Forofos
Ahora que ya han pasado las elecciones, quisiera hacer una confesi¨®n. Como votante, soy un desastre: jam¨¢s un partido ha ganado con mi voto. Lo habr¨ªa hecho en el oto?o de 1982, pero viv¨ªa lejos de Espa?a y no pude votar por correo. En ocasiones, he practicado la abstenci¨®n, y no me produce mala conciencia: es la ¨²nica defensa que la ciudadan¨ªa tiene ante ofertas impresentables. La mayor parte de mi vida he estado censado en Madrid y no saben lo duro que es tener que elegir entre Barranco, ?lvarez del Manzano y un se?or del PCE del que s¨®lo recuerdo que llevaba peluqu¨ªn. Era un tr¨¢gala tan insoportable como el men¨² que Aznar nos ha venido sirviendo esta temporada: o se est¨¢ con Bush o se est¨¢ con Sadam.
Reconozco tambi¨¦n que jam¨¢s he sido forofo de ninguna sigla, como no lo he sido de ning¨²n equipo de f¨²tbol. Enti¨¦ndanme: no es jactancia, sino el reconocimiento de una tara que me ha condenado a desayunar a solas casi todos los lunes de mi vida. Por eso me cuesta entender a los colegas cuyas opiniones jam¨¢s se apartan de las siglas de su preferencia, pero las respeto si no son lo que Daniel Samper calificaba, en este peri¨®dico, de periodistas "de c¨¢mara". "?C¨®mo va uno a escribir mal de alguien que te paga?", se preguntaba Samper.
Reconocida ya la tara que me impide ser forofo de nada y de nadie, confesar¨¦ que tampoco comprendo la pasi¨®n que se le est¨¢ echando en Andaluc¨ªa al an¨¢lisis de las ¨²ltimas elecciones. El error de partida estaba en considerar estas elecciones como unas primarias: unas municipales pueden servir como mucho para pulsar la implantaci¨®n de los partidos pol¨ªticos en cada uno de los municipios. Y, en lo que respecta al PSOE, las cosas est¨¢n, m¨¢s o menos, como estaban hace cuatro a?os. Por supuesto, se puede jugar con las cifras, pero lo definitivo, lo que separa el ¨¦xito del fracaso son las expectativas: si hay alguien que anuncia que va a batir el record mundial de los 1.500 y s¨®lo logra una medalla de bronce, dif¨ªcilmente podr¨¢ decir que ha ganado.
La semana pasada, en un foro sevillano, Chaves utiliz¨® con los que no opinan como ¨¦l un m¨¦todo muy propio de Aznar: atribuy¨® a sus cr¨ªticos cosas que nadie hab¨ªa dicho y, a continuaci¨®n, los insult¨®. Es terrible: cuando se lanzan desde el poder, los insultos suenan como amenazas. Insultar, adem¨¢s, es mucho m¨¢s f¨¢cil que debatir. Chaves cre¨®, adem¨¢s, una innecesaria confusi¨®n sobre qu¨¦ se entiende por voto urbano y por voto rural. Para esto no hacen falta ni expertos ni foros: basta un periodista con una calculadora. El s¨¢bado, en Diario de Sevilla, Alberto Grimaldi mostraba que tanto si se estudian los datos de las grandes ciudades, como si se suman a ellas las ¨¢reas metropolitanas el resultado viene a ser el mismo.
Chaves tiene razones para estar contento: volver¨¢ a ganar las pr¨®ximas auton¨®micas, quiz¨¢ por mayor¨ªa absoluta. Pero Zapatero no lo est¨¢, seg¨²n contaba Anabel D¨ªez en este peri¨®dico antes de que estallara el esc¨¢ndalo de Tamayo, Balb¨¢s y la silenciosa Mar¨ªa Teresa: la Ejecutiva del PSOE fue demasiado optimista e infl¨® sus expectativas "inducida por encuestas y sondeos equivocados", escrib¨ªa Anabel. Al menos en tres ocasiones he escuchado a Zapatero dar por segura la victoria del PSOE en M¨¢laga. Siempre dud¨¦ si era un farol o mala informaci¨®n.
Ahora ya lo tengo claro.
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