la muerte en el seno del pueblo cubano. El llamado "Riesgo Cuba", pieza clave del bloqueo, hace que Cuba s¨®lo tenga acceso a cr¨¦ditos a corto plazo y con elevados intereses, lo que impide el desarrollo sostenible. "Las acciones del Gobierno de los EE UU han impuesto deliberadamente unas condiciones de vida espec¨ªficamente calculadas para la eliminaci¨®n f¨ªsica de una parte de la poblaci¨®n". Esto lo dice Harry E. Vanden, profesor de Ciencias Pol¨ªticas y Estudios Internacionales de la University of South Florida, en el libro Salud y nutrici¨®n en Cuba: efectos del embargo norteamericano, compilado y prologado por quien esto escribe y editado por el Centro Internacional Olof Palme, de Estocolmo, en 1999. En ese mismo libro, la Asociaci¨®n Americana para la Salud Mundial cuenta en su informe c¨®mo el embargo impide que los ni?os cubanos con leucemia tengan acceso a medicamentos que prolongan la vida. Para venir de un diplom¨¢tico, la comparaci¨®n de Edwards me parece tan disparatada que parece una coqueter¨ªa. Cuba tiene la enfermiza facultad de obnubilar emocionalmente a la gente.
El Gobierno de Cuba act¨²a en un contexto geopol¨ªtico en donde el derecho internacional no existe. Su agresor puede darse el lujo de violar cualquier convenio indispensable para el mantenimiento de un nivel m¨ªnimo de convivencia civilizada entre las naciones. Los prisioneros concentrados en la base naval de Guant¨¢namo desde enero de 2002 han vivido en una tierra de nadie jur¨ªdica. En primera, porque EE UU mantiene su presencia ilegal en esa porci¨®n de tierra cubana en virtud de una usurpaci¨®n por la fuerza tras una guerra que los espa?oles y los cubanos perdieron juntos. Y en segunda, porque a esos prisioneros se les han negado todos los derechos legales. Leg¨ªtimamente amedrentados por el terrorismo, un flagelo terrible que ellos mismos le han aplicado a medio mundo, EE UU tir¨® a la basura el Estado de derecho. A m¨ª me parece repugnante que el Gobierno cubano tenga que encarcelar a hombres y mujeres por sus actividades pol¨ªticas y por escribir textos cr¨ªticos, o mentirosos, o lo que sea. Yo desear¨ªa tener un pa¨ªs en el que los periodistas tuvieran derecho a ser deshonestos, vendepatrias, arrastrapanzas, cualquier cosa, y que no les cueste m¨¢s que su propio descr¨¦dito. Un pa¨ªs que no fuera bloqueado por otro.
Al mismo tiempo que EE UU alentaba a los cubanos a marcharse por cualquier medio del pa¨ªs, advert¨ªan oficiosamente de que una avalancha de balseros ser¨ªa considerada como una grave amenaza a la seguridad nacional. Recu¨¦rdese que EE UU considera que Cuba es un pa¨ªs terrorista. Tres secuestradores fueron ejecutados con el fin de parar en seco lo que hubiera podido desencadenar una agresi¨®n armada contra Cuba, sue?o atroz de la ultraderecha estadounidense y cubano-miamense. Yo estoy en contra de todas las agresiones de EE UU contra Cuba y tambi¨¦n en contra de los encarcelamientos y esas tres penas de muerte. Durante los seis a?os que Bush fue gobernador de Tejas fueron ejecutadas 152 personas: dos condenas de muerte al mes. Unas atrocidades no justifican otras, pero s¨ª las instalan en su justo tiempo humano. Todo el mundo quiere cambios en Cuba, incluso los polic¨ªas que se llevaron a los disidentes: salir de la cerraz¨®n, del dirigismo dictatorial, de la prensa un¨ªvoca. Pero tambi¨¦n hay millones de cubanos dispuestos a defender lo que ellos consideran conquistas irrenunciables. Urge hoy m¨¢s que nunca desamericanizar la cuesti¨®n cubana. Para eso es imprescindible desmantelar el bloqueo y la ley Helms-Burton ahora mismo y sin condiciones, y que EE UU se abstenga de ponerle riendas verdes como los d¨®lares a todo proyecto de oposici¨®n en Cuba.
Ren¨¦ V¨¢zquez D¨ªaz es novelista cubano radicado en Suecia. Su libro m¨¢s reciente es El sabor de Cuba, Tusquets, 2002.
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